Rara vez era la que hablaba. Rara vez era la que sonreía. Rara vez era la que expresaba sentimientos. Siempre sentí un vacío dentro de mí, un vacío que la gente llena con sus sentimientos y emociones, pero yo parecía carecer de estos. Ni siquiera sentía dolor. Padezco de una enfermedad llamada "insensibilidad congénita al dolor", esta enfermedad provoca que no sienta el dolor o la temperatura de las cosas, por esa razón mi madre se ha tenido que ocupar de mi durante toda mi vida, escogiendo mi ropa y llevándome cada cierto tiempo a las revisiones del hospital, pues al no sentir dolor no puedo decir cuando estoy enferma o si mi cuerpo ha sufrido algún daño. A esto se le sumó la falta de sentimientos por mi parte por los que mi madre sufrió mucho. Tenia una hija que la trataba con frialdad y nunca le mostraba cariño, por lo que siguió el consejo de algunos médicos y me llevó a distintos lugares con la esperanza de que alguno de estos me sacara una sonrisa o por lo menos llamase mi atención. Probó con circos, ferias, playa, montaña, museos, monumentos, clases de danza, teatro, pero nada de eso funcionó.
Pasaba mis días mirando alguna serie intentando identificar los sentimientos de los personajes. En una de aquellas series el protagonista siempre estaba dibujando y pintando. Le dije a mi madre que quería lápiz y papel. Desde aquel día que tenía ocho años no he parado de dibujar. Es una forma de transmitir sentimientos y siempre le preguntaba a ella si había sabido plasmar bien aquel sentimiento que había pintado.
-¿Esto expresa alegría? – le pregunté sosteniendo un cuadro que acababa de pintar, cuando tenia quince años.
-A ver – se giró para verlo y su expresión cambió –. Ese cuadro expresa terror cariño – me dijo sonriendo.
En el cuadro había una pequeña niña en un bosque oscuro, esta estaba siendo perseguida por una araña gigante con unas patas muy largas, acechaba a la niña.
-Si quieres expresar alegría o felicidad deberías usar estos colores – dijo mi madre mostrándome desde el amarillo hasta el rojo, pasando por todas sus tonalidades como el rosa o el naranja -. E intentar que no haya seres gigantes asustando a niñas pequeñas o bosques oscuros y tenebrosos -. Asentí con la cabeza y volví al cuarto para empezar otro cuadro que expresara el concepto que era la alegría.
***
Después de muchos intentos fallidos por parte de mi madre, pareció que cuando tenía 17 años se rindió en hacerme sentir algo y dejó de llevarme a nuevos lugares. Por suerte un par de semanas después, mientras veía una serie, apareció un paisaje nevado en ella e inmediatamente le dije a mi madre que quería ir. Ella sonrió de inmediato, era la segunda vez que le pedía algo.
Ese mismo día mi madre recuperó el entusiasmo por enseñarme cosas nuevas. Como resultado alquiló un apartamento en un lugar frio en las montañas durante una semana y al día siguiente ya estábamos en camino. Hizo las maletas para mí y para mi hermana pequeña, ella se saltaría una semana de clases. Papá no nos acompañaba, murió cuando mi hermana tenía un año y yo cinco, en un accidente de coche mientras volvía a casa del trabajo y otro conductor borracho lo empotró contra la pared de un túnel.
El trayecto duró unas tres horas y a medida que nos adentrábamos en el pequeño pueblecito la nieve empezaba a aparecer. Bajé la ventanilla asombrada por ese manto blanco que cubría la montaña y los árboles de esta. Saqué la mano para que alguno de esos copos que caían tocase mi mano. La nieve era húmeda, se deshacía con el contacto de mis manos. Mi madre me dijo que me pusiese guantes, la nieve es agua helada y podía helarme las manos pero yo no notaba eso, no podía notar el frío o el calor por lo que mi madre decidía lo que debía hacer o llevar puesto para no sufrir una hipotermia o desmayarme por un golpe de calor.
Nos hospedamos en un apartamento simple; tenia dos habitaciones, un baño con ducha y la cocina y la sala de estar estaban en la misma habitación. Había un sofá-cama en el salón y les dije que yo dormiría ahí, prefería que mi hermana durmiese en una cama. Respecto a mi madre y mi hermana, yo solo sabia que debía protegerlas, era una especie de legado nunca dicho que me dejó mi padre, pero a la vez no le podía poner nombre a lo que sentía por ellas. ¿Amor? ¿Cariño? ¿Preocupación? No lo sabía. Nos fuimos a dormir rápidamente ya que llegamos al apartamento casi a media noche, debíamos tener energía para hacer muchas cosas mañana, dijo mi madre.
Nos despertamos y desayunamos, ese día iríamos a un prado que debía estar completamente blanco en esta época. Me vestí con lo que mi madre me dio; unas mallas y unos pantalones impermeables para llevar encima de ellas, una camiseta interior de manga larga, una sudadera negra y una polera azul encima. Cuando salimos me dijo de ponerme una chaqueta y seguí su consejo, no sabia cuanto frío hacia. Mi hermana, pelirroja desde que nació como papá, pareció que quería conjuntar su ropa con su pelo e iba vestida con unos pantalones rojos, una chaqueta naranja y un gorro granate. Mi madre llevaba lo mismo que mi hermana pero su ropa era de distintos tonos azules.
Llegamos al prado y mi hermana se fue corriendo con un trineo para deslizarse en una pequeña pendiente que había a un lado del prado. Mi madre la siguió, vigilando que no se cayese. Yo me quedé ensimismada mirando la nieve durante varios segundos. Me quité los guantes lentamente y me agaché para tocar la nieve. Durante varios minutos en los que mi madre jugaba con la pequeña pelirroja en el trineo, yo me quedé tocando la nieve, admirando su blanco tan puro y sintiendo mis dedos entumecerse y perder su movilidad, suponiendo que era por el frío que producía la nieve. Me puse en pie y caminé admirando la forma de mis huellas en la nieve, pocas cosas habían hecho que me parase a admirarlas. Busqué un gran montón de nieve y me tiré encima de él. Las comisuras de mis labios se tensaron hacia los lados, provocando que mis dientes se mostraran, provocando una sonrisa. No recuerdo la última vez que sonreí de verdad y no por educación, puede que fuese cuando aún era un bebé y por eso no lo recuerde.
Un sonido salió de mis labios, el mismo sonido que hacían los actores que veía en televisión cuando estaban felices. Sentí calidez en mi pecho a la vez que reía, la primera vez que reía, de eso estaba segura, porque era la primera vez que experimentaba esa calidez.
Me levanté lentamente con restos de nieve en el pelo y vi a mi hermana y a mi madre mirándome anonadadas, sorprendidas. Les sonreí de vuelta, aún con esa calidez en el cuerpo que no entendía, pero acabé interpretando como felicidad.
La mujer que me dio a luz, la que más sufrió por no tener una hija que le mostrase el cariño que todas las demás hijas mostraban a sus madres. Esa mujer tardó apenas unos segundos en caer de rodillas al suelo llorando de felicidad y fui corriendo a abrazarla, mostrándole mi gratitud por haberme traído a este lugar tan hermoso.
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Nieve
Short Story¿Qué se siente al no sentir nada? Ella lo sabe; no siente dolor, no sabe identificar sentimientos, siempre ha vivido sin sentir nada y a la vez sintiendo que eso puede cambiar algún día. (No soy buena poniendo títulos a mis historias así que si me...