La Chimenea

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Jack Stone Jr. El único hijo de una pareja absurdamente opulenta. Su padre Jack Stone, un pudiente político, su madre, la segunda hija de un duque. Jack era un hombre bastante caucásico si se miraba de espaldas. Era un hombre de complexión media, ni muy gordo ni muy escuálido, no media más de uno noventa, cabello negro con tonalidades castañas y aparentaba su edad (veintidós años). La verdad no era un hombre que llamara mucho la atención al verlo de lejos, pero, una vez que veías su rostro se notaba que era un hombre peculiar, tenía unos hermosos ojos azules, azul tenue pero, hermoso, no era un azul profundo como el del mar, se asemejaba más a un azul cielo, un tranquilizador y despejado cielo. Su nariz era fina y tenía buen perfil. Por donde observarás su rostro encontrabas peculiaridades mas no defectos. Una serie de acontecimientos habían hecho que Jack llegara hasta un pueblo lejos de su ciudad natal, pueblo donde el padre de Jack le había comprado una gran granja donde existía una casa bastante amplia, algo descuidada por los años pero no dejaba de ser impresionante el tamaño de está, se podía observar en ella el paso del tiempo y sin embargo dejaba ver que en sus principios hará tan hermosa como enorme. El padre de Jack lo había enviado ahí a forma de castigo ya que se sentía con la obvia responsabilidad de enseñarle a Jack a ser un hombre de bien y trabajador ya que este último siempre acostumbraba a meterse en problemas desde la muerte de su madre. Su padre lo veía como un un ebrio, derrochador, fornicario pero sumamente inteligente para los negocios, siempre conseguía lo que quería de los demás, excepto de su padre, él siempre era frío e incluso, en ocasiones,  indolente con él.
—Bienvenido a su nueva casa Sr.Stone—dijo el casero sosteniendo la puerta—Permítame enseñarle la casa.

—Gracias Sr. Johnson.

Una mujer de cabello negro y avanzada edad se acercó con un trapo, limpiándose de las manos lo que parecían ser restos de cenizas.

—¡Sr. Johnson! La chimenea otra vez...—Se quedo callada al ver a Jack. El Sr. Johnson y Jack voltearon la mirada repentinamente hacia Margaret.
—¡Oh! Margaret, déjeme presentarle al nuevo dueño de la casa. Sr. Stone, su ama de llaves, Margaret. El Sr. Stone llegó esta misma mañana y no me dió tiempo de notificarle su llegada.
—Mucho gusto Sr. Stone.—Extendió la mano hacia Jack. Él, al ver sus manos cubiertas de carboncillo hizo un gesto de desagrado, metió sus manos a los bolsillos de su pantalón despreciando el saludo—Por favor dime Jack. Perdón por llegar de imprevisto. Y bien, ¿qué es lo que le pasa a la chimenea?
—La chimenea no...no enciende Sr. Stone.—Las miradas de complicidad iban y venían entre Margaret y el Sr.Johnson.
—No se preocupe, usted solo necesita un experto y casualmente, yo soy uno.—Empezó a adentrarse en la casa buscando la chimenea mientras Margaret y el Sr.Johnson le seguian de cerca—Una vez me perdí por dos días en el bosque, iba de caza con mi padre y se olvidó de mí.
Ambos miraron extrañados al Sr.Stone—Me parece que es mejor que deje a ¡Margaret! resolviendo el problema —dijo entre dientes—y usted venga conmigo señor.
—Gracias Sr. Johnson pero creo que prefiero ver la casa por mi mismo—decidido ignoro las peticiones.
—Como prefiera Sr. Stone—emitió con un tono inconforme.

Margaret, un ama de llaves tan común que caía en el cliche.Tenía el cabello largo hasta la parte baja de la espalda. Su cabello dejaba notar algunas canas por lo cual se deducía que tenía entre cuarenta y cincuenta años, no parecía tener mas de sesenta en ese entonces.

Una vez en la chimenea, Jack observo lo elegante y enorme de aquella casa, pero aún así fue inevitable que Jack sintiera escalofríos en la espalda.
—Es una casa fría ¿no?
—Lo es, Sr. Stone
—Madre, otra vez...—salió de una chica castaña de la cocina con una cara de preocupación.
Jack volteo su mirada hacia Beth.
—¿Aquí la gente acostumbra salir de las habitaciones recitando versos inconclusos?—exclamó en el tono sarcástico y juguetón característico de Jack.
—Beth, hija -dijo nerviosa—¿Qué haces aquí?
—Lo siento madre...yo no sabía...yo pensaba—tartamudeando en cada palabra que pudo pronunciar.
—¡Hola!—dijo Jack extendiendo la mano—Beth ¿Cierto?
—S-sí—Tartamudeo nuevamente extendiendo su mano temblorosa
—Bueno, veo que todos están sorprendidos por mi...inesperada llegada. Discúlpenme por no poder controlar mi curiosidad. En cuanto me enteré de este lugar se me hizo imposible no venir corriendo.
—Tranquila Beth —Margaret la tomó por la muñeca—te llevaré a la cocina.
—¿Está bien?
-Sí, sí, solo esta un poco nerviosa —Margaret pronunció retirándose con Beth a jalones y tirones rumbo la cocina.

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