𝙽𝚒𝚐𝚑𝚝 𝙻𝚒𝚔𝚎 𝚃𝚑𝚒𝚜

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Miro estupefacta sus ojos, que me dan un vuelco al corazón cada vez que los posa en los míos

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Miro estupefacta sus ojos, que me dan un vuelco al corazón cada vez que los posa en los míos. Nunca me había mirado así y, sin embargo, sé que en el fondo resplandezco en su mente.

Me coge de la mano con fervor y me hace girar mientras bailo, con los pies cansados, las piernas pegadas y el corazón dolorido por el amor que siento por él. Siento su aliento en mi nuca más fuerte que los fuegos artificiales en el cielo o en mi vientre. El tacto de sus dedos, como la suavidad de una mariposa sobre mi piel, pero tan firme con su agarre, como para asegurarme que está conmigo, que no me dejará marchar.

Nochevieja en un yate alquilado para la noche.

Me cuelga de su cintura para hacerme saber que no quiere que nos separemos. Cuando pongo mis manos sobre su pecho, su corazón vibra con la imagen de los bajos esparcidos por todo el barco. Me susurra al oído una frase imperceptible y, sin embargo, la entiendo. Nos pertenece, esta frase. Permanezco atenta a sus profundos ojos marrones que no dejaría por nada del mundo, luego paso mis dedos por sus mechones para sentir la suavidad en esta atmósfera de carnicería.

Unas horas antes, lo habían acorralado para tener siquiera un diálogo con él, tirando, agarrando, manoseando su camisa para llamar su atención y su satisfacción, pero sólo pude sentirlo realmente presente cuando descorrí la tela sobre su brazo musculoso.

Le había echado de menos. Estoy agradecida por aquella noche, porque nunca había bailado así, volcando mi cuerpo como él volcaba mi corazón entre sus manos.

La música se detiene pero nuestra intimidad se hace más fuerte. Nuestros pulsos se entrelazan al mismo ritmo y tiro de él hacia mí para que vayamos a un lugar más tranquilo, a la parte trasera del barco, donde los sillones son nuevos y los sofás están vacíos. Se sienta en uno de ellos y tira de mí hacia él, donde me acomodo contra su pecho aún caliente. Contemplamos las estrellas, que centellean como en un sueño, mientras le cuento los secretos de los astros en un tono suave, la noche envolviéndonos en el calor del verano. Las olas bañan el casco del barco, que permanece estoico a pesar del ritmo de las olas, sus sonidos se agitan en mis oídos en una apacible canción de cuna. Un escalofrío recorre mi vientre y baja por mis caderas, terminando en mi pecho. Exhalo lenta pero suavemente, rozando con la nariz su ancho cuello.

«¿Tienes frío, cariño?», me pregunta con su característico acento español.

«No, tengo calor», le digo.

Carlos me lo confió hace dos meses. Pensaba que el amor era un río largo y tranquilo, pero él nunca deja de encender ese algo dentro de mí, el destello que quema la mecha. Mi corazón palpita cada vez que lo veo, aunque esté ocupado haciendo otra cosa.

Me coge de la mano.

Una vez me dijo, mientras me acurrucaba en la cama, que habría hecho cualquier cosa por perderme de vista y que hay que luchar para que te quieran, pero también para amar. Me reí con ternura antes de darme cuenta de que yo también a veces no sabía por dónde caminar cuando él no estaba a mi lado. Esa misma noche, lo había dado todo, él que normalmente prefiere mostrar antes que contar, pero había comprendido que para tranquilizar, tenía que utilizar la magnificencia de las palabras y el silencio para hacerse entender.

Me necesitaba y esta noche he comprendido que yo también le necesito.

«Es en noches como ésta cuando sé que te quiero.

«Es en noches como ésta cuando sé que te quiero

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One Shots ft. F1 Driver's ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora