-23-

988 163 18
                                    

─Noelia...hay algo que quisiera decirte ─gimoteé, compadeciéndome de su dolor.

─¿Qué? ─ella había limpiado sus lágrimas con destreza, sin correr su maquillaje.

Fue entonces que mi celular sonó con el recado del mejor amigo de Lucas,  aquel que estaba moviendo cielo y tierra para desenmascarar un plan siniestro que la tenía como aparente autora intelectual.

"Necesito que mañana a la tarde nos encontremos en la confitería de Coronel Díaz y Santa Fe"; ese mensaje impediría mi suicidio verbal.    

Captando mi atención con ese pedido urgente, hice silencio, optando por una salida sin carga emotiva.

─Yo también perdí a alguien muy importante en mi vida y a pesar de todo, pude salir adelante ─invocando una conclusión que bien podía ajustarse a mi pasado, desvié el verdadero punto de atención.

─Lucas me abandonó ─tragó fuerte, envuelta en un dolor más que creíble, mencionando por primera vez a ese misterioso hombre que nos unía sin saberlo ─. La noche anterior a su huida, mientras se duchaba, le revisé el celular y descubrí mensajes íntimos y subidos de tono a otra mujer. Cuando le pedí explicaciones, él me zamarreó acusándome de poca mujer y un montón de agravios que prefiero olvidar...─cayendo desplomada en el sofá, su relato era sensible y doloroso.

Pero ¿decía la verdad? ¿Lucas era violento e infiel? Su declaración consiguió atrapar mi atención más de la cuenta aunque ganas por salir corriendo y lamentarme, no me eran indiferentes.

─Descubrí que me engañaba muchos meses antes de que tomara la decisión de irse para siempre. El dinero ya no alcanzaba, los llamados a cualquier hora por supuestos trabajos, sumados al destrato al que me sometía, hacían de la relación algo agobiante. Tampoco me trataba como antes. Trabajaba cada vez más y todas las semanas se juntaba con sus amigotes a jugar al fútbol hasta altas horas de la noche ─entregándome una versión distinta de los hechos que la obtenida a través de Mariano, me sentí entre la espada y la pared.

¿A quién debía creer: a esta mujer que le abría su corazón y las puertas de su casa a una persona a la que acababa de conocer o al hombre indefenso y pasional al que le había leído Cortázar y gracias a ello, había vuelto de la muerte?

Me dolía la cabeza de sólo encuadrar mis pensamientos.

─¿No pudo haber desaparecido por problemas financieros? ¿Ninguno de sus amigos supo nada más de él? ─pregunté, con la curiosidad más que despierta.

─Pensé en la posibilidad de un ajuste de cuentas, pero de su armario faltaba ropa que, supuse, se llevó al irse. Tampoco encontré una de sus valijas, ni su agenda. Él se llevó todo lo que amaba...menos a mí ─lloriqueando, tapó su rostro compungida y atrapada por la desilusión.

No obstante, me permití dudar: yo sabía que la novela de Charles Dickens había sido un regalo de su padre, un obsequio imposible de olvidar, incluso, faltándole la memoria.

Ese recuerdo, tan presente y sentido, bastó para notar un punto flaco en su relato tan bien armado y sumamente creíble.

─¿Entonces, suponés que tuvo un affaire? ─pregunté y obtuve una afirmación con su cabeza como respuesta.

Para cuando llegué a casa, el sentimiento del deber cumplido me reconfortó.

Sabiendo que probablemente esta noche sería una de las últimas en que la pasaríamos juntos, estaba dispuesta a terminar con la mentira de no saber nada de su pasado no sin antes ponerme de pie frente a mi cama y extender el conjunto de ropa interior de encaje color negro junto al portaligas haciendo juego, sobre ella.

Como el Ave Fénix - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora