Toco el piano con delicadeza, con cada nota me sentía relajado, es de las pocas cosas de este planeta que me ayuda a no pensar, a no pensar en ella ni nada que me haga daño.
Apunto las notas a medida que mi melodía avanza, y de nuevo comienzo a tocar, me siento realizado y presiento que conseguiré terminar la canción, pero tocan al timbre.
Espero un par de minutos haber si la persona detrás de la puerta se cansa y se va pero tras pasar los cinco minutos vuelve a tocar.
Me levanto impotente y frustrado, no sabía quien había detrás de la puerta y ya sentía cierto odio hacía ella, abro la puerta sin cuidado y sin expresión alguna en mi rostro, abro mis ojos con gran sorpresa y frunzo el ceño, ¿Qué hace ella aquí? No puedo evitar mirarla de arriba a abajo esta tiritando, sus pantalones vaqueros negros estaban rotros y no por la extraña moda, su camisa y toda ella estaba empapada, me quedo así un buen rato, analizandola, su pelo negro caía por sus hombros y se pegaba a su pálido rostro, sus ojos sin luz se mostraban afligidos, sus labios habían adquirido un tono morado y no paraban de temblar.
— ¿Vas a dejarme pasar o prefieres seguir mirándome mientras me da una hipotermia?.— Me dice indiferente.
Pasa al interior de mi casa dibujando en el suelo un charco de agua.
—¿Qué te ha pasado?.— Digo mientras cierro la puerta de entrada.
— Nada, había salido de trabajar, iba camino a casa cuando...
— Espera, espera, ¿Trabajar?.— La interrumpo haciéndola enfadar.
— Si.— Contesta ella de mala gana.
— Déjame adivinar, te has tropezado.
— ¿Tan torpe soy?.—Dice abrazandose a si misma. Todo indicios de enfado se disipan, rio levemente.
— Ven, te curare eso.— La acompaño hasta el baño, y puedo fijarme en que va cojeando, deja un rastro de agua asta él y al llegar se sienta sobre el lavabo, yo mientras empiezo a buscar el botiquín entre los armarios.
Por fin y desesperado, encuentro la caja roja con la cruz blanca, la abro y extraigo de ella un par de vendas, y algo para curar sus heridas, estaba rota, por dentro y por fuera, si hubiese tenido oportunidad de elegir tal vez no hubiese venido aquí, pero me alegro de que no las tuviese, me alegro de ser yo quien le sane sus heridas.
— Quítate el pantalón anda.— Le digo mientras vierto alcohol en un pequeño trozo de algodón.
—¿Perdón?
Giro mi cabeza y la miro directamente a sus lindos ojos claros.
— Tienes heridas en las rodillas y te has torcido el tobillo, si no te lo quitas no podré curarte.— Le digo sosteniendo la mirada.
Se levanta con pesadez y desabrocha la hebilla del pantalón, desvío la vista y vuelvo a mi tarea para evitar mirarla y a ser posible evitar mis sentimientos.
Vuelve a sentarse, voy a empezar con mi trabajo cuando me fijo en sus braguitas con dibujos de mariposa, me sorprendo y alzo una ceja, rio y niego con la cabeza, noto como se ruboriza adquiriendo así sus mejillas un tono rojizo.
— No sabía que vendría aquí.
— ¿De haberlo sabido te hubieses puesto más sexy?.— Le digo con un tono picante mientras ensacho mi sonrisa. Ella se limita a rodar los ojos.
— ¿Por qué siempre eres tan idiota?.— En ese momento presiono el algodón en la herida de su rodilla, ella se queja.
— Si te sirve de consuelo, da igual lo que te pongas, para mi siempre vas a ser sexy.— Ella ríe.
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Tarde, Espero Que Nunca
Teen FictionSu vida no es facil, ya no le ve rumbo, tampoco sentido, asi que decide hacer algo por la humanidad y escribe cartas a la espera de que alguien la ayude. Un dia como hoy , como cualquier otro Chris encuentra las cartas, por error , por curiosidad...