Acto 5: Pagos y Trabajos

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Mientras los dejamos ir hasta la arena nosotros vamos a desviarnos un momento, oidor. No te preocupes, el viento está en todas partes, no se nos adelantarán. Pero necesitamos centrarnos de inmediato en otro lugar, muy cercano. En las inmediaciones de la mansión, pero fuera de sus terrenos. Hay un contrato que debe pagarse y una mujer con la que no conviene jugar. Vamos, será solo un momento.

Ahora mismo, Victra está a la sombra en un callejón donde su capa le permite permanecer oculta, esperando. Sus dedos se mueven con manía, único hábito de su impaciencia que fue incapaz de suprimir totalmente, detesta los sitios abiertos y las ciudades supersticiosas, detesta los clientes tarados y sobre todo detesta lo llamativo. Está deseando largarse de Pilaia.

Finalmente observa al mensajero acercarse, lleva ropas que tratan de verse casuales y pasar desapercibidas para todos. Es un hombre de cabello rubio y largo, una barba de un par de semanas, está algo tostado y es de estatura promedio. Tiene una camisa de plebeyo, con escote abierto, y unos pantalones de cuero endurecido y simple. Cualquiera diría que viene de pasear los corceles o de jalar el arado.

Se paró en el punto de reunión, probablemente pensando que eso estaría bien, pero Victra puso los ojos en blanco y se contuvo de disparar su ballesta. De todas formas, aprovechó que había acercado su brazo derecho al seguro para revisarlo rápidamente. Después de eso salió del callejón, mientras llevaba una mano, ocultada por su capa, a su daga para asegurarse de que estaba bien colocada.

El hombre no pareció darse cuenta de su presencia hasta que carraspeó ligeramente, detrás de él. Aun así, no se sobresaltó, solo puso un rostro amargado mientras daba su mensaje con una voz dura y grave.

-Ayer no completaste tu trabajo, te dijimos que lo mataras. Lo dejaste a medias, es una fortuna que haya muerto pero, esto no llega a ser un intento siquiera. Si hubiera sobrevivido, habría traído muchos problemas al país. ¿No has oído de la guerra que se cierne sobre nosotros?

La cicatriz en el puente de Victra se llenó de arrugas conforme ponía mala cara, forzando su voz desusada a salir para espetarle:

- El trabajo está hecho. Lo queríais muerto, y está muerto. Siempre cumplo, y he vuelto a cumplir. No me des sermones inútiles y paga, o cumpliré de nuevo.

- Esa no es la actitud que Don Rodrigo esperaba de usted. Sin embargo, ha decidido darle una segunda oportunidad. - Victra hizo un amago de comenzar a negar, pero el hombre la detuvo con un ademán - Le manda a decir que esta vez la paga será un aliciente adecuado para que cumpla con su misión, ha dicho que usted busca a aquellos que trajeron desgracia a su familia y que él podría saber algo al respecto, esta vez le ofrece una audiencia y absoluta franqueza a todas sus preguntas, sin pistas ni medias verdades. Pero no dirá nada hasta que no haya cumplido su misión.

Victra abrió los ojos de forma refleja, mientras sus pupilas se agrandaban por unos instantes. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que se había sorprendido de esta manera, y con este tipo de sorpresas. Finalmente una luz, un hilo que seguir, después de tanto tiempo empezaba a acercarse a sus enemigos. Recuperó su compostura y frunció ligeramente el ceño mientras hablaba.

- Habla de una vez, ¿qué debo hacer? Sea lo que sea, se hará.

- Deberá infiltrarse en Ribera, al norte. Tendrá que viajar con un pequeño destacamento y su misión será recuperar cierto objeto y desde ahí tendrá que entregarlo en Íleon, entonces habrás completado tu trabajo y podrás reclamar tu paga.

¿Oh? Parece que tendrás noticias de tu ciudad natal, oidor. "Nacido en la capital, criado por los eruditos de la Biblioteca", ¿no? Así te presentabas siempre que debías ir a un lugar nuevo, así te presentaste ante mí hace dos lunas, ¿cierto? Como sea, no nos distraigamos.

- ¿Un destacamento? - Victra soltó un deje de incredulidad, pero sacudió ligeramente su cabeza y se reivindicó. - Hecho.

- Vuelva al acabar el torneo, le daremos los detalles del destacamento y su objetivo. Hasta entonces, permanezca en la ciudad.

El hombre le entregó una bolsa con unas pocas monedas dentro, se dio la vuelta y se fue, entrando por el mercado para colarse entre la pequeña multitud que se aglomera ahí, compuesta principalmente por mujeres que están abasteciendo su despensa. Después de unos segundos, Victra le perdió de vista.

Victra decidió ir a esperar en la esquina de aquella fría habitación de la desabrida posada donde pasó la noche, el lugar era seguro y le permitía relajarse un poco más de lo normal, siempre que no hubiera un tumulto de guerreros borrachos inundando el salón. Ahí se prepararía mentalmente para el trabajo que le aguardaba.

Vamos ahora, querrás saber cómo ha ido todo con nuestra fiera luchadora. Volvamos a aquella arena de gladiadores improvisada, sabes que deseas seguir.

Anima: Beyond MemeversoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora