XV

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Yumeno


Me levanto cuando siento un líquido caliente recorrerme las piernas, frunzo el ceño mientras abro los ojos. El efecto de las pastillas todavía persiste y nubla mi cabeza, impidiéndome pensar con claridad, apenas me recuerdo a mí misma que soy mujer y tengo vagina y estas cosas pasan. Suelto un bufido, vuelvo a cerrar los ojos, inclino mi cabeza hacia atrás y espero unos segundos hasta que soy capaz de abrir los ojos, me levantó y me froto los ojos.

Me toma unos minutos salir del agua sin resbalarme, vacío toda el agua ensangrentada y vuelvo a llenar la tina con agua caliente. Me quito toda la ropa, mis pantalones y calzones están llenos de sangre. Un gruñido seco sale de mi boca. Ahora tiene más sentido porque he estado tan sentimental últimamente.

—Maldita sea. Estúpida menstruación —murmuró. Mi voz sale en un raspón de garganta.

Metí algunas bombas de sales en el agua, preparé la cera caliente y me deshice de cualquier vello en mis piernas. Me tome el tiempo para relajarme y que la resaca desapareciese. Me lave los dientes, me cepille e incluso me puse una mascarilla mientras me cambiaba. Iba de pans negro. Porque, sinceramente. ¿Quién quiere ir con ropa ajustada a trabajar con la menstruación? Exacto, nadie.

Ahora que lo pienso, mens-truación. ¡Oh! Incluso, hombres está presente en la peor época del mes. Lo sabía, los hombres son como un grano en el culo. No sé qué estoy pensado sinceramente.

Arregle mi estúpida cara, aplique maquillaje bajo las ojeras, máscara para pestañas y delineador, peine mi cabello y lo agarre en una coleta baja. Prepare un café bien cargado en mi taza favorita. Lave la ropa acumulada esa semana.

Poe estaba dormido en mi cama, hecho bola entre las sabanas desacomodadas. Cuando escucho las croquetas y el pollo en su plato no dudo en ir corriendo. Desayuné, bueno, comí, en paz. Poe meneaba la cola, lamía el plato hasta dejarlo limpio, luego, fue por el agua. Una sonrisa se posó en mi rostro. Él es lo único que me queda de familia, y de vida, y mi único motivo para estar viva. Sin él no soy nada.

Los perros son tan inocentes y perfectos, son seres de luz que no deben ser dañados. Incluso para mí, un monstruo, lastimar a un animal es el peor de los crímenes, y es mucho decir.

Sonreí un poco, miré mi celular. La pantalla era una gran mierda.

—Debí comprar esa maldita mica... —susurré para mí misma. Lo metí dentro de la mochila negra junto a mis demás cosas y salí con rumbo a la mafia.

Sinceramente, todavía no me siento en condición, pero prefiero estar ocupada en algo, que estar encerrada conmigo misma lamentándome por existir.

Al llegar dejé la motocicleta en el estacionamiento, entre en el gran edificio y fui directamente a la oficina del jefe. Tocar una sola vez fue suficiente para que me cediera el pase, puse mis manos detrás de mi espalda y con la misma bien recta entre al cuarto.

—¡Qué gusto verte por aquí Okami-chan! ¿Cómo estás? —tenía una copa de vino en la mano y la bebía gustosamente.

El solo ver la copa y el líquido me hizo recordar la noche anterior. Hubo un apretón en el pecho que me quito el aire.

—Bien jefe, gracias por preguntar —respondí, sin apartar la mirada.

—No hay de que, ¿Cuál es el motivo de tu visita?

—Solo quería informarle que mis servicios están de vuelta —él dio el último trago a su vino antes de mirarme.

—De hecho, quiero que hagas algo.

Aparente resistencia | Bungou Stray Dogs |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora