Después de haberme duchado y secado. Cojo el móvil y miro la hora. Són las 16:00. Tengo una hora para arreglar y merendar.
Cuándo estoy a punto de encender el secador del pelo, me acuerdo de que no avisamos a Jake así que envío un mensaje a las chicas.
Yo: Oye, ¿Habéis avisado a Jake?
Lucia: Sí, le pregunté pero me dijo que no podía. Hoy tenia entrenamiento.
Yo: Uf es verdad, lo había olvidado. El partido és el sábado, ¿no?
Kate: Sí porque mi hermano también entrena con él, van al mismo equipo y le pregunté.
Yo: Entonces iremos a verlos, bueno si queréis.
Las dos dijeron que sí y yo empecé a secarme el pelo.
Són las 16:30, falta media hora para irme. Dejo el secador en una mesita pequeña blanca y miro en mi armario, esperando a encontrar algo que me favoreciera. Rebusco entre los cajones hasta encontrar una camiseta de tirantes azul turquesa con flores blancas y naranjas pequeñas junto unos shorts tejanos altos. Me pongo unas sandalias negras y bajo corriendo las escaleras hasta llegar a la sala de juegos, dónde guardo todos mis objetos valiosos, entre ellos, mi dinero.
Cojo 20 euros y bajo hasta la cocina para comer algo. Allí encuentro a mi madre, cosiendo un bolso de tela que pronto sería mío.
–Mamá a las 5 pasan a buscarme Lucia y su madre. Vamos a la bolera.
–Ah que bien. ¿Te da tiempo de merendar algo? –Pregunta mientras aparta sus gafas de ver de sus ojos y las deja en la mesa para observarme mejor.
–Em si, aunque no mucho. Comeré algo rápido.
Mi madre asiente y vuelve a colocarse las gafas para no pincharse con el alfiler.
Cojo unas galletas cubiertas de chocolate con leche y un zumo de piña. Empiezo a masticar con brusquedad porque en menos de 2 minutos Lucia estaría aquí.
Trago las galletas y bebo el zumo hasta que el timbre suena.
Bimba empieza a ladrar, habitual en ella y dejo el zumo en la mesa. Corro hasta el sofá y cojo el monedero junto el móvil y los meto en el bolso azul turquesa a juego con la camiseta.
–Adiós mamá. –Grito mientras bajo como una loca las escaleras. Solo de pensar que me estaban esperándo me ponía más nerviosa.
–Adiós Claudia. Pasarlo bien. –Me envía un beso en el aire cuándo abro la puerta.
Lucia está de pie, sentada en la hamaca, esperándome.
–¡Luci! –Digo con alegría de verla–. ¿Cómo va todo?
–¡Claudi! –Lucia me imita riéndose–. Muy bien. ¿A ti?
–Bastante bien –y una sonrisa sale de nuevo en mi cara.
–¿Y esa sonrisita? –Lucia mueve las cejas de arriba abajo con ojos juguetones. –¿Tiene que ver con la cena de ayer?
–Nunca te equivocas. No lo entiendo. –Empiezo a reírme.
–¿Es eso? –Lucia pone la boca abierta y los ojos abiertos–. ¿Quien es el chico? Va, dime porfa. ¿És guapo?
No para de preguntarme y yo lo único que hago és quedármela mirándo. Una vez que deja de preguntar intervengo yo.
–¿Ya has preguntado todo lo que tenías que preguntar? –Pongo mis brazos cruzados con una sonrisa.
Lucia asiente.