Ya era de noche entrada, por alrededor de la una y cuarto, y todos estaban durmiendo, salvo Hoodie. Él no había podido pegar ojo en ningún momento, ya llevada dos horas en la cama y ni si quiera podía encontrar una postura cómoda. Había luna llena por lo que una ligera luz entraba por la ventana iluminando una pequeña parte del suelo.
No dejaba de pensar en Masky; en él, en su comportamiento y en sus estúpidos labios. Al final no le había respondido a lo que quería, solo porque se dejó llevar y no se apartó cuando estaban en la cocina. Encima le mordió la lengua. ¿Podría ser más estúpido?, pensó. Se sentó en su cama y se pasó una mano por el pelo. Se le ocurrió una cosa y se dijo por qué no, ya total, si Masky quiere besarlo, Masky también querrá aguantarlo por la noche, ¿no?
Puso los pies descalzos en el frío suelo y sintió recorrer un escalofrío por su cuerpo. Sí, hacía frío y el dormía sin calcetines, pero porque los pies ya se le calentaban debajo de las mantas y le gustaba así. Abrió y cerró la puerta con cuidado de no hacer ruido para no despertar a nadie. Aun no habían vuelto ninguno de los que habían salido por el atardecer, pero si Sally se despertaba iba a ser un problema.
Toco ligeramente la puerta varias veces y tras haber esperado unos seis minutos, la puerta se abrió dejando ver a un desarregaldo Masky con los ojos casi cerrados.
-¿Qué quieres? -preguntó con algo de malhumor.
Él siempre se despertaba de malhumor se recordó Hoodie.
-No puedo dormir.
Masky se pasó una mano por la cara y luego por el pelo, observándole detenidamente. El menor llevaba unos pantalones largos lisos y una sudadera oscura que le quedaba grande y la usaba siempre para dormir, en cambio el mayor llevaba una simple camisa de manga larga, pantalones largos y a diferencia de el otro no estaba descalzo. Al final se hizo a un lado y tiró de Hoodie para que pasará. Se lo llevó a la cama y se tumbo esperando a que Hoodie hiciera lo mismo. La cama era lo suficientemente grande para dejar que otro se tumbara a duras penas sin caerse. Se acostó de lado y observó a Masky.
-¿Por qué no puedes dormir? -preguntó con voz suave.
-No dejo de darle vueltas a la cabeza.
-¿Y en qué piensas?
-En cosas -respondió Hoodie apartando la mirada.
-¿Y venir a mi es una solución?
-Me pareció justo después de lo de hoy que me aguantaras por la noche.
-¿Ah sí? -dijo Masky con una sonrisa.
Eso sonaba mejor en mi cabeza, pensó Hoodie cuando la vergüenza se apoderó de él.
-¿Quieres hablar? -preguntó Masky. El otro se encogió de un hombro-. Mm... ¿Mañana tenemos que hacer lo mismo de siempre?
-Creo que sí.
-Esta bien. Pues como la mañana está ocupada, ¿te apetece hacer algo por la tarde? No sé.
-¿Algo de qué?
-Por ejemplo... ¿ir a la ciudad?
-¿Qué? ¿Lo dices en serio? -preguntó Hoodie sorprendido. Masky asintió con una sonrisa-. ¡Sí, claro! ¡Vamos a la ciudad!
-Shh... no grites -dijo Masky, pero estaba alegre al decir eso. Le gustaba ver feliz a Hoodie.
A Hoodie le encantaba ir a la ciudad y más por la noche, con las luces y el aire frío, la gente paseando por las calles. Era una sensación maravillosa para él, pero muy pocas veces podía disfrutar de ella ya que casi nunca podía ir a la ciudad porque su maestro no le dejaba ir solo y muchas veces cuando quería ir, Masky estaba ocupado.