Felices Amistades

140 4 0
                                    

A decir verdad yo nunca he matado gente. Mi Graciela es la que se encarga de eso. La señora García pensaba todo lo contrario. Pero en ese caso era problema suyo ¿no? Lo cierto es que la que hace los trabajitos es Graciela. Claro que yo la ayudo en ciertos aspectos. Detalles que hacen que cuando ella mate pues que mate bien. Allí se acabo todo. Y nosotros podemos seguir caminando tranquilos  y felices por las calles de Cali. Por eso es que los trabajos son obra de los dos. Aunque. Lo repito. La que mata es Graciela. Anoche en la fiesta se me perdió de vista porque como que estaba muy interesada con ese italiano  de lo mas pinta que le llego a Cecilia  ella no ha podido explicarle  bien a nadie por qué el tipo está en su casa. Balbucea  algo acerca de un intercambio. Pero lo que dice todo el mundo es que sabían que hubiera intercambio con gringos pero nada de italianos  y a esta objeción  Cecilia se queda callada  a lo mejor hasta sonriendo. Cuando Graciela se me perdió me puse a preguntarle a todo el mundo si la habían visto. Y hasta la señora García me dijo que la había visto con el italiano. La busqué por toda la casa pero no apareció. Ya tarde. Cuando estaba sacando el carro fue cuando la vi: venia  cogida de la mano con el italiano  y riéndose como niña de once años. Yo le dije hola y ella me dijo hola y el italiano dijo sesepi y quiso seguir con ella para adentro. Pero Graciela dijo que no. Que se tenía que ir  por que yo me iba. Entonces el italiano  le soltó la mano diciendo metibonito  y sonrió con esa cara angelical suya y se entro a la fiesta de nuevo.  Tuvimos que esperar a la buena de la señora  García que tuvo  que desembarazarse del actor Ochoa quien ya la estaba invitando a su apartamento y todo eso. Y cuando ella se monto en el carro estaba más bonita que nunca. Yo le pregunte después a Graciela que qué había querido decir el italiano  con esa vaina  de Metibonito,  Pero ella no me contesto: nada más alzo los hombros  y se dedicó a mirar  las rayas blancas de la carretera. La señora García estaba estrenando perfume, y de ves en cuando nos miraba a los dos con esa sonrisa suya y nos mandaba besitos con la punta de los dedos.

Figúrese si mi ayuda habrá servido para algo: por ejemplo. Cuando matamos al señor Bernal. Yo tuve que pararme tres horas en la puerta de su casa para no dejar entrar a nadie , pensando qué diablos estará haciendo esa mujer  carajo:  porque tres horas al lado de una puerta son tres horas, y sobre todo en una ciudad como Cali. Pues tuve que despachar a un muchacho  que traía un vestido para el señor Bernal. y a otro que venia a cobrar la cuenta de la droguería. Graciela me contó después que el señor Bernal. Era en extremo tímido, de Allí el motivo de la tardanza. Pero que eso no se volvía a repetir. Así me lo prometió. Y todo arreglado.  Si. Porque tres horas de espera ante una puerta es para volver loco a cualquiera. Sobre todo que yo había quedado de llevar  a cine a Angelita. Y ese día se me armó todo un lio  por la tardanza y no valió nada que yo  le explicara que había tenido que esperar tres horas en la puerta del señor Bernal.  Bueno. Y hablando del señor Bernal. Yo opino todo lo contrario de Graciela.  Para mi era un perfecto y divertidísimo cínico. Pero si ella fue la que lo mató debe tener razón en cuanto a qué era tímido.  ¿no?

En nosotros todo ha funcionado bien  desde que nos conocimos  El que ella se encargara de matar a la gente mientras yo solucionada los asuntos colaterales surgió entre los dos como un pacto repentino. Sin necesidad de hablar. A ella le gusta su ocasión  y a mi la mía  eso es lo importante.  Que estemos a gusto con lo que hacemos. que nos agrade caminar juntos y pararnos cara al cielo debajo de la lluvia y no perdernos una sola fiesta y reír mucho e ir a cine  de vez en cuando. Pero sobre todo ser amigos  de la señora García, porque con ella siempre andamos  por los grilles, de jóvenes  y cuando hay una pelea ella es la primera que hace a puestas. Y al que gane se lo lleva para su casa y allá le enseña todo lo que sabe  y nos llama al otro día bien temprano para contarnos todo.

Bueno. Graciela volvió a salir con el italiano ése.  Ayer estábamos cerca del estudio comiendo conos cuando frenó al lado de nosotros en el carro de Cecilia  y nos gritó  ¡picuestiba  machu¡ y Graciela pegó un berrido de felicidad  al verlo y corrió a su carro como si yo no importara para nada  pero de aquí no me muevo. Dije. Yo vamos a ver quién gana. Y si señor. Allí mismo me crucé de brazos  hasta que ella me preguntó qué hubo hombre. no te vas a subir o qué Mterino cuyo cuyo.  Estaba diciendo ahora el italiano  y yo le respondí ajá. Come mierda.  Te digo que comas  mierda italiano marica  ¿esto si lo entendes? Yo hablo en caleño.  Italiano y diciendo eso comencé a subirme al carro. Italiano mierda es lo que debes comer. Y no me había dado cuenta que el tipo se estaba poniendo verde  desde hace mucho rato y cuando  acabé  de sentarme el hombre grito  ¡pequé  ceccipe tautaro  pecas¡ y se tiro a agarrarme de la camisa y yo estaba con la boca abierta  de lo más azarado, porque no tenia ni idea quel italiano  entendiera caleño  y ya me iba a estampar una trompada en la cara cuando intervino  la maravillosa Graciela:  le dio un beso en la mejilla y con eso el hombre se fue calmando. Pero todavía seguía diciendo  milano milana  quesigato y yo lo que hacia era mirar a Graciela para que me tradujera lo que el tipo estaba hablando. Pero ella como que se había olvidado de mi desde hace tiempos.  Lo único que hacia era devorárselo  con los ojos. Después cuando estábamos por la plaza  de caycedo, el italiano volteo a verme y me dio unas palmaditas en el hombro. No es ni mala persona el tipo.

Cuentos de Andrés CaicedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora