1- Petición

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Saber que la Reina Madre del Oeste de verdad existía había sido un golpe muy duro para sus dudas sobre la existencia de los dioses de los que tanto había escuchado hablar. Realmente había una deidad mayor que registraba todo desde arriba, su elección como Reina tampoco había sido al azar. Incluso ese lugar –de una blancura infinita falta de paredes y lejanos rayos de luz donde debía estar el techo– parecía un trozo de los cielos traído al mundo mortal.

Solo la apariencia de la divinidad había dejado mucho que desear para sus expectativas, no era fea, simplemente parecía  sencilla.

Como todos los demás, Yōko se mantuvo arrodillada, mostrando todo su respeto y admiración. Escuchaba en silencio todo lo que la divina presencia hablaba con Risai y no trato de ocultar la sorpresa de ver como ella respondía con valentía a las trabas que la Diosa ponía a su pedido de curar a Taiki de su enfermedad.

Si era capaz de hacer un milagro como ese... debería poder llevarla al otro lado, a casa, de forma segura. La necesidad de decir su deseo en voz alta se atoró en su garganta. ¿No estaba siendo egoísta?

–Exorcizare esta enfermedad de él. Pero no prometo nada más. –La monótona voz de la Diosa la saco de sus ensoñaciones. Al parecer también habían tenido éxito al conseguir su favor. –Pueden salir ahora. Y llévenselo con ustedes.

Casi mecánicamente, levantó una mano. Pero antes de que el trono donde estaba sentada fuera tragado por las cascadas de agua y niebla a su espalda, Yōko hizo acopio de todo su valor para levantarse y hablarle directamente.

–¡Espere, por favor!

Era consciente de que todas las miradas estaban sobre ella. Una sorprendida Gyokuyou era la prueba de una probable falta de respeto, pero la Reina Madre se mantuvo tan estoica como antes, a excepción de un leve movimiento en sus cejas. Había bajado su mano y la niebla comenzó a disiparse. Al ver que no hablaba, decidió empezar.

–También tengo una petición que hacerle... una petición egoísta.

–¿Y qué petición es esa, Kei-Ō? –Yōko parpadeo confundida, ese era uno de sus títulos como Reina de Kei. Pero ahora que lo pensaba, no era raro que ella conociera perfectamente las identidades y vidas de los presentes. ¿También sería capaz de ver en su interior?

–Yo quisiera... –Inhaló, reuniendo voluntad. –Quisiera la oportunidad de regresar una última vez a mi mundo.

El silencio que se formó fue tan denso, que casi no podía respirar. La mirada de la Diosa penetraba en ella, sonriendo débilmente. De pronto se arrepintió de dejar que sus emociones ganaran y deseó retractarse de lo que había dicho, casi podía escuchar los regaños del Rey de En y Enki cuando estuvieran en otro lugar.

–¿Qué razón tienes para regresar?

–Como usted ya debe saber, yo soy una taika, fui traída a este mundo pero antes solo era una simple estudiante humana y-

–Muchacha, –Cortó. –Todos los reyes son personas normales hasta que se sientan en el trono.

–Lo sé, pero casi todos los reyes en este lugar tuvieron la oportunidad de arreglar sus asuntos y... –Su mirada enfoco al Rey de En por un momento y este le sonrió en respuesta. Era apoyo suficiente para continuar. – Y también de continuar en contacto con sus familiares o despedirse de ellos. Yo fui arrastrada aquí sin ninguna de esas oportunidades.

–Nadie te detiene de regresar. –Sus cejas se juntaron apenas un poco, pero lo suficiente como para marcar diferencia en su impasible rostro.

–Se las consecuencias que traería a mi reino y a los otros si yo cruzara al otro mundo.

–¿Y aun así me pides que te dé la oportunidad de hacerlo? –Yōko se enfrento a su mirada, pero esta vez no pudo resistirla. Agachó la cabeza, derrotada, y dio un breve vistazo a Risai. –Realmente es una petición egoísta, digna de una niña caprichosa.

Pero no era un capricho solamente.

–Puede que sea egoísta, ¿pero no tengo el derecho a serlo? Fui alejada de mi familia y traída a este mundo sin que alguien me pidiera opinión. No importa cuánto digan que este es mi hogar natal, si cada vez que cierro los ojos mi corazón se aleja. –Se dio cuenta de que estaba apretando los puños cuando las uñas le hicieron daño. –Gracias a este lugar me di cuenta como de mal llevaba mi vida allá, nunca tendré la oportunidad de remediarlo pero por lo menos quisiera cambiar un poco las cosas. Entonces podría entregarme con cuerpo y alma a mi reino, sabiendo que hice lo correcto.

–¿Y qué hay de la destrucción que causara el shoku una vez que cruces?

–Acabo de ver los milagros que puede hacer con mis propios ojos. Lograr un paso seguro no estará fuera de su alcance. –La Diosa parecía divertida. Era la más viva emoción que había mostrado desde que llegaron.

–Eres una joven interesante, Yōko Nakajima. –Con aire soberano, asintió hacia Gyokuyou, quien volvió la mirada al suelo haciendo una reverencia. –Mañana, será el único día. Cruzaras a través del Gogoukanda de Ren. Renrin será informada de eso; podrás ser acompañada por tu kirin y sus shirei. Deberás regresar al anochecer o tendrás que hacerlo de la forma habitual y el shoku que generara no solo afectara a tu reino.

La niebla avanzó más rápido que antes y la imagen del trono y su ocupante desapareció en una bruma acuosa con un increíble estruendo que los sobresalto a casi todos. El eco de la voz de la Reina Madre del Oeste se escuchó como un sueño, antes de que aparecieran en los jardines del Monte Hou.

–Aprovecha esta última oportunidad, Yōko. 

Vuelta a casaWhere stories live. Discover now