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Su rostro lleno de lágrimas reposaba dentro de la bañera con el agua cayéndole encima. Como puedo permitirlo, cedió de nuevo por miedo otra vez cayó en su juego de chantaje y amenazas. Debía saber manejar las cosas no podía dejarse de tal manera, no podía seguir siendo ultrajada cada vez que a él le diera la gana, esta vez fue peor que la última esta dolía física como emocionalmente, la raíz del cabello le dolía y la mejilla la tenia de color rojo en un punto que no sabía si estaba hinchada o simplemente roja, solo algo si podía asegurar dolía, dolía como nunca nada le había dolido ardía cada parte de su pequeño ser; los golpes, el maltrato,la inseguridad. La atormentaban, el suceso fue tan sucio tan agresivo el solo hecho de recordarlo le daban ganas de vomitar. Su ropa estaba rasgada y dispersa por toda la habitación, junto cada una de sus prendas y se las puso. Quería llorar, no lo hizo, no siguió llorando ahí como suele hacerlo debía seguir con su vida a pesar de cargar con tanto dolor.

Era más de medio día, hacía frío podía sentirlo a través de la ventana, a través de la única escapatoria que debió haber usado. Cerró los ojos tratando de olvidarlo, salió de la habitación tan rápido que casi tropieza en las escaleras al bajar, debió tomar el ascensor ¿porque nunca le hace caso a su cerebro? ¿A caso lo tiene de adorno?. Por fin llegó a la recepción dándose cuenta lo hermoso que es el lugar, lastima que jamas volveria no quería volver a recordarlo, abrió las puertas sintiendo el frio que hacia afuera. ¿Donde estaba? ¿Cómo volvería a casa? Ese hombre no le dio especificación alguna de que iba a regresar, simplemente la dejó allí en la cama, desnuda y salió sin decirle por lo menos donde estaba. Se sintió desesperada, se acercó a la calle y se sentó en la banqueta a esperar que algo cayera del cielo y la ayudara a volver. Espero y espero, no tenía dinero, no tenía celular, al despertar se dio cuenta que él se había llevado su bolso. Dejó escapar un suspiro, sintió unos pasos acercarse pero no se detuvieron, alzó la vista cuando escucho quien había pasado.

Mauricio

Traía puesto un pantalón negro y una camisa de vestir blanca con los primeros botones desabrochados, junto con una chamarra, hablaba por teléfono sin darse cuenta de su existencia un gota de esperanza se hizo ver en sus ojos marrones, su corazón se acelero las ganas de llorar habían vuelto. ¿Porque? ¿Porque ahora? Se puso de pie y se acercó a él con una sonrisa reflejando tristeza en ella, Mauricio no tardó mucho en darse cuenta y miró a su dirección. Estaba despeinada, con la mejilla hinchada, traía la misma ropa del día anterior, una blusa de manga larga rosa pastel con una falda pantalón gris, estaban rotas como si hubieran querido arrancarlas de ella. La miro un poco desconcertado apartando lentamente el celular de su oído.

—Lana—pronunció mientras la miraba completamente.

—¿Lana? ¿Quién rayos es...— colgo el telefono antes de que la persona que estaba en la línea pudiera terminar de responder. Se acercó a ella impactado, no comprendía porque vestia asi, y ella aun no reflejaba nada más que tristeza.

—¿Estas bien? ¿Te paso algo?— interrogó guardando el celular en su pantalón. Lo miró, bajando la mirada y tragó saliva, cualquiera hubiera pensado que rompería en llanto pero no lo hizo.

No, no esta bien. Está destrozada por dentro, no hay manera de explicar lo que siente con palabras, se abrazó a ella misma tratando de entrar en calor.

—Si, solo… pudieras llevarme a casa— respondió sin apartar la mirada del piso.

Asintió llevándola al auto, no se esforzaron en hablar, ella le dio la dirección del departamento y el solo seguía donde ella le indicaba. Una pizca de curiosidad creció en la mente de Mauricio, ¿que hacía ella ahí sola? No parecía ser de las que pasaban el mayor rato en esas calles. La habría reconocido, esa es su ruta de todos los días, recién regresaba de una junta importante con uno de sus hermanos, estaba más que dispuesto a entrar al edificio cuando la vio sentada en el pavimento, dudó al principio de que fuera ella, pero cuando se puso de pie y se acercó pudo reconocerla. Se detuvo en el semáforo, y la observo disimuladamente unos segundos, su cabello negro y rizado aunque estaba despeinado lucia brilloso y limpio, su piel era un poco bronceada y sus labios eran rosados, no necesitaba maquillarlos para que tomaran ese hermoso color, lucian hidratados suaves y apetecibles. Miro sus manos que descansaban a un lado de su cuerpo, parecía la zona donde más cuidaba se veían radiantes, humectadas y cuidadas con mucha delicadeza. Como sintiendo su mirada volteo verlo. Intento descifrar a través de sus ojos pero no mostraban nada, solo tristeza. La chica se tensó ante su mirada y decidió perder la mente en la ventana, hablo de repente.

Eterno Secreto©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora