JONÁS, EL PROFETA INESTABLE
Osmany Cruz Ferrer.
Dedicatoria: A todos aquellos que han sido llamados por Dios, para que no repitan la locura de Jonás.
Prólogo:
Hace algún tiempo vengo pensando en la necesidad de que los servidores lean más y se eduquen mejor para su sagrada tarea. Ello repercutiría favorablemente en la calidad de sus ministerios, en la exactitud de sus mensajes y en el apego a los principios inamovibles de las Escrituras.
El libro por excelencia del que debe abrevar todo servidor es la Biblia. Ella contiene todo lo necesario para vivir y predicar la fe. Cada relato, cada personaje, cada palabra y aún cada coma tiene verdades imperecederas que nos ayudarán en nuestro camino al cielo.
Debido a la carga por ver a un pueblo bien formado en el conocimiento de la ortodoxia y la ortopraxis cristiana contenida en las Escrituras he decidido comenzar una serie de libros de pequeña y mediana extensión. Libros sobre personajes bíblicos que nos ayuden a entendernos a nosotros mismos, a comprender los tiempos que vivimos y a dilucidar mejor nuestra razón de ser en la vida.
Jonás es el primer personaje de esta serie. No quiero abrumar al lector con volúmenes imponentes, con todo dicho, o casi todo. Prefiero conducir a mis leyentes al fascinante mundo de la reflexión, a la introspección y a la oración.
Gracias por elegir este volumen. Es un honor repasar junto a ti la vida de Jonás.
Osmany Cruz Ferrer, La Carlota, Córdoba, España.
18 de julio de 2014.
El perfil del profeta.
Jonás significa: paloma. Un ave que se caracteriza por su docilidad y que es fácil de domesticar por su dueño. Nada que ver con el indomable Jonás, por ello Dios tuvo que usar métodos pocos convencionales para traerlo a razón es sus momentos de ofuscación y desobediencia. Algunos se llaman cristianos, que significa un imitador de Cristo, pero no viven en consonancia a tan loable apelativo. No siempre Dios orquestará tormentas para llamar nuestra atención, ni enviará un cetáceo a engullirnos, pero él sí usará el método más conveniente para enseñarnos su propósito y encaminarnos en su plan.
A pesar de Dios conocer el carácter de Jonás y su tendencia al enojo y a la amargura, le habla y le encomienda una tarea asombrosa como mensajero de la justicia de Dios: "Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí" (Jonás 1:2). Uno al leer todo el libro se pregunta cómo puede Dios escoger a semejantes individuos para protagonizar su historia de gracia y redención. A la misma vez, uno ve en Jonás una especie de reflejo personal. Jonás evoca nuestros dislates, nuestros miedos, nuestra indiferencia, nuestro orgullo. Nosotros somos como ese Jonás en alguna medida y hasta que no seamos conscientes de nuestra indignidad y flaqueza, no podremos anular a ese Jonás que hay dentro de nosotros.
En el Antiguo Testamento, Jonás era conocido por sus semejantes por sus aciertos proféticos. Él predijo exactamente la tarea que llevaría a cabo Jeroboam II y la nación de Israel lo sabía: "Él restauró los límites de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar del Arabá, conforme a la palabra de Jehová Dios de Israel, la cual él había hablado por su siervo Jonás hijo de Amitai, profeta que fue de Gat-hefer" (2 Reyes 14:25). Esto no lo hacía inmune al peligro de la rebeldía y la apostasía ministerial.
No podemos regodearnos en nuestros éxitos pasados como si ello fuera un salvoconducto contra el error. Una vida vigilante es imprescindible si queremos permanecer en fe y obediencia. La conducta de fe es algo de todos los días, sin vacaciones o días festivos. "El justo por la fe vivirá" (Romanos 1:17). Sin ese cuidado se puede estar un día en el Everest de la bendición y al siguiente en Las Marianas de la insensatez.