Jimmy y Paul eran dos hermanos de quince y trece años que vivían con su padrastro en una vieja taberna. Este nunca había sido demasiado cariñoso con ellos, y tras la muerte de su madre fue a peor. Les obligaba a trabajar en la taberna a todas horas, haciéndoles cargar pesados cestos de leña, limpiando la chimenea y atendiendo las mesas, mientras él se dedicaba derrochar las ganancias del negocio. No dudaba en golpearlos si se demoraban más de lo necesario en sus tareas y tenían que conformarse con las sobras de la cazuela para comer. Huelga decir que ninguno de los hermanos tenía mucho aprecio por su cruel padrastro.
Un día como otro cualquiera el tabernero les ordenó limpiar uno de los desvanes de arriba. Pensaba en convertirlo en una habitación más para albergar a los viajeros que pagaban por pasar la noche en la taberna. Los dos hermanos subieron las escaleras hasta el último piso, molestos por tener que estar toda la tarde apartando pesados muebles para dejar libre la habitación. Llevaban un par de horas trabajando entre nubes de polvo cuando Paul abrió el primer cajón de una mesita de noche. No estaba vacío, como los demás. En su interior había una pequeña libreta, arrugada y descolorida por el tiempo. No figuraba ningún título en las pastas de cartón amarillento. Paul la abrió y fue pasando las hojas con curiosidad. En cada página había escrita una frase, y cada una pedía diferentes cosas. Comida, dinero, mujeres… el resto de la hoja permanecía en blanco. Sólo las cinco últimas páginas del cuaderno estaban sin escribir. Fue pasando una de estas páginas cuando Paul se cortó en el pulgar. Una pequeña gota de sangre empapó el viejo papel, pero, curiosamente, no quedó impregnada en la página, si no que fue absorbida por completo por el papel, sin dejar ninguna marca visible. Paul frunció el ceño, extrañado, al notar que el cuaderno se calentaba de repente en sus manos. Lo cerró y le dio la vuelta. Sus ojos se abrieron como platos al ver un texto de tinta negra surgir en la portada de la libreta. Llamó a gritos a su hermano Jimmy, que llegó a su lado justo cuando el título acababa de definirse por completo. El enunciado decía:“El Diario de los Deseos”
Los dos hermanos no encontraron explicación alguna para aquel extraño fenómeno. Al darle la vuelta al cuaderno descubrieron que en la contraportada había aparecido otro misterioso texto.
“Este es el Diario de los Deseos, que hará que todos tus sueños se hagan realidad” rezaba el encabezado. A continuación, seguía una especie de instrucciones.
-Sólo el que ha dado su sangre para despertarlo puede escribir en el Diario.
-Sólo podrá pedirse al Diario un deseo por día.
-Sólo podrá escribirse un deseo por página.
Esas tres reglas aparecían recogidas en un cuadro, pero lo que más llamó la atención a los dos hermanos fue la nota que aparecía al pie de la contraportada, resaltada y escrita totalmente en mayúsculas:
“EL DIARIO DE LOS DESEOS NO ESTA DESTINADO PARA LA SATISFACCIÓN PERSONAL. CUANDO ALCANCES LA DICHA O TERMINES SUS PÁGINAS EL DUEÑO VENDRÁ A COBRAR SU PRECIO”
Los dos hermanos se miraron.
__Será una broma de alguien __opinó Jimmy. Paul en el fondo pensaba lo mismo, pero con la esperanza de librarse unos minutos del trabajo en el desván, dijo:
__Tal vez, pero, ¿por qué no lo probamos?
Jimmy estuvo de acuerdo y rebuscó entre los trastos de la habitación hasta dar con una pluma gastada y un tintero. El mayor de los hermanos abrió el diario por la última página que quedaba en blanco y dejó la pluma a unos centímetros del papel, preguntándose qué podía pedir.
__¿Qué es lo que más te gustaría tener ahora mismo? __lo ayudó Paul. Jimmy se miró los pies, que estaban descalzos y blancos por el frío.
__¡Unas botas nuevas! __exclamó, sin dudarlo. Trató de escribirlo, pero por más que mojaba la pluma en el tintero, la tinta no dejaba ninguna marca sobre el gastado papel.
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El Diario De Los Deseos
HorrorDos hermanos viven bajo los abusos de su padrastro hasta que un día se encuentran con un misterioso diario que cambiará por completo sus vidas.