Capítulo 11

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“Te quiero más de lo que yo pensé.”

Katerine continuaba siendo la niña sonriente e indecisa de siempre, y por tanto, no sabía que hacer en ese momento. Hasta que, inconscientemente, sus labios empezaron a expresar preocupación con mezcla de timidez.

-Lo siento por todo, Harry-seguidamente, miró a sus padres-y a vosotros también, señor y señora Elgort-volvió a mirar a Harry, esta vez de reojo-sé que su hijo no se lo merecía.

Ryan, el padre de Harry, miró a esa niña con mirada dulce y, con una voz que inculcaba confianza, le contestó.

-¿Sabes que, Katerine? Harry fue educado por una reina, su madre, y con eso, ha aprendido a tratar a las chicas como princesas. Y para él, si eso significa tener un ojo morado-miró a su hijo- no dudes que lo tendrá. No te sientas culpable, le importas, y eso es suficiente-Terminó de decir, a la vez que se dirigía a Kate de nuevo. Acto seguido, le tocó la nariz, y ella, acompañada de unas últimas lagrimas regalimando por sus mejillas, lo abrazó. Al ser tarde, y después de ese maravilloso abrazo entre un Elgort y un Evans, cada familia decidió ir a su respectiva casa.

Un mundo lleno de insomnios para Katerine le invadió la última noche. Había perdido a Peter, aunque pensándolo bien no le importaba mucho. Ella había amado de él las cosas que, precisamente, él odiaba de si mismo. Todas, menos romperle la cara a alguien para sentirse mejor, obviamente. La razón por la que ella se alejó fue que lo peor de todo era que Peter no se arrepentía de haberlo hecho, de lo contrario, ya lo hubiera reconocido. Eso quería decir que realmente estaba orgulloso de haberlo hecho. Quería, una vez más, evadirse de todos esos pensamientos negativos. Se dio cuenta que estos le hacían peor persona, y preocupaba a la gente que realidad le quería de su alrededor. Así que, decidida, bajó a desayunar. Romy, su madre, le había preparado tostadas y un zumo de naranja.

-Esto sí que son buenos días, mami-Dijo Katerine, abrazandola.

-Buenos días, campeona- Respondió Romi.

Pero Katerine, en ese momento, no se sentía campeona. Es más, para ella esa etiqueta debía estar a unos metros de su casa, en el corazón de Harry. Un corazón por el que ella estaba preocupada. ¿Cómo estaría Harry? Decidió que después lo llamaría. Ahora, en cambio, quería disfrutar de un buen desayuno en familia. Detrás de ello, un buen día de compras, dónde Kate llevaba parte de ventaja, pues que tuviera los ánimos tan bajos hacia que sus padres tuvieran más necesidad y ganas de comprarse cosas para de una manera u otra, animarla. Fueron a comer al McDonald’s y Kate, como de costumbre, no quiso comer nada. Al final, terminó haciéndolo.  Una vez llegaron a casa tras esa intensa mañana, Katerine decidió llamar a Harry para saber cómo estaba.

-Hola ricitos, ¿estás mejor?-Dijo Katerine, cuando Harry descolgó el teléfono a la tercera señal.

-Bueno, sin tener en cuenta de que me has despertado de un sueño en el que tú estabas, todo bien.

-Joder-rió-encima que me preocupo por ti.

-Es broma-dejó caer Harry-una llamada tuya nunca sobra, fea.

Bueno-continuó Kate, ¿quieres que vaya a verte cuando te hayas despertado del todo?

-Creo que eso será imposible-aclaró Harry-quiero volver a dormirme, ahora venia la mejor parte. Ven de todas formas, eh.

-¿Y cuál es esa mejor parte?-Preguntó Kate.

-No puedo decirte nada. Los sueños, sueños son.

-Después te veo, entonces. Disfruta de tu sueño, ese misterioso sueño donde salgo yo-Aclaró Katerine, y colgó.

Decidió que hora de echarse la siesta ella también. Así que durmió. Durmió. Durmió. Una vez y otra vez, tanto y tan profundamente, que para ella cuatro horas habían sido tan solo 10 minutos. Cuando se despertó, reconoció que cada vez se parecía más a Harry, por lo mucho que podía dormir sin cansarse. Miró el reloj. Eran las 7:36. Se puso lo primero que vio, aún así iba guapa. Se arregló, se peinó y maquilló. Parecía una cita, y no una visita. A pesar de ello, le gustaba hacerle sentir a Harry que tenía algo grande a lo que aspirar, aunque solo lo sintiera él y no ella misma. Cuando terminó, bajó y fue dirección a su casa.

-Buenas tardes, señora Elgort-Dijo, con voz tímida.

Hola, cariño-Contestó Rachel, con un tono de voz entrañable.

-¿Podría pasar a ver a Harry?-Le preguntó, aún con más timidez.

-Cómo si estuvieras en tu casa, reina- Dijo la madre de Harry- Esta en su habitación- Añadió.

Subió las escaleras de su dúplex, y se dirigió a su puerta dónde tenía un poster gigante de Nirvana. Picó a la puerta, y al oírlo decir “Pasa”, entró.

-Hombre, si está aquí la fea más bonita-Dijo Harry, mientras reía.

-No seas imbécil-contestó Katerine.

-Muchas gracias por lo de imbécil, cuanto amor se respira aquí.

-No hay de qué, Harry. Y bueno-hizo una pausa-el amor se puede expresar de muchas maneras.

-Lo sé. Si has venido a ver cómo está tu superhéroe, aquí estoy, y estoy bien.

-Superhéroe.. Que avanzado, ¿no?-Dijo Katerine, con sarcasmo.

-Si, muy avanzado. Un superhéroe, y también un supercaballero que te va a invitar a dar una vuelta.

-No llevo dinero-Aclaró Katerine.

-¿Que parte de “te invita” no has entendido?-Preguntó.

Harry cogió, al igual que Katerine, lo primero que encontró por el armario. Se quito la camiseta y se puso una de tirantes Hollister. Katerine, en ese momento, empezó a arder. Nunca había visto tanto cuerpo de su queridísimo Harry, y ahora más queridísimo todavía. Fue con los mismos pantalones con los que iba por casa. Qué lástima.

Andaban juntos, sin encontrarse pero sin perderse, mirándose de reojo, sin saber porque, sin preguntarse pero tampoco sin querer responderse. Harry la llevó a una heladería que había en la avenida Damrak.

-De que quieres el helado, ¿de fresa como el color de tus labios, o de chocolate como el color de tus ojos?

-Harry, por favor, eres un cursi.

Harry empezó a reir, cada vez más, tanto que hasta le costaba pedir al dependiente el helado que quería. Esa risa contagiosa hizo que Katerine también empezara a reír.

-Fresa está bien- dijo al final, Kate.

Seguían caminando por las calles de Amsterdam, bajo las nubes, con multitud de gente alrededor suyo. Ambos sentían cosas, ambos sentían la necesidad de querer cogerse de la mano y no soltarse, pero ninguno de ellos lo actuaba ni expresaba. Llegaron a sus casas, a la vez que el cielo empezaba a oscurecerse.

-Hemos llegado, y yo... Yo me despido-Dijo Harry.

-Gracias por invitarme, me ha gustado mucho el helado, andar por esas calles, y reírme sin parar.

-Te falta decir algo-Dijo Harry, con mirada seductora.

-¿El qué?

-Que has hecho todo eso conmigo.

Katerine lo miró y le hizo burla, expresando ira pero a la vez cariño. Harry se acercó a ella, y le besó la frente. Después de ello, ella giró para irse a casa, pero él la cogió del brazo suavemente.

-Ah, y al final pude ver como terminaba mi sueño- le susurró Harry.

-¿Cómo?-Dejó caer Katerine.

Harry se acercó aún más a ella, le cogió de la cintura y se acercó a su oreja.

-Con el beso-dijo-justo como quería que terminara. 

Hold me, idiotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora