Capítulo 8

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Estaba parado en la puerta de la oficina de mi abuelo.
Bufaba como un toro de lo irritado que me hayaba.

Joder, porque ahora mi abuelo tiene que ponerme precisamente a Laura en mi camino. Sin lugar a dudas tengo que investigar que está pasando.

Ni me molesté en tocar la puerta, pasé directo desafiando a mi abuelo, el causante de mis problemas y de que yo haya vivido lejos de mi madre.
Jamás podré perdonarle el haberme separado de mi madre.
Aún puedo recordar aquella tarde que mi madre con su mirada frágil me anunció que debía marcharme con mi padre.

Era un niño, un niño que no entendía nada de que lo estaba sucediendo, vivía con mi madre, jugaba en mi barrio con mis amigos a la pelota, iba al colegio público y me lo pasaba bien jugando con mis amigos.
Y de la noche de la mañana, salí de mi pueblo montado en un coche agarrando fuerte a mi osito temblando de miedo.
Veía por la ventana a mi madre como cayó al suelo de rodillas diciéndome adiós con su mano.

— Alois qué gusto me da de verte.—Su expresión era feliz, la mía no tanto.

— ¿Porqué has contratado a Laura? —Las palabras me salían por sí solas. Estaba tan enfadado que tan solo hacerce a la idea que tendré que ver a Laura todos los días me daría algo y más sabiendo que es la novia de Héctor.
Hasta escalofríos me dan.

— ¿Hay algún problema porque haya contratado a Laura?

— Por mi no. Pregúntaselo a Héctor a ver qué opina sabiendo que su amada trabaja en la empresa de su abuelo.

— Esta empresa será vuestra algún día y ustedes la dirigirán.— Me desespera cuando empieza a dramatizar así.

Cuando se dará cuenta que tanto Héctor cómo yo hemos elegido el camino que más nos gusta.
Yo soy piloto y tengo mi propia empresa y Héctor es el galán de las telenovelas.
Algo que le va como anillo al dedo, puesto que es muy bien actor en todos los sentidos.

Al ver que mi abuelo no me va decir más de lo que me ha dicho, decido irme cuanto antes de su oficina, cada vez lo soporto menos cuando me mira arrepentido sabiendo el daño que me causó al separarme de mi madre y tener que crecer con la única explicación de que ella estaba muy enferma.

Cuántas noches le rogaba a Dios para que no se llevase a mi madre, puesto que nunca perdí la esperanza de encontrarme con ella.
Y cuando lo hice fue el peor momento de mi vida.

Mi madre, la cual me dio la vida no me reconocía, había crecido, me había echo un hombre pero... ¿acaso una madre no es capaz de reconocer a su hijo?
¿Porqué mi madre no supo de mí en todo estos años?

Muchas preguntas me he cuestionado a lo largo de los años, dando comienzo al odio, al rencor de haberme ocultado la verdad y ahora todo es demasiado tarde. Mi madre volvió ha rehacer su vida y yo sigo esperando que algún día pueda llamarme «Hijo»

Me fui de nuevo hacia mi oficina tenía un par de reuniones.
Al menos el trabajo se encargaría de mantener mi cabeza ocupada desviando de algún modo mis pensamientos de todo lo que me rodea.

Era tarde cuando salí de la oficina, llamé a Bianca proponiéndole ir a cenar.

Un rato después fui a buscar a Bianca a su casa.
Ella lucía hermosa pero su sonrisa no hacia juego con la luz apagada de su mirada.
Ese brillo de felicidad que Héctor le está arrebatando consumiendo su dicha tan despacio que ella misma va acabar por dejar de sonreír.

QUERER, NO ES OBLIGARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora