Capítulo 59: Walter

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Walter, como vizconde consorte, era uno de los invitados de la fiesta de los Tomlinson.

Era lo habitual que los bailes y fiestas estuviesen llenos de perfectos desconocidos que recibían invitaciones por pertenecer a la nobleza.

Walter podría haberse cruzado mil veces con William en fiestas y probablemente conversado y no sabían nada uno de otro.

Que extraño era el mundo.

Sacudió la cabeza, perdido en sus paradojas.  Su esposo llegó y le besó la mejilla. 

-Estás muy elegante.

-Gracias, Edward.

Pero percibió el mensaje transmitido bajo la frase.  Se había arreglado, para quien. 

Hacia muchos años que Edward y él eran más dos amigos que otra cosa.  Walter ya había tenido dos amantes, pero siempre requería la aprobación previa de su alfa.

Edward era un buen hombre, pero su matrimonio era aburrido, recubierto de una cotidianidad asfixiante.  Le daba miedo que su hijo pequeño, de doce años, creciese para irse de casa.  Él le hacía sentir vivo. 

Suponía que Dios le estaba castigando.  Quizás el infierno no era la caldera ardiente con la que amenazaban los curas desde sus púlpitos.  Quizás los errores se pagaban en Tierra y purgaba así sus pecados.

Quería estabilidad.  Ahora se ahogaba en ella.

Vio entrar a su hijo, acompañado de su esposo.  Todo el mundo les miraba, impresionados.  Daren hacía que el mundo se abriera a su paso.



Clive estaba bajo una especie de hechizo de calma, aunque se trataba de química.  William le abrazaba constantemente, y con ello le llenaba de su esencia y de esa especie de paz que un alfa podía transmitir. 

No se arriesgaba a hablar con gente a la que no conociese demasiado. 

Los Malik llegaron en ese momento.  Zayn parecía malhumorado por tener que guardar ciertas formas respecto a su esposo, como el número de bailes o no poder besarle en público. 

Y le había prometido una boda decente esta vez.

Aún caminaba con un poco de dificultad pero era un alfa, y era testarudo.  Quería llevar de nuevo su vida normal.

Se acercó a saludarles. 



Walter aprovechó que su hijo no estaba acompañado por un momento.  Stefan estaba vestido con un traje gris plata y estaba tomando ensalada y algo de jamón del bufé que habían dispuesto para los invitados.

-Buenas noches.

Stefan pegó un respingo.  Casi se le cae una loncha de jamón.

-¿Qué quieres?

-Hablar.

-Vamos ahí.  Te escucharé pero solo porque mi padre me enseñó a ser educado y no dejar a nadie con la palabra en la boca. 

Walter no sabía por dónde empezar.

Cuando se sentó frente a su hijo, las palabras se atascaron en su garganta.

Los recuerdos volvieron como una catarata indeseada.  Durante años los había reprimido con tanta fuerza que casi había logrado vivir sin pensar en ello.

Cristopher era espectacular. Seguía siéndolo pero le explicó cómo se conocieron.  Era muy joven.  Acababa de celebrar su mayoría de edad y sus padres le regalaron una fiesta a bordo de un barco.  Haría un pequeño crucero por las costas escocesas. 

Cristopher trabajaba en el barco como camarero.

Un día entró en el cuarto de Walter creyendo que estaba vacío pero no lo estaba.  Walter aún estaba dormido.  Quiso irse, pero el joven se despertó y le miró con aspecto somnoliento.

-Me duele la cabeza -había dicho.

-Eso le pasa por beber demasiado champán -Cristopher se rió.

-Hoy voy a ser un chico bueno -Walter no quería que se fuera.  No se había fijado hasta ese momento en él.  Era joven, era malcriado y no se fijaba mucho en los criados.

Pero éste era distinto.  No quería que se fuese.

Comenzaron un juego de coqueteo que volvió loco al joven omega virgen y alocado que estaba lejos de sus padres.

Solo se veían por los pasillos.  Todo era secreto.  Prohibido.  Romántico.

Empezaron los besos clandestinos, y el joven cuerpo de ambos pedía más y más.

Se bajaron del barco en Escocia y se casaron sin permiso paterno. 

Eran jóvenes y estaban ilusionados. 

A Walter le gustaba la pasión que su marido tenía y como le trataba.

Pero Cristopher tenía que trabajar.  Encontró un puesto de peón en un mercante.  Walter se encontró camino de Sudamérica enviando a sus padres una simple nota.

Se quedó embarazado de inmediato.

Era el único pasajero del barco.  Era joven, Cristopher trabajaba mucho.  El embarazo era horrible.  Se pasó meses vomitando y el calor a medida que se acercaban al sur se hacía insoportable.

Y parir...

Parir fue una tortura.  Cristopher fue maravilloso, todos esos meses.  Pero Walter solo quería volver a casa.

Parió a bordo, sin médico.

Amó a Stefan en cuanto lo vio.

Cuando Cristopher le dijo que irían a Londres, decidió hablar con sus padres.  Pedirles ayuda.  Que le buscasen un trabajo a su marido.

Pero se encontró con que sus padres le encerraron. 

Ellos arreglaron el divorcio y renunciaron a Stefan.

Walter miró a su hijo.

-Sé que me he equivocado mucho, pero nunca quise abandonarte... ni a Cristopher.

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