Capítulo III: Mojito para la señorita

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Domingo 27 de Mayo

No le comenté nada a mi madre ya que no soy de hablarle de chicos, y tal vez lo tomaria de mala forma; por otro lado, le dije que mi amiga Milagros (a la que llamé ese dia) quería ir al café para conocerlo (al café) y que iría esta tarde, ella aceptó.

Al momento de ingresar nos sentamos en una de las mesas que estaban en el ambiente donde él trabajaba, lo miré de reojo y para mi suerte, mi silla daba a la pared y la de mi amiga sí apreciaba todo el lugar, que lindo; no pude cambiarme de sitio porque iba a ser muy notorio. Vino un mesero a darnos la carta, un mesero muy guapo, venezolano también, la verdad, todos allí eran venezolanos.

Cuando regresó el chico mi amiga no decidia aun así que le dije al muchacho que venga en un minuto, a los segundos se apareció otro guapo y le dije lo mismo, al rato llegó un chico.

- ¿Les puedo tomar la ordén?

Era él, con su encantadora sonrisa, noté que sus ojos eran verdes, perfección me dije.

- Sí, quiero un café con leche, una hambuguesa, y ¿tú Milagros?. 

Le forcé a mi amiga para que pidiera rápido, se pidió un capuccino con crema y un pan con chicharrón. Él me sonrió y se fue

- ¿Es él?

- ¿Qué tal? ¿Mejor en persona que en foto, no?

- Bueno sí

En eso regresó un compañero suyo y me preguntó si quería hamburguesa normal o royal a lo que le respondí que normal.

Estuve platicando con mi amiga y en ratos volteaba a verlo y él, ya me estaba mirando; según mi amiga él estuvo apoyado en la barra mirandome siempre y no trabajaba, yo no le creía porque pues, no soy  un bombóm como otras muchachas, estuve platicando con mi amiga hasta que él se volvió a acercar y me puso un vaso que tenía mucho hielo, liquido ligeramente verde y unas hierbitas.

- Para ti, de mi parte (me dijo soriendo)

Está bien, si seguía con esa sonrisa me iba a enamorar, le agredecí, él se fue y grité en voz baja mientras él estaba volteado. Sabía que era trago, yo soy de comer pero aun no sé cómo me entró la hamburguesa, el café y esa vaso. Pagué la cuenta y simplemente lo miraba y él ni se acercaba para platicar algo, me despedí de lejos y me fui.

Estuve gritando y saltando por la calle, gritando a los cuatro vientos lo felíz que era, nos encontramos con la mamá de mi amiga, me embarcaron en el bus correspondiente y me fui a casa.

Llegó la noche y me puse a platicar con él, me dijo que no estaba seguro si darme el trago:

- ¿Te gustó?

- Me encantó (para ser sincera no me gustó mucho el tal mojito)

- Te lo di y después me puse a recordar que tal vez no tomabas licor hasta que te vi tomando todo y me calmé

- Ah, no te preocupes si me da, yo tomo.



Una historia muy hermosa...para ser tan cortaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora