Siempre serán eternos (Carta a mis abuelos)

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  Como si fuera ayer y el tiempo no pasara, como si las arrugas de vuestra cara fueran un complemento más, como si no fuéramos conscientes de que los días pasan factura. Como si quisiéramos taparnos la realidad con una venda y cogeros la mano para siempre, como si buscásemos no perderos nunca y que el olor de nuestro plato favorito de la abuela no desapareciera algún día. Me habéis hecho creer en lo eterno, en que, si algo se rompe, no se tira, se arregla. En que los héroes no siempre llevan capa, a veces hasta les faltan dientes y caminan lento. Me habéis hecho creer en que se puede mirar a los ojos y ver magia, sin trucos, sólo con unas manos que aprietan fuerte y que nunca sueltan. El mejor lugar cuando todo dolía era tu regazo, abuela. Abrazándome los miedos y calmando las tormentas que no dejaban de llover por dentro. Que la vida no es fácil, pero que puede ser más llevadera si se te escucha un domingo en el sofá a media tarde o cuando sea. Que con vosotros la cocina siempre estaba abierta y se podía jugar con todo, incluso con la hora de irse a dormir cuando era pequeña. Por las veces que viniste con el coche a por mí al colegio, como si llevases una carroza y me evitaste empaparme de pies a manos los días lluviosos, abuelo. Por la paga extra de vez en cuando y las estrenas de Navidad, que, sin tener, dabais para que me comprase lo que quisiera y ojalá hubiera podido comprar más vida para vosotros. Por vuestra anciana sonrisa que siempre ha demostrado amor, del de verdad y no del de ahora. Por enseñarme que puede existir la pasión después de cincuenta años con la misma persona, por no rendiros nunca, aunque fuera por mí. Por seguir adelante, con el peso de la familia a cuestas, por nunca agachar la cabeza, por estar siempre ahí. A vosotros abuelos, por hacerme creer en la eternidad, por hacerme olvidar qué es la palabra efímero si se trata de vuestros nombres, por desplegar esas alas tan vuestras y hacerme creer en la inmortalidad. Al menos la del amor que nunca sabré escribiros. Porque es inefable. 

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