Veinte

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Dedos presionando teclas, humo de café recién preparado, teléfonos recibiendo llamadas, tacones, grapadoras

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Dedos presionando teclas, humo de café recién preparado, teléfonos recibiendo llamadas, tacones, grapadoras.

Steven apretó los ojos y los abrió de golpe, cuando la puerta se cerró detrás de él. Todos estaban sentados en torno a la mesa de juntas, Eddard estaba diagonal a él y Adam a su lado. Todo el equipo de trabajo estaba presente, menos Jessica.

Los días de la semana pasada, la había visto entre poco y nada. Ella caminaba a paso rápido entre los pasillos y las oficinas, completamente ensimismada en su trabajo. Todos sabían lo que había pasado la semana anterior, pero aparentemente nadie decía nada. Eddard aún tenía unos moretones en su rostro y Steven un ligero rasguño en su mandíbula. 

Su jefe no había hecho preguntas y ellos tampoco osaron en contarle. Era la primera junta que se hacía desde la pelea. A pesar de que el ambiente parecía liviano, el interés por la repentina ausencia de Jessica se despertó en todos, incluso en Steven. Y su curiosidad aumentó cuando su jefe dijo que ella ya no hacía parte de su grupo.

Steven no supo si se refería a los pocos que estaban reunidos o a la empresa como tal y le dirigió una mirada dubitativa a Adam, quien se encogió de hombros. Todos empezaron a discutir el tema central que era el proyecto, pero Steven estaba viajando en su mente. Sopesaba las posibilidades de su desaparición y cuestionó su culpa, aún así cualquiera que tuviera dos dedos de frente habría notado que un enorme peso se había quitado de sus hombros.

Después del fallido intento de suicidio de Melany, la situación había encontrado quietud, como la llovizna ligera que se hacía después de un huracán. Una mañana, Steven despertó y ella no estaba a su lado, la encontró en el patio de ropas, programando la lavadora. Le dijo con voz cauta, que se alistara que había preparado el desayuno. Y así habían corrido los demás días, como si los últimos meses no hubiesen tenido lugar.

Sin embargo, Melany no bromeaba, no sonreía, tampoco reía. Ella expresaba calma, pero no alegría. Steven estaba contento de que poco a poco todo tomara su lugar, sin saber bien que las lloviznas que no terminan pueden pronosticar otra tempestad. Eran dos conocidos que compartían la misma casa, porque sus pieles ya no se rozaban ni siquiera por accidente. Pero ver la paz en los ojos de Melany, le devolvía cierta felicidad al corazón y le prometía que todo iba a seguir mejorando.

***

Bebió un sorbo de su gaseosa y se dirigió al baño a lavar sus manos. Se humedeció el cabello y cuando estaba secándose con una toalla de papel, vio el reflejo de Jessica pasar por la parte de afuera del restaurante. No dudó mucho en ir en su búsqueda. Ella iba de jean, con una blusa holgada; no la había visto así nunca y fue curioso. 

—¡Jessica! — Llamó, corriendo viendo su ligera figura meterse entre la gente de la calle. Ella le vio, por su rostro pasó sorpresa. Él jadeó buscando calmarse y ella esperó, curiosa por saber lo que diría —Hoy, no estabas.

—Renuncié. —Anunció, pasando su peso al otro pie —No te preocupes, no tendrás que verme de nuevo.

—No, Jess, yo... —Ella evadió su mirada, con un rastro de dolor diluyéndose en sus ojos. —Jamás quise perjudicarte o herirte. No estaba pensando cuando hice lo que hice y me refiero a todo.

— ¿Por eso todos empezaron a decir que era tu amante? ¿Por eso todos inventaron cosas de mí? 

Él la vio extrañado, sin entender ni una sola palabra, negó con la cabeza. Ella relajó su expresión, como reaccionado. Lo vio por unos segundos.

—Después de que pelearas con Eddard en el antro, todos empezaron a decir que habíamos dormido juntos, que por mi culpa tú y tu... esposa, se iban a divorciar. Todos murmuraron cosas, incluso Eddard empezó a susurrarme groserías en los pasillos... No sé qué dijiste, pero da igual, ya está hecho.

—Yo nunca dije que hubiésemos tenido sex... —Se pausó cuando ella le advirtió con la mirada que no lo dijera. —Jess, eres hermosa y de verdad me gustas, no te mentí sobre eso, pero amo a Melany y mi matrimonio se estaba derrumbando, tú fuiste mi escape, mi apoyo... Lamento haberte usado, de verdad, no sabes cuánto lo siento.

Jessica le sostuvo la mirada, inexpresiva y de pronto murmuró: 

—No te preocupes, todos tienen lo que merecen en su debido momento.

Y se fue.

UNA ROSA MARCHITA │COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora