Capítulo 16: Difícil negarse

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                                    Amelia

Aparco en la entrada de su casa y corro hasta la entrada que tiene un pequeño cobertizo para tratar de refugiarme de la lluvia. Fue inútil, de todos modos, me empapé.
Toco el timbre y espero. También espero que no haya salido. Intento ver si alguna ventana tiene luz, pero me es casi imposible ver con tanta lluvia. 
-¿Amelia?
Me volteo y Luca está en la entrada de su casa, parcialmente desnudo, con un toallon amarrado a sus caderas. ¿Vieron que antes mencioné que él estaba marcado, así como bastante fornido? Bueno, ahora lo confirmo. No digo que es Dwayne Johnson, pero claro está que se ejercita porque ésa "v" no se marca sola. Por favor, es ridículo que sea tan perfecto.
Aparentemente, luego de haber perdido el habla y estar mirándolo por cerca de medio minuto o media hora, no sabría decir, logro recuperarme:
-Ah, eh... Hola, te olvidaste de bajar una bolsa del auto, y como parecía que pudieras necesitarlo. Digo, es leche infantil.
-Uy, qué bueno que te diste cuenta, porque yo no. Muchas gracias. Pasa, estás empapada.
-No, no. Está bien.
-Insisto, no creo que quieras empapar también los asientos de tu camioneta.
Me rindo. Además, no me importaría ver la situación actual de su espalda.
Su espalda es digna de admiración, por cierto.
Me da una toalla. No, no la que lo estaba cubriendo. Ya quisiera.
-Sólo dame un minuto que voy a vestirme. Sentate.
Maldición, quédate así un rato más.
-Está bien.

No me siento, sino que rondo un poco alrededor de la sala luego de haberme secado lo máximo posible. Se nota que es padre, pero también se nota que es ordenado. Hay algunos juguetes en una baulera en un rincón, y en los estantes de debajo de el televisor hay una PlayStation 4 con juegos acomodados en un costado. Me acerco y observo que están ordenados alfabéticamente. Al igual que las películas y los CD's de música. Eso me sorprende. Aunque no tanto como ver que tiene una biblioteca, no son los libros que suelo leer, pero aún así. Paso la mano por los estantes y me giro, admirando el orden que todo tiene, todo en su lugar. Miro hacia la cocina, admirando el concepto abierto y veo que Luca está apoyado en la isla (ya vestido con un short y una remera negra, que le queda fantástica), observándome.
-Perdón, no quería husmear, sólo llamó mi atención lo ordenado que está.
-¿Por qué soy hombre y un padre soltero?
-No, no, para nada. Disculpa, no quise insinuar nada. Sólo me gusta el orden.
Sonríe. -Te estoy tomando el pelo.
-Bien logrado.
Me acerco hasta él, mientras él también se acerca unos pasos.
-Toma, te traje esto.
Bajo la mirada a sus manos. Tiene un short deportivo, una remera de los Guns n' Roses y unas zapatillas, que comparadas con mis pies, son como para Bob Patiño.
-Es para que te cambies. De lo contrario, vas a terminar enferma y no quiero cargar con eso en la conciencia que mantengo tan limpia, como mi casa.
-Gracias, aunque debo decir que obviamente es para que me cambies... Es decir, me cambie, por supuesto. Em..., ¿eso fue una indirecta, lo de "tan limpia, como mi casa"?
-Puedo cambiarte, no es que no tenga experiencia. Me cambio por mi mismo desde los ¿4 años? Y tengo una hija que todavía no hace todo por si sola.
-Oookey. Esto está yendo lejos. Demasiado lejos. ¿Dónde puedo cambiarme? Tengo que irme, mi amiga Ana está esperándome en mi casa.
-Creí que como ya estabas acá podía hacerte un café o algo, para que entres en calor, no te enfermes. Todo eso... El baño está por ahí, es la primer puerta.
Yo si sé qué podría hacerme para entrar en calor... Ya, tranquilo, cerebro. No juegues conmigo.
-Umm, gracias pero hice que ella venga a verme y no... no sé. Voy a cambiarme.

La remera me queda dos o tres talles más grandes, por no hablar del short o peor, de las zapatillas. Me quito la goma del pelo y la ato a un costado del short para sostenerlo. 
Salgo del baño tratando de no pensar lo ridícula que me debo ver. Cosa imposible ya que Luca se ríe un poco al verme.
-No es tan gracioso, ¿sabes?
-Lo siento, es que... lo es.
-Qué amable. Pero podrías no reírte, ¿por favor?
-Bueno, pero no soy tan alto ni ancho.
-¡No soy tan estrecha ni tan enana!
-No dije eso.
-Lo insinuaste. ¿Tendrás un secador de pelo?
-Sí, ya te lo traigo. Dame tus cosas, tengo secador de ropa.
-Gracias, en serio. Aunque te burles y todo.
-No te queda tan mal.
-No, ¿verdad? Sobre todo la remera de los Guns.
-¿Te gustan?
-¿A quién no? Me encantan.
Sale de la habitación y un segundo más tarde vuelve con el secador de pelo.
-Sabes, no es que haya... estado mirando- lo dice un poco incómodo, a lo que frunzo las cejas -pero la ropa interior te está mojando la ropa seca y te vas a terminar enfermando lo mismo.
-Oh... Eh, va a ser mejor que me vaya.
-La secadora tiene un programa corto, como de media hora.
-Está bien. Voy a sacármelo.
Escucho que golpea la puerta del baño cuando estoy terminando de vestirme.
-¿Sí?
-Te traje un boxer. Está nuevo, sin usar, en su empaque y todo. Ya sabes, no tenes que preocuparte de enfermedades de transmisión sexual ni nada de eso. Y un short con elástico en.
Sonrío. Este chico es increíble. 
Abro un poco la puerta y me tiende una cajita de cartón que tiene una imagen de un hombre en boxer.
-Gracias.
Cuando me lo estoy poniendo me hace pensar en las películas cuando luego de tener sexo las mujeres suelen ponerse la ropa del hombre. Y eso me hace pensar en Luca. Entonces pienso en cómo terminé en una situación así. Es de no creer.

En la isla de la cocina hay dos tazas humeantes. No hay rastro de Luca.
-¿Luca?
-¡Ya voy!
Me siento en un taburete. De pronto me acuerdo que dejé el celular en el auto. Al menos si cerré el auto.
-Estaba buscando el cepillo del pelo de Zoe. Acá tenes. Te hice un capuchino, ¿te gusta, no?
-Sí, sos muy considerado, gracias. Disculpa, ¿hay alguna chance de que tengas un paraguas así puedo ir a buscar mi celular al auto?
-Sí, claro. ¿Queres que vaya? Mientras te sacas el pelo, y no tendrías que salir así vestida.
Pongo mis manos en la cintura: -¿Qué tiene de malo mi look?
-Sólo digo.
-Estoy bromeando, aunque no sería lo más vergonzoso que haya hecho en público. No preguntes.
-No voy a indagar. ¿Las llaves?
Se las doy y empiezo a buscar un toma corriente. Me seco el pelo mientras miro mi reflejo en el microondas hasta que siento un toque en mi brazo y pego un salto y grito.
-¡Perdón, perdón!
Apago el secador de pelo y pongo una mano en mi corazón.
-¿Estás bien? Acá tenes tu celular y las llaves.
-Asustada, pero bien.
-No enloquezcas, pero manejé un poco tu auto. Lo subí a la entrada de mi garaje para que no te multen ni se lo lleve una grúa.
-No sé cómo supiste que eso me enloquece, pero fue una buena causa. Gracias y - lo presiono en el pecho con el dedo índice, también es un excusa para tocarlo. Culpable. -no te atrevas a volver a hacerlo sin mi consentimiento.
Levanta sus manos y pone cara de inocente -Lo juro. Y cambiando un poco de tema, te debo un favor.
Lo miro atentamente mientras revuelvo el capuchino.
-Por traernos a Zoe y a mi la otra noche.
-Ah, pero eso no fue nada.
-Para mi si, y te lo debo. Así que estaba pensando, ¿qué tal si te quedas a comer? Ya sé que Ana te espera, pero digo que hay que aprovechar el momento. Carpe diem.
-Me diste justo en la filosofía. 
-¿Te quedas?
Pongamos pausa un momento. ¿Escucharon esa leve emoción que se notó en su voz? Esto me gusta.
-Sí, voy a avisarle a Ana y después vas a decirme que vas a hacer de comer, porque espero que sea comida casera, de lo contrario, me voy.
-Me ofendes. Por supuesto que es comida casera.








Antes del amor [en proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora