Daniel el cuentista: T-buron

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Lola había abandonado la habitación con una nueva y valiosa posesión y con muchas cosas en que pensar, en cambio, la cruzada de Daniel no freno ni un momento, ya se encontraba algo frustrado, no encontraba posible el que hubiera olvidado, así como así, el objeto por el que estaba escombrando su armario.

Continúo buscando, revisando cada caja, cada cajón, cómoda y vitrina que encontrara, algo de por ahí tenia que recordarle, algo que le orientara y facilitara su tarea.

Nada, su frustración ya rayaba en molestia, molestia hacia si mismo, por no poder recordar aun que era por lo que entro ahí.

Una voz de afuera del armario lo distrajo de sus pensamientos. – Daniel, el patio esta hecho un lodazal, ¿quieres ir a jugar? – exclamo Lana, asomándose por el borde de la puerta.

Me encantaría Lana, pero me encuentro algo ocupado.Lana entonces entro, viendo el desastre que comprendía, de forma superficial, el armario del joven. – Wow, vaya desastre tienes aquí, te doy un... siete por el esfuerzo. –

No es un desastre porque así lo quiera, estoy buscando algo.

– ¿En serio, te puedo ayudar? – Dijo Lana entusiasmada por zambullirse en tremendo desorden, Daniel, sorprendido, no se opuso.

Eh... sí, claro, ¿Por qué no?Apenas había terminado de hablar y Lana se introdujo en el armario, asombrada por la organización demencial que Daniel tenia con sus cosas, muchas interesantes, algunas sin sentido, otras sin embargo.... ¿Acaso eso era una cabeza reducida?

Daniel se apresuro a detener a Lana, era entusiasta en esto, pero solamente deambulaba por los pasillos, ni siquiera le había dicho por donde empezar o que buscar.

– ¿Y que buscas? –

Pues...Tenia un punto... De acuerdo, estoy buscando algo, pero no recuerdo, hmmmm... algo me llega a la mente, es algo... pequeño.

– Uff, hay miles de cosas aquí que son pequeñas, pero no te preocupes, rebuscar entre basura es mi especialidad, Charles me esta enseñando a rastrear, veraz que en un momento encontrare ese algo. –

Asi Lana corrió hasta que se perdió de la vista de Daniel, corrió más rápido que una liebre, supongo que era por la emoción. Al poco rato de su huida, mientras Daniel revisaba unos libros, llego Lana con algo entre sus manos. Un gran diente de tiburón.

– Eh Dany, ¿qué tal esto?, me resulto curioso. – Lana lo sostenía con la palma de su mano, era un diente de tiburón algo desgastado.

Hacia tiempo que no lo veía, creía que ya lo había perdido, entre tantas cosas, no sería sorpresa.

– ¿de dónde lo sacaste? – Daniel observó el diente un rato hasta que la pregunta de Lana lo devolvió a la realidad, con una sonrisa en el rostro, se arrodillo ante Lana.

Toma asiento Lana, te voy a contar una historia, ¡y te va a gustar!

Hace mUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUcho tiempo.

Me encontraba vacacionando en Australia, es un sitio grande y maravilloso, aunque, con un leve problema... Absolutamente todo ahí, tiene la capacidad de matarte. Serpientes que son indistinguibles del follaje y venenosas como Lori estando de malas, arañas que no sientes hasta que eres mordido y su veneno te provoca una falla masiva en él cuerpo, cocodrilos que podría jurar salen del puto éter, y te devoran en segundos, un maldito pulpo venenoso, caracoles diminutos, pero cuyo veneno te matara lo que te dura un cigarrillo, abejas asesinas, y una medusa que te mata apenas te rose con uno de sus tentáculos llenos con millones de arpones.

Déjalo morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora