El primer paso

46 8 3
                                    

 Hoy era el día. El día que tanto retrasé con una y mil excusas; pero está decidido, hoy por fin lo haré.

 La noche anterior me quedé en vela imaginando todos los finales posibles y las consecuencias que esto podría conllevar, y aunque hay pocas posibilidades de que salga bien de todas formas allá voy.

 Estoy de camino a la escuela, a unas pocas horas de realizar mi cometido. Mis nervios son tales que no pude comer nada en el desayuno. Mi corazón no para de palpitar sin control y mis vellos se me erizan al pensar la probabilidad de que algo pueda salir mal... Y sé como se llama esta dulce y al mismo tiempo amarga sensación: amor.

Después de varios meses llenos de dudas, angustia, confusión y, sobre todo, deseo, por fin tengo en claro mis sentimientos tras una larga lucha de continua negación. Fue difícil percatarme de que esto que siento no es cariño, ni una gran amistad; sino amor. Pero ya estoy aquí, en mi escuela, a punto de declararme a la persona que lleva tanto tiempo rondando mis pensamientos, el cual es casualmente mi mejor amigo.

 Ya han pasado las tres primeras horas de clase, tres horas interminables a mi parecer, pues al estar él en un curso mayor que yo no pude verlo. Aunque puede que fuese mejor así, pues no sabría como reaccionar si descubriese mi constante inquietud. Recojo el cuaderno, el libro y el estuche. Como después del recreo tengo clase en el mismo lugar, dejo la mochila en mi asiento para acto seguido irme del aula, no sin antes coger la carta que lo decidiría todo del bolsillo externo de la mochila y colocarla en el bolsillo derecho de mi sudadera, cuidando de no arrugar el preciado papel en el que estaban expuestos mis secretos y reservados sentimientos hacia mi mejor amigo.

 Después de coger la carta fui al sitio donde suele ir en el recreo: el invernadero de la escuela; sin embargo, no había rastro de mi amado. Empecé a alterarme, pues el que no estuviese en su lugar habitual no entraba en mis planes, así que no se me ocurrió otra cosa que levantar cada piedra de la escuela para encontrarle a toda costa antes de que finalizase la media hora del recreo. Busqué en la parte trasera y delantera del exterior de la escuela, en los patios, en el primer piso, preguntando a cada persona que me topaba en el camino si lo habían visto. Cuando llegué a las últimas aulas del segundo piso, las cuales pertenecían a los clubes, ya estaba asimilando que lo mejor sería rendirse, pues el destino así lo quería; al fin y al cabo todo esto tan solo era un error...

 Eso pensé, hasta que una figura esbelta, de aproximadamente unos 180 centímetros de altura, con el cabello desordenado, lo cual lo hace irresistible, espalda y hombros anchos, vaqueros como el azul que se puede hallar en alta mar, camisa de color negro con el logotipo de uno de nuestros grupos favoritos, Evanescence, la cual consiguió en un concierto al que fuimos juntos hace a penas unos meses, mirada dulce dulce, tierna e inocente como la de un niño y tan traviesa y pícara como la de un adolescente al experimentar nuevas sensaciones, ojos verdes de color esmeralda con los que podría perderme mirándolos durante horas, unos pequeños hoyuelos que se marcaban con su característica sonrisa con una paleta rota -debido a que se la partió al chocarse contra la barra de un columpio del parque frente a mi casa mientras andaba absorto en sus pensamientos-, esas piernas dignas de un atleta y, por supuesto, ese andar tan único que a simple vista pudiera parecer extraño y erróneo pero que en cambio a mi me enloquecía... Sin duda era él.

-¿Se puede saber qué estás haciendo aquí? Llevo más de quince minutos buscándote. Tengo algo que contarte -le pregunté en cuanto estuvimos a aproximadamente un metro de distancia, con el corazón latiendo a cien por hora sin control y con gotas de sudor recorriendo las palmas de mis manos y mi sien, haciendo que mis cabellos se pegasen levemente al rostro.

 No podía creerlo, al fin lo haría, al fin le contaré sobre mis sentimientos. Aunque, claro está, siempre existe la posibilidad de que piense que es una estupidez y que todos estos años de amistad sean desechados a la basura en cuestión de segundos. Pero, quien no arriesga no gana, ¿no?

Be YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora