Pican a la puerta.
–Joder, ¿quién es a estas horas? –Gruño dándome la vuelta y cierro de nuevo los ojos.
El timbre vuelve a sonar.
–Me cago en todo. –Intento abrir los ojos y busco el móvil en mi mesita. Una vez lo cojo, lo enciendo y miro la hora. Son las 12:30. Vamos a ver quién es el que me ha despertado de mi sueño profundo.
Cuándo me levanto, cojo las chanclas y bajo las escaleras lo más rápido posible.
Oh mierda lo olvidaba, no puedo preguntar quién es porque el teléfono no funciona así que bajo más escaleras y miro por la vinilla. De repente me quedo sin respiración por unos segundos y las manos me las llevo a la boca.
No me lo puedo creer, ¿Qué está haciendo aquí Dylan? Antes de abrirle, me miro en el espejo que hay en el recibidor. Dios mío, tengo unas pintas horrorosas, y mi cara… Me hago un moño rápido y mal hecho. Cierro los ojos y respiro profundamente antes de abrir la puerta.
–Buenos d- –dice Dylan con una sonrisa cuándo lo corto por completo.
–Dylan, ¿se puede saber qué haces aquí? –tengo los ojos hinchados y como que me da un poco de vergüenza que se ría de mi cara–. Como verás, no estoy muy favorecida por las mañanas… –miro al suelo, no aguanto su mirada.
–Tranquila por eso, nadie está favorecido por las mañanas, excepto tú. –Dylan enseña su ámplia sonrisa seductora.
Me lo quedo mirando con las cejas levantadas.
–Que pelota llegas a ser.
–Bueno el caso es que… –Cambia de tema después de negar con la cabeza mirando hacia abajo.
Dylan empieza a hablar pero no le hago caso. Simplemente me quedo mirándolo, embobada. Me atraían sus ojos, su boca, sus brazos, su espalda, su sencillez, su seriedad, su tranquilidad a la hora de expresarse, su forma de hablar, su voz y su sonrisa. En fin, esa persona me atraía más que cualquier otra en mi vida.
–¿Qué me dices? –Dylan me pregunta con expresión de estar alegre.
–Perdón, ¿qué me decías?
–¿Has escuchado algo de lo que te he dicho? –me pregunta Dylan riéndose por dentro sin poder disimular.
–Em, si te digo la verdad, no. –Miro al suelo por milésima vez, sus ojos me intimidan.
–Claudia, mírame –Me dice cogiéndome la barbilla y levantándola hasta la altura de sus ojos pero los esquivo rápidamente y me miro las uñas.
–No puedo.
–¿Por qué? –su voz suena preocupada.
–Porqué… me pongo nerviosa.
A Dylan le sale una sonrisa juguetona.
–Bueno, ¿qué me decías? –Esquivo el tema. En realidad no sé por qué he dicho esta tonteria.
–Espera, antes tengo una curiosidad. ¿En qué estabas pensando? –Me dice con mirada curiosa.
–Nada.
–¿Seguro? ¿No estarías pensando en mí?
–Ya te gustaría. –Intento controlar los nervios–. Y ahora dime que es lo que me estabas diciendo.
–Ah sí. Bueno, me preguntaba si tenías móvil –dice frotándose el brazo y luego el cuello.
–¿Estás preguntando a una niña de 15 años si tiene móvil? –lo digo con tono vacilante.
–Sí.
Sale un suspiro de mi boca.
–Sí que tengo. ¿Por qué lo quieres saber? –como me pida el número me muero.
–¿Me das tu número?
Mis ojos salen de sus órbitas y yo me quedo quieta, sin saber que decir. Me pasa una mano delante de mi cara para que vuelva al planeta Tierra.
–Em si perdona. Apunta.
–Está bien.
Saca su I-phone y le dicto mi número.
–Bueno, hablamos por aquí, entonces. –Dice Dylan a la vez que arranca su moto.
–Espera, has venido aquí, ¿solo para tener mi número de móvil?
–Podría decir que sí.
Sin poder evitarlo, sonrío.
–¿Me das un beso? –Dylan enseña su sonrisa seductora.
Me acerco a él hasta tener su boca a centímetros de la mía.
–No –le susurro y me aparto de él.
Mueve su cabeza y empieza a reírse.
No entiendo cómo he sido capaz de hacer tal cosa.
–Dylan, será mejor que te vayas, mi madre está en la esquina y no le hará mucha gracia verme con un chico.
–Está bien. Nos vemos otro día, Claudia. No te libraras tan rápido de mí. –Me sonríe y saluda con la mano.
–Nos vemos Dylan –le devuelvo la sonrisa.
Cierro la puerta, suspiro y subo las escaleras. Me tiro al sofá y miro el número de Dylan, con una sonrisa de oreja a oreja esperando a que me abra. Abro a las chicas en whatsapp para quedar y explicarles todo lo que acababa de pasar.
Yo: Chicas, ¿quedamos esta tarde? Os tengo que contar de cosas…
Lucia: Sí, tienes que contarnos muchas cosas. A mí esta tarde me va genial.
Kate: A mí también. ¿Quedamos en una heladería? Es que me apetece un granizado.
Yo: Perfecto.
Lucia: Nos vemos a las 5 allí.
Cierro whatsapp y levanto el grifo de la bañera para que se caliente el agua y tener un baño relajante para poder pensar con claridad todo lo que acababa de pasar. Dios, no podía parar de sonreír. Era pensar en su nombre y ponerme roja. Me quito la ropa y toco el agua con la punta del dedo índice de mi mano.
¡Auch! Qué dolor, esto quema un montón.
Giro el grifo para que salga el agua más fría. Cojo un bote de champú para el cuerpo y lo estrujo en la bañera para que caiga un chorro. Antes de meterme, pongo una alarma en el móvil a las 16:00 por si me quedo dormida. Meto una pierna y después la otra.
Me tumbo poco a poco y empiezo a mover el agua con mi mano hasta que salga espuma y cierro los ojos hasta quedarme relajada y dormida.