El pacto

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—¿Estás seguro de que esto es lo que quieres?

—¿Tengo otra opción? Si no acepto la propuesta ella morirá y no puedo dejar que eso pase.

Fernando veía a su hermana. Se notaba desesperada, pero hacer un trato con el Don siempre era un problema. Todos decían que era el mismísimo demonio. Fernando lo estaba creyendo. Vaya que sí.

—Angélica, ella se pondrá bien.

—¿Y si no es así? ¿Eh? ¿Tengo que vivir con la culpa?

—Su accidente no fue tu culpa.

—Pero si no hago esto para salvarla, sí será mi culpa.

Sin esperar a que Fernando dijera cualquier otra cosa que le hiciera cambiar de opinión, Angélica salió de la habitación. Pasó por delante de la puerta cerrada del cuarto donde se encontraba Carmen.

Salió de la casa y se encaminó a la de Don Florentino. Ese viejo raboverde deseaba que ella viviera con él un mes y brindaría el dinero para el tratamiento de Carmen. Respiró hondo antes de entrar a la casa y mientras caminaba hacia donde se encontraba el hombre, se sentía temblar.

Angélica jamás había sido tocada por un hombre y saber que el primero sería ese anciano, bueno, que le daba algo de asco. Pero no había otra opción.

Entró al despacho, el viejo tuvo el descaro de sonreír triunfante.

—Así que decidiste venir...

—No tengo otra alternativa y lo sabe.

—Mi querida muchacha, ese estilo de vida que llevas no es bueno para ti. ¡Jamás ha sido bien visto que dos mujeres vivan juntas como pareja!

—Solo estaré aquí un mes, así que como viva o deje de vivir no creo que sea asunto suyo.

—¿Un mes?

—Ese fue el trato.

—No, cariño. Vivirás aquí por siempre, porque le regresaré la vida a tu amada. Vida por vida.

Angélica se giró a la puerta, pero se encontraba completamente cerrada. La risa del hombre se dejó escuchar y ella supo que estaba perdida.

***

Algunos años después, Angélica pudo salir del lugar. El viejo había muerto. Lo primero que hizo fue ir a su casa. Su hermano debía seguir ahí.

En efecto, Fernando abrió la puerta. Se notaba demacrado, enfermo y más delgado de lo normal.

—¿Fernando?

—Hermanita, ¿cómo te va?

—Ahora bien, mi dueño ha muerto...

—¿Tu dueño? Creí que estabas con él por gusto, después de todo, jamás se vio ni un solo peso para Car...

—¡¿Qué?!

Angélica corrió a la que era habitación de su amada Carmen. Todo estaba lleno de polvo.

—Pero yo, hice un trato con él.

—Pues él cobró el trato pero no dio nada. Carmen murió algunas semanas después de que te fuiste de aquí.

Angélica no podría creerlo, se dio cuenta de que era cierto lo que decían de Don Florentino. En verdad había sido un demonio.

***

Angélica caminó por las calles del cementerio. Tantas noches de terror, tantos golpes soportados y los suficientes años perdidos por nada.

Encontró fácilmente la última morada de Carmen. El sitio era justo como ella, tan tranquilo.

Después de soltar un suspiro, se sentó con cierta dificultad sobre el mármol.

—He vuelto, querida y me parece que esta vez me quedaré para siempre.

Ya nada importaba, estaban juntas como cada día. Los años habían pasado lentamente pero Angélica sentía que ya no habría más.

Los ojos de Angélica se cerraron y no volvieron a abrirse. 

El PactoWhere stories live. Discover now