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Entonces sentí algo raro en mí:

por un momento largo

me olvidé de vos y de tus mensajes

incluso de aquellos que borraste

por quién sabe cuáles razones.

Respiraba lento, hablando

con mi mamá y mi hermana

mirando cómo mi sobrina comía.

Lo supe: debía alejarme.

Te notaba feliz, o eso esperaba yo,

y quería que siguieras así.

Mis dedos duelen,

punzadas o calambres

de seguro alguna parte

todavía no quiere decir adiós.

Pero el tiempo había pasado y

que vos sólo callaras y te fueras

era una respuesta demasiado clara

para mí y para saber qué hacer.

Que los hombre que conocí

estuvieran con alguien más

también era otra señal.

Debía seguir aprendiendo

y empezar a darme cuenta de que

por más que quiera pertenecerles

era mía, sólo mía y me tenía a mí

para cualquiera cosa que quisiera.

Ellos me lo demostraban

después de varias señales que ignoré

que debo dejar de buscar afuera

lo que dentro está saliendo por

todos lados y es el amor.

Si yo quería a un compañero

primero tenía que ser mi mejor

compañera.

Gracias, amor.

Gracias a los demás.


Ausencia repentina©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora