One by one

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Kim Ji Woo nunca había sido una persona destacada, tampoco es que fuera aquellas a las que molestaban. Ella solo estaba ahí, en la mitad. Era la persona a la que ocasionalmente saludaban por el pasillo, tenía notas promedio y era amable con todos. Incluso tenía un lindo apodo por el que la solían llamarla, Chuu. Por otro lado, Ha soo Young era una de las chicas más preciosas que había en el instituto. La mayoría de los chicos y algunas chicas gustaban de ella, entre ellas, JiWoo. Era una persona que sobresalía, de aquellas que miras en la calle y no solo lo haces una vez, sino varias veces. A ella la llamaban Yves. Fue una mañana en el instituto que nuestra pequeña valiente sintió que no podía ocultar sus sentimientos, y que la mejor opción era confesar lo que tanto atormentaba su corazoncito. Inocentemente confesó sus sentimientos sin saber que no era la mejor opción, pero así era ella, cuando tomaba una decisión no la volvía a pensar, se impulsaba hacia ella. Y ahí cometió un error, uno del que realmente no se arrepentía, incluso cuando la había herido. Todo fue rápido, pero sus grandes ojitos vieron esa escena pasar en cámara lenta. Ella entregando su corazón, dándole una manzana verde, la favorita de Yves. La chica mirándola con curiosidad mientras la castaña era un manojo de nervios. La sonrisa que se formó un su rostro después de la explicación, y las carcajadas que resonaron por el pasillo. Todos vieron como era dejada en ridículo por la pelinegra. Pocos la ayudaron a recoger las piezas de su roto corazón. Pero no lloró, no quería mostrar lo mal que estaba. No frente a quien la había herido. Actuó como si nada hubiera sucedido. Restándole importancia, sonriendo y fingiendo. Se fue apenas fue rechazada, con su bolso colgando de sus hombros y despidiéndose de todos alegremente. Y cuando estuvo lejos de sus compañeros, corrió como si hubiera robado algo. Entró a su casa, saludó a sus padres y se dirigió a su habitación sin siquiera haber comido. Se encerró, se miró al espejo y rompió en llanto. Lloró como nunca lo había hecho, porque era joven, y porque era la primera vez que se enamoraba. Sus padres la apoyaron y consolaron todo el fin de semana. Su internet friend se dedicó a aconsejarla y hacerla sentir bien.


Claramente tuvo que volver a la escuela. Claramente no quería ir. Se preparó física y mentalmente para la entrada a clases. Practicó su sonrisa y peinó su flequillo. Nada había sucedido el viernes. Pero todos lo sabían, y en cuanto la vieron sus compañeros empezaron a murmurar sobre como el pingüino se había confesado al cisne. Algunos reían, otros la miraban con lástima, y una minoría le daba palmadas en la espalda y sonrisas de complicidad por su valentía. Ella sonreía a todos, no dejó de sonreír ni cuando Yves la empujó con su hombro mientras pasaba a su lado. Toda la semana fue fastidiada por la mayor, toda una bendita semana tener que aguantarse sus estupideces. Definitivamente haberse confesado le dio el derecho de conocerla bien, de saber cómo era realmente quien se suponía que le gustaba. Pero ella era paciente y aguantaba. Aguantó hasta junio, ahí fue cuando decidió que era mucho. Y en tan solo dos semanas logró convertirse en la persona más segura del mundo. Había estado hablando con su vecina, ella era considerada la mejor a la hora de las venganzas.



Tienes que darle una cucharada de su propia medicina, te convertiré en la dueña de ese instituto en menos de lo que piensas. No se lo verá venir, irá a rogarte a tus pies. —Olivia sonrió a JiWoo, intentando darle seguridad.



Así fue como terminó accediendo a la venganza que su ahora amiga Olivia había preparado. Fue difícil adaptarse, pero pensar en toda la humillación fue suficiente para lograrlo en dos semanas. Llegó brillando, era distinta. Mantenía su sonrisa, pero esta era más altanera, más coqueta. Como si estuviera dispuesta a adueñarse de todo. Y eso sucedió, llenó la institución con su presencia, y con solo un par de miradas todos la reverenciaron como si fuera su reina. La castaña le había advertido a la pelinegra, pronto todo sería suyo, debía esperar. Pero no la tomó enserio, nadie  la tomaba enserio. Hasta ese día, cuando todos cayeron a sus pies, cuando todos la alabaron y le dieron menos importancia a su querida contrincante. Todos hablaban del regreso de Chuu, de que había vuelto como nunca, de que se veía increíble. Yves permanecía callada, y ese era el sonido favorito de Chuu, su silencio. Notaba que esta la miraba de vez en cuando, señal de que su venganza funcionaba, había tomado lo único que ella tenía. Y en un par de meses, se dio cuenta del apogeo de su reinado. SooYoung había caído ante sus encantos, al fin la había notado, pero ella ya no era la misma, no iba a cometer el error de caer nuevamente. Olivia le dio la señal a finales de agosto, ya era hora de jugar con su última carta, había escuchado rumores de que la pelinegra pensaba confesar sus sentimientos por ella. Graciosamente llegó aquel día, y al finalizar las clases no perdió el tiempo. La pelinegra se acercó a JiWoo mientras todavía había personas en la escuela, aquellas que habían escuchado los rumores. Yves juraba que Chuu seguía sintiendo algo por ella. Por eso decidió confesarse. Frente a todos, sin miedo y sonriendo.


Ven acá, bebé. Pienso que eres linda, ¿está bien para ti?

Lo único que te diré es que no soy tu bebé, pero si piensas que soy linda. Deberías verme con una corona. —Y se rompió su sonrisa socarrona.


You should see me in a crown.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora