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(Esta es la historia de la pareja trifecta. Muchas escenas fueron eliminadas por ser trágicas.
No quiero votos, quiero comentarios)
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Su relación había terminado, solo había transcurrido un corto periodo de tiempo, no importaba el motivo, si era un malentendido... Si era un error, el hecho era que ya no estaban juntos y que no volverían a estarlo nunca, un dolor opresivo se sintió en su pecho, ya no importaba nada, ni la razón ni nada, ahora solo le quedaba abordar el avión que lo llevaría a un lugar lejos, donde podría rehacer su vida lejos de aquellos castaños a los que tanto amaba y seguiría amando por siempre.

Tenía que seguir adelante, no importaba qué, no importaba lo destrozado que estuviera, lo roto que se sentía, las lágrimas que retenía en sus bellos ojos azules, las palabras atoradas en su garganta al querer explicar algo que... Aquellas personas se negaban a escuchar y que no importaba a quien más se lo contara, si aquellos no le escuchaban de nada valía hablar con otras gentes, se sentía débil, se sentía cansado, solo quería huir, alejarse de allí, no había otra solución, se alejaría... Por el bien de todos, aunque en ese momento quisiera morir, no podía permitirse aquello, aquel era un privilegio que le fue negado, y tenía que seguir adelante con su vida.

Se encontraba en el aeropuerto, con una cara con la que podía engañar a cualquiera, seguía roto, seguía destrozado pero no permitiría que se dieran cuenta de aquello, ¡no! ¡Él tenía que verse fuerte! ¡Con ese porte imponente que tenía! ¡Orgulloso y hermoso! Como si no pasara nada, aunque pasaba de todo.

Sentada a su lado se encontraba una chica que aparentaba tener la misma edad que Yokozawa, se veían alegres y felices juntos, a su lado estaba también Masamune, quien había ido para despedir a su amigo, pero siendo su amigo... Ni siquiera él notó la enorme tristeza que asomaba a sus ojos, en realidad, nadie se daba cuenta, su actuación estaba siendo digna de un actor profesional.

Un par de castaños llegaron corriendo a la sala de espera del aeropuerto, buscando desesperadamente algo que habían anhelado siempre y que por un descuido o desconfianza perdieron, pues si hubiesen confiado en él esto no habría pasado, ¿cuánto tiempo se habían conocido para dudar de aquel que tanto les amó y tanto les dió?

Él, que se desvivía por ellos....

Él, que siempre encontraba tiempo para brindarles atención por muy cansado que estuviera...

Él, que les cuidaba al enfermarse...

Él, que les hacía sonreír...

Él, que había traído luz y felicidad a su casa... Porque ése no era un hogar, era simplemente una casa que él se encargó de transformar en algo hermoso y acogedor para ellos...

¿En qué estaban pensando?

No, en nada... Sólo fueron egoístas y le culparon de cosas de las que él era inocente y no le dieron tiempo ni la oportunidad de defenderse, simplemente le atacaron, le gritaron y le insultaron, ignorando... A propósito, sí... Le ignoraron a propósito y se hicieron de la vista gorda al verle derramar lágrimas, lo dejaron así... Tirado en el frío piso llorando, sin sentir compasión, culpa o remordimiento tras las palabras dichas.... Le dejaron y se fueron... No le escucharon, ni siquiera le dejaron hablar, fueron crueles, y el chico de ojos azules no pudo hacer más que quedarse allí... Aguantando todas aquellas palabras que le atravesaban cual dagas, nadie le había humillado tanto... Aquel día tomó sus cosas y se fue.

Pero ya era tarde, aquellos le perdieron aquel día, ¿de qué servía ahora que se arrepintieran? ¿A qué habían ido al aeropuerto? Fueron ellos quienes le lastimaron en primer lugar, aún así le buscaron por todos lados, hasta que lo vieron sentado en la cafetería, acompañado de aquella chica y del editor en jefe de emerald, se veía tan... Tranquilo, sí, se le veía tan tranquilo que dolía, porque a pesar de verse tan "calmado y feliz" él, Kirishima Zen podía ver la oscuridad y vacío de sus ojos, podía ver el dolor y tristeza que ellos reflejaban y saberse responsable de aquel corazón roto solo le servía para sentirse como la basura que era, todo un remolino de emociones se apoderó de él haciéndolo mantenerse en el mismo lugar sin poder moverse, los momentos felices que compartió con el menor se hicieron presentes en su mente, desde el día en que lo conoció hasta aquel fatídico día en que todo terminó, no pudo moverse, no podía, su hija a su lado tomó su mano y sollozo también.

 Nunca MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora