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~Sin Misericordia~

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Reto Challenge Accepted
Retadora: KiraKirinPassel
Frase: Sin Latidos y Alma
Temática/género: A gusto de la escritora, en esta oportunidad; drama/angst
Sinopsis: Nunca fui buena para esto, mejor léanlo... xD

A pesar de que no era una noche completamente fría, un delgado hilo de vapor escapó de sus labios apenas puso un pie en el lugar en ruinas. Las paredes del otrora suntuoso salón de baile se levantaban como testigos silenciosos de una opulencia que no le era ajena, pero que ahora resultaba ridícula.

El salón no tenía techo, y los muros que todavía conservaba se veían ennegrecidos y astillados por el incendio que lo había echado abajo. Algunas columnas aún llameaban, y restos de mobiliario chamuscado se levantaban como extrañas piezas de arte diseminadas aquí y allá.

El sonido de sus tacones rebotando contra el suelo humeante era lo único que a ciencia se oía quebrando el silencio nocturno. Moviéndose como si flotara, repasó con sus ojos de rubí todo el escenario, y la fatalidad de la escena adornó con una sonrisa irónica sus labios. No quedaba nada. Nada.

De pronto sus hombros descubiertos se enderezaron de golpe, y toda ella se mantuvo alerta como cada vez que advertía su presencia.

—Estoy oliéndote. Tu asqueroso hedor es incluso más fuerte que todo lo que se ha quemado esta noche...

Sus palabras no obtuvieron respuesta, pero eso no evitó que siguiera recorriendo el lugar, siempre acompañada del sonido grave de sus stilettos. Al ruedo de su vestido parecía no importarle arrastrar las cenizas que se condensaban en el aire a su alrededor.

—En serio resulta francamente insoportable y empiezas a darme nauseas... —un ligero click la frenó de continuar hablando, al mismo tiempo que el cañón de un arma se apretó contra su espalda. Sonrió, aburrida.

—Te encontré... —respondió una voz masculina contra su oído.

Ella rió sin humor y se giró, todo el tiempo bajo la presión del arma la cual ahora se apoyó en su pecho.

—Digamos que no estaba haciendo nada para esconderme, niño —observó a su captor. Joven, moreno, vestía un smoking negro que resaltaba sus ojos color plata. Y como cada vez que se cruzaba con él sentía algo extraño, algo que no comprendía. Eran enemigos jurados, aún así una corriente de sensaciones la sacudía cada vez que sus ojos de obsidiana chocaban con los suyos.

No se suponía que ella experimentara sentimientos confusos como tal. En su corazón no había nada. No debía existir nada.

—Pienso que en el fondo te agrada que te encuentre cada vez.

Ella soltó una carcajada sardónica. No estaba en posición de reír, lo sabía, no cuando un arma tan peligrosa que podía arrebatarle la existencia de cuajo, estaba presionada bajo sus costillas. Pero no era la primera vez que algo así sucedía, y de algún modo u otro siempre lograba escapar.

Era gracioso porque aquella situación se repetía ocasión tras ocasión, desde que cruzó a ese muchacho por primera vez, cuando todavía era un niño, y él había jurado vengarse. Recuperar su honor. Podía asegurar sin temor a equivocarse que posiblemente ella fuera la razón por la que él se hubiera metido de cabeza en la fuerza. Después de todo la consideraba culpable de todas sus desgracias.

Sin MisericordiaWhere stories live. Discover now