CAPITULO 9 *Historias*

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*Narra Janaina*

Hicimos lo que la voz grabada nos decía y segundos después el avión se puso en posición vertical ayudado por máquinas exteriores. No pude siquiera pensar en lo que sucedía cuando el avión despegó de golpe tirándome hacia atrás. La presión hizo que los oídos me dolieran y la cabeza me diera vueltas; un pitido persistente se oía y las ventanas temblaban levemente. Giulliana al darse cuenta de cómo me sentía por el despegue me tranquilizó, diciéndome que era algo normal y que todo estaría bien, aunque lo que realmente me tranquilizó fue recordar a mi padre y su sonrisa al verme cada vez que volvía de sus viajes.

Una voz lejana casi inaudible me hablaba, intenté concentrarme más para poder escucharla y la voz se hizo más clara cada vez.

-¿Estás bien? - Ana me miraba desde el asiento de enfrente.

-Eh… Sí, creo que sí - dije sin entender muy bien la situación.

-La primera vez que viajé me pasó lo mismo, es normal.

-Ok.. ¿a dónde viajaste?

-A México, a ver a una amiga- dijo con cara triste

-¿Por qué esa cara?

-Nada...es...una larga historia.

-Y es un largo viaje- dijo giulliana con una mirada cómplice hacia mi

-Fui a ver a una amiga y punto - nosotras la miramos con expresión seria y sarcástica, como preguntándole si era enserio - bueno, bueno, yo… Viajé a México desde uno de los países “desaparecidos”... Un día antes del bombardeo.

Un silencio sepulcral se presentó entre nosotras.

Recordé el día que vi en la televisión el bombardeo de “los desaparecidos”; le decían así para suavizar el hecho de que la mitad de América latina había desaparecido por la caída de bombas experimentales norcoreanas. Uruguay, Argentina, casi todo Brasil, Paraguay, Bolivia y medio Perú quedaron destruidos y sumergidos en el océano Atlántico y el Pacífico; por el impacto y ondas de expansión Los Andes se derrumbaron sobre todo Chile y las Guayanas, Venezuela, Colombia y Ecuador quedaron inhabitables por radiación.

-Ni siquiera pude despedirme - dijo Ana en un tono apenas audible y con los ojos humedecidos mirando por la ventana - pero - dijo enderezandose y conteniendo la respiración, seguramente para no largar las lágrimas - eso es cosa del pasado y ya no importa.

-¿Por eso estás en esto?

-¿Qué?

-Lo que estamos haciendo ahora, ¿Lo haces por eso?

-Yo… Podría ser.

-Yo también lo perdí todo por las bombas.

Ana se giró y miró hacía Giulliana que había estado extrañamente callada hasta ahora.

Yo solo la abracé, sabía de qué hablaba ya que yo había estado en ese momento, con ella y lo poco que quedaba de su familia.

-Debo admitir que me da curiosidad saber qué es lo que sucedió, pero… se que te debe doler así que creo que me quedaré con la duda- dijo Ana

- No pasa nada, preguntame lo que quieras ya lo superé....creo -respondió Giulliana.

-Solo te haré una pregunta...¿Qué pasó?

Giulliana pensó unos momentos antes de contestar.

-Mis padres eran parte de un escuadrón de salvamento del ejército; habían sido avisados de un posible bombardeo, (cosa que sabemos ahora que era verdad) pero no se lo tomaron demasiado en serio, así que se dedicaron a sacar a sus familiares de la zona de peligro sólo por las dudas. En uno de los viajes para sacar a las personas de Latinoamérica, quedaron sin tiempo para escapar de las bombas. - la voz de Giulliana se quebró - Ellos…

-Dijiste que tú estabas con ella,¿no?¿Qué te pasó?- me dijo Ana de repente, seguro porque noto que esto le hacía mal a Giulliana y quiso cambiar de tema, aunque hubiera preferido que dijera otra cosa, no es algo que quiera decirle a todos.

-Yo vivía con mi padre en uno de esos países. Madre trabajaba en el ejército junto con los suyos - dije señalando a Giulliana - así que yo también fuí de las primeras evacuadas, sin embargo estábamos en el último avión que llegó a salvo así que la onda de radiación de las bombas nos alcanzó, esa es la razón de que mi padre y yo estuviéramos en el hospital.

-Cuenta la del Napo también - pidió Giulliana.

-¿Para qué? Además ya la conoces.

-Yo sí pero ella no - dijo señalando a Ana - además esa historia me gusta.

-Bueno, solo porque a mí me gusta contarla también - giré mi cabeza y miré a Ana que parecía esperar a que hablara - Bien, pues resulta que unos días antes de esa tragedia, en la puerta de mi casa nos dejaron una caja, como pensé que sería un paquete para mi padre lo metí a la casa y lo tiré sobre la mesa ratona, literalmente, gracias a eso la tapa se abrió y ví que adentro había un conejo dado vuelta, moviendo las patas en el aire como si tratara de correr. Lo dí vuelta, lo puse sobre la mesa ratona y el muy tarado salió corriendo para caerse al piso, entonces entendí que no sobreviviría solo por lo que decidí quedarmelo.

Las carcajadas de Ana y Giulliana se escucharon en todo el avión, me contagiaron y terminamos las tres retorciéndonos de la risa.

-Eso explica muchas cosas - dijo Ana, a quien ya se le salían las lágrimas por la risa.

-Señoritas, - una azafata se nos acercó- les pido por favor que se abrochen los cinturones y dejen de reírse como focas retrasadas con epilepsia, gracias.

Hicimos caso a la mujer y enderezamos los asientos. Minutos después el avión estaba en descenso lo que me provocó lo mismo que el despegue.

Cuando abrieron la puerta del avión Ana nos dijo que esperaramos a que el resto de las personas bajaran; cuando salimos, caminamos por un largo pasillo hasta la parte de adentro del aeropuerto y estuvimos media hora esperando a ver pasar nuestros bolsos por la cinta.

-Ahora solo tenemos que ir hasta donde está Cecilia para que nos de las identificaciones falsas - dijo Ana caminando hacia la salida - pero para eso hay que esperar a que Rita venga por nosotras.

Su FinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora