Tras llegar a mi casa todo está como de costumbre, mi padre de nuevo borracho y yo un tanto confundida, subí a mi cuarto ignorando las voces de mi padre, esto no era nada nuevo, desde que mi madre cayó enferma hace unos años la mayoría de los días era así, nunca me hizo nada a mi ni a mi madre simplemente descargaba su ira bebiendo, gritando y en casos muy extremos romper cosas, al día se le pasaba, lucía con ojeras y un poco de resaca, nada que yo no pudiese soportar, la verdad es que no me gustaba que hiciese eso pero no lo culpo, perder a mi madre ha sido un palo duro y nos a afectado a todos un poco aunque en algunos se nota más que en otros.
Me meto en mi habitación, me libero de los pantalones los cuales me quedan un poco anchos, para así poder dormir más a gusto y me tumbo sobre mi cama.
Tenía puesta su sudadera, una sudadera blanca que me estaba tres veces más grande con olor a Chris, es «su» sudadera y yo quería ser suya, por un instante me lo imagine así, el iendo a sus partidos y yo guardando su sudadera, que me diese ese honor de guardarla, su olor me envolvía y es muy cursi decirlo pero es que llevaba algo suyo, y eso dios, eso era lo mejor, durante este momento no dejo de oler su perfume de abrazarme a mi misma y sentirlo cerca y por un momento quiero dormir con él, no nada extraño ni nada de eso que se os está pasando por la mente, solo así de simple como quedarme junto a el abrazaditos, durmiendo, oliendo su aroma de nuevo.
Intento pillar el sueño, con las voces se me hace algo complicado, pero me desvelo cuando escucho más de una voz. Bajo las escaleras rápidamente, con el corazón en un puño.
Y desde allí los visualizo
Chris estaba en la puerta por alguna razón que desconozco mirando hacía el suelo, mi padre estaba en frente gritando.
— ¡Vete de aquí! ¡Ya te dije que te alejaras de mi hija!.— Grita mi padre. Me quedo paralizada en las escaleras. ¿Chris se comportaba así porque mi padre se lo había dicho?.— ¡Le harás daño, tu no la mereces!.
— ¡Basta!.— Grito de repente. Mi padre se queda en silencio, Chris y él me miran sorprendidos, ya que no me esperaban allí, el rostro de mi padre demuestra un gran Oh, mierda, sin embargo la mirada de Chris derrocha preocupación.
Aquello es la gota que colmó mi vaso.
Están decidiendo por mí, antes Chris, ahora mi padre.— Estoy arta de que decidais lo que me conviene o no por mi. ¡Es mi vida! ¡Mía! Soy consciente de lo que es malo o bueno para mi, y también de lo que quiero.
Y si, en este momento estoy en bragas, pero también estoy lo suficiente cabreada como para que me diese igual, todo parece derrumbarse a mi alrededor, soy una muñeca de cristal, al borde de romperme, desconfiada de la gente de mi alrededor, porque se que me acabarán rompiendo.
Salgo de allí, corro hacía mi habitación lo más rápido que mis cansados pies me lo permiten y haciendo un gran ruido al cerrar la puerta entro en ella.
Me tumbo en la cama con la almohada obstruyendo mi visión y respiración, había entrado en una de mis pequeñas crisis de hipervetilar por la furia que corría en este momento por mi cuerpo.
Grito con impotencia, un grito ahogado, y de repente mis lágrimas comienzan a emerger de mis ojos azules como el mismísimo océano.
Siento rabia, de sentirme como un puto títere, ya soy lo suficiente madura como para tomar mis decisiones, es mi vida, mía. Quise cortar las cuerdas que me impedían caminar, me lo propongo, por un momento lo pienso, si caía debería ser por mi propio pie, si caía era porque yo había optado por caer, y si caía, sería yo sola, como el resto de la veces, con el corazón roto me levantaria, porque es lo que siempre hago continuamente, pero la única responsable de ello soy yo. Es mi destino, caer para poder seguir luchando.
...
Desde aquel momento no quise saber nada de nadie, me levanto de mi cama y me pongo el uniforme tan deprimente como se encontraba mi estado de animo, limpio mi rostro con agua caliente y desvío todo tipo de sentimientos que pudiese albergar en ese momento, me miro al espejo, dos ojeras se instalan bajo mis ojos claros, no había dormido en toda la noche, las disimulo con algo de maquillaje y peino mi cabello oscuro dejandolo caer sobre mis hombros, bajo a la planta baja, todo está un poco removido por anoche, hay una lámpara rota y un par de revistas tiradas por el suelo, lo limpio todo y pillo algo para desayunar tan simple como una magdalena, salgo de casa sin que mi padre siquiera sepa que me voy a trabajar, puesto que ayer no se lo pude contar.
Voy en scooter, una moto azul marino que anteriormente era de mi padre la cual ya no utiliza. Mi pelo negro ondea al tener contacto con el frío aire que por esas horas surcaba la ciudad, al montar me siento libre me siento dueña de mi destino. Justo lo que necesito en este momento.
Al llegar Brus y su tío ya están aquí abriendo el local, me quito el casco y lo guardo en la moto.
- Buenos días.- Le digo amablemente.
- Buenos días.- Me contestan al unísono.
Respiro hondo y entro en el local, seguía oliendo a café.
Al pasar las horas la gente empieza a entrar en el establecimiento, me gusta este trabajo, voy mesa por mesa preguntando lo que quiere la gente, casi siempre es lo mismo una tostada y café.
Cuando todas las mesas ya están atendidas Brus me hace una señal para que vaya con él. Yo le hago caso y me acerco a la barra donde se encuentra.
— Toma.— Me tiende un cuenco de palomitas de caramelo.
— ¿Para mí?.— Le pregunto insegura.
— No, es para un mono que tengo en el almacén, le flipan las palomitas.— Me mira sonriente.— ¡Claro que para ti!, te las has ganado.— Me giña el ojo derecho.
— Gracias.— Le sonrío y cojo el cuenco.
La verdad esque estan deliciosas, me las como mientras observo a la gente, cada una distinta, había de todo tipo, desde empresarios que venían a desayunar antes de acudir a sus respectivos trabajos hasta madres y sus pequeños comiendo cualquier capricho que hubiese pedido la criatura.
Brus se acerca a mi, apoya sus codos sobre la barra y me pira pícaro, yo lo miro y me como una de las palomitas.
— ¿Qué pasa?.— Le pregunto.
— Nada... solo me preguntaba si... si quisieras venir al cine algún día conmigo.
— Tu me quieres inflar a palomitas por lo que veo.— El ríe.
— ¿Aceptas?.— Me mira suplicante «alejate de él, Brus no te conviene» la voz de Chris retumba en mi mente, mas la alejo para convertirse en un ¿Por qué no?
— Claro.
ESTÁS LEYENDO
Tarde, Espero Que Nunca
Novela JuvenilSu vida no es facil, ya no le ve rumbo, tampoco sentido, asi que decide hacer algo por la humanidad y escribe cartas a la espera de que alguien la ayude. Un dia como hoy , como cualquier otro Chris encuentra las cartas, por error , por curiosidad...