Me miré al espejo una vez más, inspeccionándome por última vez. Definitivamente no había manera de que me viera más horrible. Las bolsas negras debajo de mis ojos delataban lo poco que había dormido durante esta semana. Mi cabello enmarañado debido al poco interés que tenía en arreglarlo no le ayudaba mucho a mi apariencia, y mi ropa barata, terminaba de arruinarme.
Me sentía miserable.
La vida definitivamente es irónica. Si me hubiese visto en este estado hace tres semanas atrás habría sufrido un paro cardíaco, pero actualmente estaba demasiado rota como para que aquello sucediera. No era capaz de sentir ni siquiera lástima por mí misma. Ya no me importaba mi apariencia, no me importaba el hecho de no llevar puestos mis zapatos y mis bolsos de diseñador. Estaba vacía, sintiendo solo como respiraba. Yo había muerto aquel día, cuando lo perdí todo y fui testigo de como me arrancaron la vida en cuestiones de segundos. Lo que quedaba de mi eran solo pedazos inservibles que ya no podían reconstruirse.
Se supone que hoy debería ser un día importante, era mi primer día en la universidad pública de Norfolk, pero no sentía nada al respecto, ni siquiera tenía el mínimo entusiasmo en iniciar el semestre, pero la abuela se había encargado de recordarme lo mucho que mamá deseaba que estudiara sin importar las circunstancias, y accedí solo por ella.
—¡Grace vendrá por ti en unos minutos! —escuché a la abuela gritarme desde la planta baja.
¡Genial! Este día no podía ser peor.
Grace era nuestra vecina, teníamos la misma edad y mi abuela estaba empeñada en que nos hiciéramos amigas. Ha estado estas últimas semanas viniendo a casa para hacernos compañía, y debo aclarar que aquello me molestaba bastante porque ya le había dejado claro que no necesitaba interactuar con nadie. Quería estar sola, no quería una amistad y tampoco la necesitaba.
Grace no me agrada.
Es tan parlanchina y risueña, siempre mantiene una sonrisa en su rostro, como si quisiera presumir su patética felicidad. Me irritan las personas que siempre sonríen sin ninguna razón, aveces siento deseos de ofenderla y quitarle esa sonrisa ridícula de su rostro, pero luego recuerdo que ella ha sido la compañía de la abuela durante varios años y ese deseo se desvanece.
Tomé el bolso que yacía sobre la cama y salí de la habitación bajando las escaleras, dirigiéndome hacia la sala donde se encontraba la abuela sentada en aquel sillón viejo sosteniendo un libro sobre su regazo.
—No puedo creer que le hayas pedido a Grace que viniera a recogerme, puedo irme sola —me quejé con molestia.
La abuela retiró los lentes de su rostro colocándolos encima del viejo libro, para luego posar su mirada en mí delgada figura.
ESTÁS LEYENDO
Descubriendo el amor © (Borrador)
Romance❝Dios nunca cierra una puerta sin abrir otra, pero tienes que estar dispuesto a entrar por ella.❞ (Apta para jóvenes de 15 años en adelante). ⇩