MARK JR I

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-Creo que fue lo mejor que pudimos haber hecho, lord Jaime -Aduló Mark sentado en el sillón acolchonado por caliente y suave lana de borrego. Muy cómoda para ambos.

-Ya lo creo, lord Mark -Admitió un poco forzado. Pero no lo demostró-. Su hijo al final contrajo matrimonio con mi hija y con suerte el primer hijo que tengan será un varón.

-Uno de sangre caliente y maciza-Añadió Mark casi sonriente. Demostraba su empatía cordial y solemne a un hombre que muchos sabían, era difícil de tratar-. Los Berfield son duros de conquistar. Su hija no parecía muy a gusto en la ceremonia.

-Es sólo que siente inseguridad. Ya ha perdido ha otros prometidos y se siente insegura de que los dioses se lleven a este también.

-Los dioses se lo llevaran -Dijo con tristeza en sus palabras poco audibles-. Los dioses nos llevaran a todos y cada uno de nosotros. Por algo son los seres supremos de esta tierra que han dejado olvidada.

-Los dioses no olvidan, mi lord -Aseguró Jaime. Mantuvo la vista fija en un punto indescifrable en la habitación. Quedaron sus ojos en un punto de agonía cercano a la muerte-. Los hombres olvidan, los animales olvidan, pero los dioses. Los dioses no olvidan, mi lord.

Mark pensó. Por un pequeño instante se hizo la idea con el futuro y la memoria de los dioses que Jaime planteaba. Sin embargo no le dio mucha importancia, a pesar de que demostró gran inquietud al comentario.

-¿Ha estado bien?

Jaime recobró el sentido que difuminó por su respuesta.

-¿A qué se refiere? -Se sintió extrañado. Hace años que alguien que no fuera de su séquito que no preguntaba aquello.

-Ya sabe. Si usted está bien -Afirmó confiado-. Comúnmente la gente de talla mayor como usted y yo no nos encontramos en el mejor estado.

-Explíquese.

-Bueno, no lo quiero ofender pero usted tendría la edad de mi padre si él aún viviera. Y para ser francos no creo que se encuentre en sus mejores etapas.

Era cierto, Jaime era de aquellos que no demostraban su edad. No por su físico, cosa que lo ayudaba. Incluso su esposa, Susan Fox, se veía como el actual rey y reina. Con una diferencia física enorme.

Jaime comenzaba a dar pequeñas muestras de su vejez con arrugas profundas en el entre cejo y en la barbilla. La grasa de los brazos apenas empezaba a caerse al igual que un columpio muy usado y vetusto. Era por lo único que Jaime pasaba en su etapa actual de ser mayor a los 56 años de edad.

-¡Oh, su padre! - Sus ojos reflejaron un destello casi visible de su culpabilidad. Mark no observó nada mas que un poco de tristeza-… Un gran hombre. De verdad. Alguien que admiro demasiado.

-Gracias -Contestó alagado mientras hacía una reverencia muy discreta-. Me hubiera gustado haberlo conocido como usted lo conoció.

-Sé que le hubiera encantado -Jaime sentía que la culpa lo haría sentirse en un agujero profundo por el cual la única salida sería la verdad-. A menudo me contaba de usted.
Mark figuró la sonrisa más sincera que había demostrado desde hace tiempo atrás.

-Decía como era usted -Continuó-. Adoraba su cabello negro. Él lo tenía un poco alaciado y café. También me llegó a contar que fue muy difícil para él abandonarlo he irse a la guerra, pero decía que los deberes de un hombre no debían arrastrar a la tumba a sus hijos. Sr Mark siempre fue un hombre de palabra y de honor. Nunca rompió las reglas por su bien o el bien de otros, hacía lo que era lo correcto, no lo que él creía correcto… eso le costó la vida.

CRÓNICAS DE GAWRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora