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Mirando el reloj cada dos segundos, la hora no se pasaba más, aunque por lo general, nunca volaban gracias al aburrimiento de convivir entre esas cuatro paredes junto a Verónica, Yanina y Leti. 

Soportando sus chistes de mal gusto, sus críticas a cualquiera que entrase a la oficina, ni las medialunas de la tarde ni hablar sobre ricos y famosos lograba aflojar mi postura. Para cuando la última de ellas se fue y yo terminé con la labor de ese día (fotocopiar unos formularios sobre la importancia de la vacunación según el calendario del Ministerio de Salud) hice mi recorrido de rigor, sabiendo que era el último día en que iba a ver a Fénix.

Una fuerte presión en el pecho, sumado a un mal gusto en la boca, me alertó del gran problema que se avecinaba: regresar a mi vida monótona y poco agraciada.

Habiendo quedado seleccionada para formar parte de un nuevo estudio de abogacía en el que me ofrecían menos dinero que lo que cobraba pero en el que me garantizaba salud mental, a punto de firmar el boleto de compraventa de mi departamento y en vistas de señar uno nuevo a ocho cuadras de mi actual domicilio, nada parecía llenar ese vacío irónicamente sofocante dedicado a Fénix.

¿Cómo seguir negándole su identidad?¿Cómo continuar mintiéndole en la cara?

¿Por qué no arrojarle la verdad e involucrar a su amigo?

Un egoísta "no puedo hacerlo" frecuentemente me visitaba por las noches cuando mi cabeza caía pesadamente en la almohada, antes de conciliar el sueño. ¿Pero por qué no podía hacerlo?¿Qué raro motivo me lo impedía?

Manteniéndome ciega no quería asumir que si yo le contaba lo que sabía de su vida, de seguro él correría a los brazos de su esposa y echaría por la borda toda la investigación y sospechas que su amigo mantenía y con la que yo, me había involucrado.

Sin una denuncia formal en la comisaría que indicara la desaparición de Fénix, o como legalmente decía su documento "Lucas Di Fassi", aun contábamos con la ventaja de investigar sin levantar suspicacias.

Con el resumen de su cuenta bancaria personal obtenido gracias a Osky y el hackeo de claves personales y correos electrónicos, estábamos en las proximidades de un dato que hacía ruido a Mariano: un seguro de vida a nombre de Lucas y por una gran suma de dinero.

Habiéndome aclarado en más de una ocasión que si bien se ocupaban de ciertos "arreglitos" en balances empresariales, nada le hacía presentir que la golpiza recibida por su amigo era en represalia a algún tipo de venganza laboral.

Los cañones apuntaban a Noelia Isvich, su angelada y hermosa novia de la escuela, quien era odiada por los tres amigos de Lucas: Mariano, Elías y Carlos.

Al entrar a la habitación de Fénix, la algarabía inundaba la sala: la enfermera Laura, el traumatólogo Achniuk, el neurólogo Griñé, su doctor de cabecera, el Dr. Robledo y la terapeuta, Jimena, brindaban con unos vasos de plástico y jugo de naranja.

─¡Acá estabas! ─Laura salió del grupo para tomarme de la mano y llevarme hacia la zona de festejo ─. Pensamos que te habías ido ─me ofreció un vaso, el cual acepté.

─No le perdonaría que se fuera sin saludarme ─Fénix posó sus manos sobre mis hombros y me dio un beso suave en la frente, como nunca había hecho hasta entonces. Lucía afeitado, con un aroma a perfume amaderado y vestido con la ropa que yo le había regalado días atrás. 

Sintiendo un cosquilleo recorrer mi columna vertebral, el aire fue denso y prontamente se llenó de unas tosecitas ajenas.

─Ella es la chica del milagro ─sostuvo Fénix, poniéndome en un altar inmerecido. Si él conociera mi verdadero pasado, jamás se le ocurriría decir algo semejante.

Como el Ave Fénix - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora