Paul subió el cierre de su chaqueta azul impermeable, y se colocó el gorro. Estaba esperando el bus de las seis que lo llevaría directo a su casa y estaba lloviendo. Para él no podía ser peor.
Se sentía un poco triste, y no precisamente por sacar bajas calificaciones y porque su zumo de naranja terminó en el suéter de la chica que le gustaba. La razón era simple: sus amigos tenían una fiesta ese viernes por la noche, pero sus padres se negaron a dejarlo ir.
¿Por qué no?, pensó para sí mismo, soltando un bufido de por medio. Si tan sólo mis papás fueran más comprensibles...
Para la edad de diecisiete, Paul era un chico que anhelaba las cosas extremas: manejar a velocidad alta en carreteras a media noche, beber alcohol, fumar un cigarro y tener sexo con chicas de su edad, aunque los pocos encuentros sexuales no terminaran del todo bien.
Y eso que sus padres eran muy estrictos en su educación, y no le permitían hacer ese tipo de cosas extremas que a él le gustaban. Por ese motivo, Paul se sentía preso y sin libertad. No era justo ir del colegio a la casa y de vez en cuando a reuniones familiares que lo aburrían.
Quería algo más.
Paul creía que pasaban el límite. ¿Qué de malo tenía ir a una fiesta, disfrutar y beber un poco de alcohol? ¡Ninguno!, no había nada de malo porque era algo normal.
Suspiró. Esta vez sería diferente. Paul quería cometer una locura de adolescente y no arrepentirse de ello.
—A ver...
Su vista se posó en un pequeño puesto de venta de periódicos y golosinas que estaba cruzando la calle. Era su oportunidad; en décimas de segundos planeó lo que iba hacer.
Sin esperar más, cruzó la calle a paso rápido para evitar mojarse un poco más de lo que ya estaba, ya que la parada de bus tenía un techo que lo cubría del agua que caía a cántaros.
Su mirada recorrió todo el pequeño lugar en medio de la calle. A los lados había estantes con revistas y periódicos, los cuales estaban cubiertos por un plástico transparente para evitar que se mojaran. Mientras que en el medio se encontraba un mostrador con varias golosinas, y sobre el mismo, unos chupetines de diversos sabores y varios paquetes de cigarrillos caros apilados de de forma ordenada.
Esa era su presa.
—¿Qué es lo que quieres?
Alzó la mirada, encontrándose cara a cara con el vendedor. Era un tipo más o menos de treinta años que estaba cubierto con prendas para el frío, al igual que él. Llevaba un cigarrillo en su boca y una taza de café en su mano. Lo miró de una forma amenazadora, tanto así que Paul sintió un poco de temor.
Pero no había vuelta atrás. Al menos no esta vez.
—Habla de una vez, niño —el hombre estaba molesto—. ¿Vas a comprar o a mirar?
A robar, pensó.
Paul llevaba dinero en su bolsillo, que muy bien le alcanzaba para una cajetilla de cigarros. Pero había un problema, o dos, mejor dicho. Uno de ellos era que no estaba permitido vender ese tipo de cosas a menores de edad; y el otro era que él quería hacer cosas malas que, según él, hacían los adolescentes.
—¡Habla! —el grito del hombre lo sacó de sus pensamientos, logrando que Paul parpadeara con rapidez; por un momento había quedado sumergido—. ¿Qué vas a querer? ¿Goma de mascar de fresa? —se rió con cinismo, mostrando una dentadura casi perfecta, pero de un color amarillento que a Paul le provocó náuseas—. ¿O un chupetín con forma de mariposa?
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Cigarettes ➳ McLennon
FanfictionJohn recibe mensajes de voz de alguien dolido y un poco obsesionado. Se prohíbe su copia y/o adaptación. Todos los derechos reservados. Fecha de inicio: 20.02.2019 Fecha de culminación: 21.03.2019