Capítulo diecinueve (19/32)

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   Julieta se fue a la casa de Sara a consolar a Matt, lo que había hecho Alexis era horrible, ¿cómo se le ocurría hacerle eso al pobre Martino? Sacó la copia de la llave de la casa de Sara y entró.

   ― ¿¡Martino!?, ¿dónde estás? ―dijo buscándolo por todos lados, repitiéndolo una y otra vez.

   Los vecinos se asomaron a ver qué era lo que pasaba, nadie entendía nada, entre la gente llegó Sara y entró en su casa

   ― ¿¡Qué está pasando acá!?

   ― ¡Martino no está!

   ― Ese cabro siempre sale con el vecino

   ― Pero es que estaba llorando

   ― ¡Y que tiene!

   ― Es que es igual a Valeria, igual, y la última vez que la vi llorar fue también cuando desapareció

   ― Ridícula ―salió― ¡¡¡Falsa alarma, pueden volver a sus casas!!! ―gritó a la gente.

   La gente comenzó a dispersarse

   ― Julieta, Valeria lloró muchos días antes de irse, Martino  solo uno, cálmate

   Julieta respiró hondo, la respuesta de Sara no la alegró pero sí la alentó

   ― ¿Pero dónde está?

   ― Siempre sale y siempre vuelve

   ― Valeria hacía eso

   Sara se estaba hartando

   ― ¡Para, mujer, Matt no es Valeria!, ¡¡Valeria ya está muerta!!

   ― Es que son iguales

   ― ¡Ya!, anda a tu casa a cuidar a tu hija.

   Julieta prefirió hacerle caso y solo irse.

   El Señor y el Hijo Único (o simplemente el Padre Alejandro o Padre) entraron a la sala, por la tardanza era obvio suponer que el Padre ya sabía todo.

   ― ¿Cuál de ustedes es el que se ha encontrado con la Sor varias veces?

   ― Yo ―dijo Matt mirándolo  nervioso

   El padre Alejandro lo miró muy detalladamente

   ― Ya…

Hubo un silencio

   ― ¿Cómo te llamas?

   ― Martino Arriagada

El Padre quedó impactado al oír eso, solo era un nombre pero su cara parecía que se le había caído el mundo

   ― ¿Qué pasa?, Alejandro

   ― ¿Eres hijo de Sara?

   ― Sobrino

Puso mejor cara

   ― ¿Qué edad tienes?

   ― Quince

El Padre tuvo unos momentos de ensimismamiento

   ― Papá, acompáñeme ― Salieron de la pieza

   Julio y Matt se quedaron en silencio, no se oía qué hablaban, esas paredes eran muy gruesas pero igual se oyó un fuerte: ¡Qué!

   Matt tenía como una especie de vacío, punzadas… algo raro que lo hacía sentir nervioso; Julio no sabía bien cómo se sentía, había hecho lo correcto, eso se debía en ese caso, así se lo enseñaron pero los De la Sor no se veían muy alegres con la noticia. Regresaron.

El bosque prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora