Capítulo cuatro: Miradas de hermanas.

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Después de darle un par de besos en la mejilla y un fuerte abrazo a Lucas le explicó que tenía cosas que hacer en la casa y que su hermano (el rarito siniestro) lo llevaría a casa por ella.

Lo extraño fue el hecho de que su hermana mayor Cara, la interceptara por el pasillo para hacerle el clásico cuestionario de madre "¿Quién era? ¿Qué hacía en casa?" A veces Sofía se preguntaba si había algún tipo de problema para socializar con desconocidos en su familia.

Cara estaba a punto de tener a su primer hijo, y por muy extraño que pareciera a sus treinta y cuatro años era la única de los cuatro hijos de Mona Moon que aún “vivía” en casa de sus padres. No es que no lo hubiese intentado, simplemente no había terminado de sentirse a gusto viviendo sola.

-¿Te has inventado que mamá te llamaba para echarlos a los dos por algún motivo en especial?-.

-Puede ser-Sonrió con picardía, Sofía sabía que su hermana mayor odiaba que le ocultaran las cosas. Al fin y al cabo Cara había crecido rodeada de prensa rosa y cotilleos.

-Sofía, cuéntame-Insistió cruzándose de brazos.

-¿Qué me das a cambio?-Ensanchó su sonrisa recargándose contra una de las paredes del pasillo.

-Te firmo un justificante de ausencia falso-Contestó, Sofía rió.

-Cara, ya no voy al insti-.

-Mierda, es verdad-Bufó-. ¿Qué quieres?-.

-Déjame dinero para ir a la disco con unos amigos-Cara suspiró.

-¿Cuánto quieres?-.

-¿Ochenta?-Cara agachó la cabeza.

-Primero habla-.

-Creo que nuestro querido hermanito ha encontrado a su Soulmate-Cara abrió la boca como un pez sintiéndose estúpida en el acto.

-¿Estas de coña?-Preguntó.

-Desgraciadamente puede que no-.

Cara la miró pidiéndole una explicación, Sofía había aprendido a descifrar todas y cada una de las miradas de su hermana una década mayor.

–Él me dijo que le atrae el olor de Lucas, ¿Dame otra explicación para que lo pueda oler con la nube de colonia mía que lleva encima?–.

–No deberías de ser tan cariñosa con los desconocidos–.

–Por enésima vez, es un amigo mío–Cara rodó los ojos dándose la vuelta dirección a su cuarto.

–La gente a la que empotras contra paredes para olerlas no son amigos–.

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