Capítulo 36:

312 17 1
                                    

Me abrí paso entre la gente de los videojuegos, pasando el mostrador de los premios y los baños. Cuando pude ver las mesas de fútbol, Catalina no estaba en ninguna de ellas y tampoco Matt ni Jason.

― Parece que se fueron ― dijo Liam.
Sus ojos debieron sostener un poquito de diversión. Pero tratándose de Liam, podría haber sido algo completamente diferente. 
― Parece que necesitas a alguien que te lleve.
― Catalina no me dejaría ―, dije, parada de puntas para ver sobre la multitud. ― Probablemente estén jugando tenis de mesa.

Yo recorrí por todos lados mientras Liam me seguía, tomándose una soda que había comprado en el camino.
Él se ofreció a comprarme una, pero ahora, no estaba segura de poder tolerarla.
En el tenis de mesa no había ninguna señal de Catalina ni Matt.

― Quizá estén en las maquinas de pinball ―, sugirió Liam. Definitivamente él se estaba burlando de mí.

Sentí que mi rostro se ponía un poco rojo. ¿Dónde estaba Catalina?

Liam sostuvo en alto su soda, 
― ¿Segura que no quieres tomar algo?― Miré a la soda y luego a Liam.

Solo porque mi sangre se calentara de solo pensar en poner mi boca donde estuvo la suya, no significaba que tenía que decirle.
Busqué en mi bolso y saqué mi celular. La pantalla de mi teléfono estaba negra y no se encendía. No entendía como la batería estaba muerta cuando la había cargado justo antes de salir. Presioné una y otra vez el botón de encendido, pero nada pasó.

Liam dijo, ― Mi oferta sigue...

Pensé que estaría más segura si algún extraño me llevara.
Todavía estaba agitada con lo que había pasado en el Arcángel y no importaba cuantas veces intentara olvidarlo, la imagen de caer se repetía en mi cabeza. Me estaba... cayendo y luego la ronda había terminado.
Así de simple. Era la cosa más aterradora por la cual había pasado. Tan aterradora como el hecho de que yo fui la única que lo notó. Ni siquiera Liam, que estaba justo al lado mío.

Me di en la frente con la palma de mi mano. 
― Su auto. Seguro ella me está esperando en el estacionamiento.

Treinta minutos después había recorrido todo el estacionamiento.
El neón se había ido. No podía creer que Catalina se había ido sin mí. Tal vez había pasado alguna emergencia y no tenía ninguna forma de saberlo porque no podía verificar los mensajes de mi celular. Traté de mantenerme tranquila, aunque no pudiera.

― ¿Alguna otra opción? ― Liam preguntó.

No tenía ninguna otra opción. No estaba segura de aceptar la oferta de Liam.
En un día ordinario, él tenía peligro. Esta noche había una potente mezcla de peligro, amenaza y misterio.
Finalmente resoplé y recé por no estar a punto de cometer un error.

― Me llevarás directo a casa ―, dije. Sonó más como una pregunta que como una orden.
― Si eso es lo que quieres. ― dijo él encogiéndose de hombros.

Estuve a punto de preguntarle a Liam si él había notado algo extraño en el Arcángel, pero me detuve. Estaba demasiado asustada para preguntar. ¿Qué pasa si no me había caído? ¿Qué pasa si lo había imaginado todo? ¿Qué pasa si estaba viendo cosas que en realidad no estaban pasando? Primero el chico con la máscara y ahora esto. Estaba bastante segura que el que Liam me estuviera hablando a través de la mente era real, pero no estaba segura de lo demás.

Liam siguió pasando unos cuantos espacios del estacionamiento.

Una lustrosa motocicleta negra descansaba en su soporte. Él se sentó en ella, e inclinó su cabeza hacia el asiento tras él. 
― Súbete.
― Vaya. Linda moto ―, dije. Lo cual era una mentira. Parecía como una lustrosa trampa mortal.
Nunca antes había montado una motocicleta. Nunca. No estaba segura de que en esta noche quisiera cambiar eso.

Solo había un casco, negro con la visera teñida, y él me la ofreció.
Tomándola, balanceé mi pierna sobre la moto y me di cuenta de lo insegura que me sentía sin nada más que una estrecha silla debajo de mí. Deslicé el casco sobre mis rizos y lo abroché bajo mi mentón.

― ¿Es difícil conducirla?― Pregunté. Lo que en realidad quería decir era, ¿Es segura?
― No ―, dijo Liam, contestando mis dos preguntas, la que dije y la que no dije. Él rió por lo bajo. ― Estás tensa. Relájate.

Cuando él salió del estacionamiento, los movimientos de la motocicleta me hicieron sobresaltar. Ahora envolví mis brazos alrededor de él, en un abrazo de oso al revés.
Liam aceleró en la autopista y mis caderas se apretaron contra él. Deseé ser la única en haberlo notado.

Cuando llegamos a mi casa, Liam detuvo la motocicleta frente a mi casa, que estaba toda cubierta de neblina, apagó el motor y se bajó de ella.
Yo me saqué el casco, y abrí la boca para decir algo como "Gracias por llevarme, te veo el lunes".

Las palabras desaparecieron cuando Liam cruzó la calle y subió los escalones de mi casa.
No pude evitar y pensar qué es lo que estaba haciendo él. ¿Llevándome hasta la puerta? 

Subí los escalones de mi casa después de él y lo miré con preocupación y curiosidad. Mientras él sacaba de su bolsillo un juego de llaves e insertaba una en la cerradura. Yo abrí mi bolso buscando desesperadamente en dónde podrían estar las llaves, pero no estaban allí, no estaban.

― Devuélveme mis llaves ―, dije, desconcertada por no saber cómo logró tener mis llaves.
― Se te cayeron en los videojuegos cuando estabas buscando tu celular ―
― No me interesa en dónde las tiré. Devuélvemelas.

Liam levantó sus manos, con "inocencia", y se alejó de la puerta. Recostó un hombro contra los ladrillos y me observó acercarme hasta la cerradura.
Intenté girar la llave, pero no se movió.

― La atascaste ―, dije, moviendo la llave. Me alejé un paso. ― Adelante. Inténtalo. Está atorada.

Con un agudo clic, él giró la llave. Con la mano puesta en el picaporte, él arqueó sus cejas como diciendo ¿Puedo?

Tragué, enterrando una oleada de mutua fascinación e intranquilidad. 
― Vete. No vas a entrar. Estoy sola en casa.
― ¿Toda la noche?
Me di cuenta que no fue lo más inteligente que pude decir.
― Marta vendrá pronto ―. Eso era mentira. Hacía tiempo que Marta se había ido. Era casi media noche.
― ¿Marta?
― La señora que limpia. 

Tomando la llave, pasé por su lado y traté de cerrar la puerta para que él no lograra entrar, pero cuando lo iba a hacer, Liam se paró bajo la puerta, con sus brazos puestos en cada lado del marco.

― ¿No me vas a invitar a entrar?― Preguntó sonriendo.

Yo pestañeé. ¿Invitarlo a entrar? ¿A mi casa? ¿Estando yo sola?

Liam dijo, ― Es tarde ―. Sus ojos me siguieron de cerca, reflejando un caprichoso brillo. 
― Debes de tener hambre.
― No. Sí. Digo, sí, pero...

De repente, él estaba adentro.

__________________________________________________________

-A

Ángeles Caídos.. {Liam & Tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora