«Bésame,
no dudes ni un segundo de mi alma,
alteras mis sentidos, liberas mis alas,
no cabe tanto amor en esta cama, si me dejaras...
Qué bueno es
sentir que suspiro de nuevo,
que tu roce y mi roce juntos forman fuego,
delicada llama que nunca se apaga. »
-Te extraño. -Confesó en voz baja y sonrojándose a pesar de estar a solas, sin que nadie lo viera.
- ¿Saldrás conmigo cuando esté en Barcelona?
El móvil casi se le cae de las manos.
- ¿Raoul? ¿Sigues ahí? -Preguntó el canario.
- ¿Cómo me preguntas eso por móvil? -Se quejó el rubio cuando se recuperó de la impresión.
-Muchacho, cualquiera diría que después de comernos la polla infinidad de veces, salir a cenar juntos te sería menos complicado, Raoul, que tenemos una edad.
A Agoney se le hizo imposible no reír a carcajadas cuando sintió la tos ahogada del otro lado de la línea.
- ¡Agoney! -Se quejó en cuanto pudo hablar de nuevo y al isleño se le ablandó el corazón.
Él también lo extrañaba, pero salvo esa vez en la terraza de una cafetería hace mil años, Agoney no solía decir lo que sentía. Pero era Raoul.
Después de tanto tiempo, era Raoul. Y tenían una oportunidad para hacer las cosas bien.
-También te extraño, pollito. Sal a cenar conmigo el viernes.
Su voz salió con miedo y el catalán lo supo, por lo que dejó salir el aire de forma lenta de sus pulmones.
- ¿A comer shushi? -Preguntó mordiéndose el labio inferior.
-A comer shushi. -Le asegura el contrario.
-Entonces tenemos una cita, Agoney, que no se te olvide.
-Nuestra primera cita. -Acordó.
-Ahora tengo que irme al ensayo, que no puedo llegar tarde. -Suspiró, no queriendo cortar la comunicación.
-Y yo tengo una sesión de fotos, pero hablamos antes de dormir ¿vale?
-Vale, hablamos luego, Ago.
-Hablamos luego.
Silencio.
-Raoul, no. Me niego a hacer el gilipollas con la idiotez de quien corta primero.
La risa melodiosa del rubio le inundó el corazón de calor. Tal vez por él si haría el gilipollas.
-No, no, hombre, que tu lo dijiste, ya tenemos una edad. Hasta pronto. -El tinerfeño pudo sentir como le soplaba un beso y la comunicación se cortó.
Lo que no supieron fue que a ambos les faltó muy poco para ponerse a chillar como quinceañeras al terminar la llamada.
Por fin.
