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Único

El pequeño Jimin caminaba de la mano de su padre, cuando repentinamente sus ojitos se posan sobre el borde de una ramita del árbol a su lado, observando pequeños insectos moviéndose extrañamente. Siempre había sido bastante curioso con su entorno, sobretodo a la hora de ir camino a su jardín. Constantemente le preguntaba a su inteligente padre, sobre cosas que él no lograba entender a su escasos 5 años de edad. Su padre sabiendo que algo ha llamado la atención de su hijo al sentir que suelta su mano, se detiene junto a él para observar lo que hacen unos pequeños animalitos verdes en una rama, sonriendo enternecido por la cara de asombro de su adorable hijo. No podía entender como era que el pequeñito había salido tan, pero tan adorable.

— ­¡Papi! ¿Qué están haciendo? — Exclama alegremente el niño, exagerando cada palabra a la par que mueve sus labios frunciéndolos en son de concentración. — ¿Por qué bailan si no hay música?

Namjoon quiere reír ante la adorable deducción de Jimin, agachándose hasta su altura para poder explicarle lo que sus ojitos ven y enseñarle algo nuevo ese día.

— No están bailando. — Le dice apuntando a los insectos que continúan moviéndose de un lado a otro. — Este de aquí...es un macho.— Apuntó al que tiene abierta sus alas verdosas y parece un poco más grande. — ... Y está cortejando a la hembra, que es más pequeña. Por eso abre sus alas así.

— ¿Cortejando? ­— Eleva su rostro el niño para ver a su padre, viendo como este asiente.

— Sí. Eso significa que le gusta mucho y quiere ser su pareja. — Le sonríe cuando su boquita hace una gran "O" creyendo que finalmente había entendido su explicación.

— ¿Cómo tú y mami?

— Claro. — Asiente Namjoon y revuelve su cabello, al verlo tan ensimismado en algo tan simple de la naturaleza. — Sí el macho logra llamar la atención de la hembra, harán una gran familia.

— ¡Cómo la nuestra! — Jimin eleva sus bracitos al cielo, sonriendo ampliamente al pensar en muchos insectos bebés envueltos en mantitas. Lamentablemente no era tan así como se lo imaginaba, pero eso no tenía por qué saberlo.

— Si, bebé. Como la nuestra. — Se ríe Namjoon ante lo fácil que era hacer feliz a su hijo menor. — Pero ni se te ocurra pedir más hermanitos. — Advierte el padre, haciendo reír fuerte al niño al recordar que siempre salía con lo mismo, cuando ya tenía dos hermanos más.

Jimin pregunta un par de cosas más hasta que su curiosidad se ve saciada, retomando el camino al jardín de infantes. El pequeño se despide sonriente de su padre una vez llegan hasta la entrada del lugar, tomando ahora la mano de su bonito profesor. Seokjin se informa a Namjoon que la siguiente semana habría reunión de padres, por lo que no debían faltar.

Una vez lo lleva al interior del pequeño salón en donde había dibujos de todos, juguetes y mantas, Jimin va a dejar su mochila a su respectivo colgante y saluda al pequeño niño que siempre se encuentra tranquilo en su asiento.

— Hola, Yoonie-yonnie~ — Saluda sin obtener ni una sola respuesta del pelinegro que aprieta entre sus manos un perrito de peluche y desvía su mirada.

Jimin no se preocupa por ello, porque sabe que su compañero es un poco tímido y eso lo hace aún más adorable. Por eso sus papis siempre le decían que no debía ser brusco con él y sólo darle su tiempo para que fueran amiguitos.

Una vez todos han llegado, el profesor anuncia que hoy harán lo que ellos deseen, pensando en algo que les guste mucho. Indica que podían dibujarlo, o hacerlo con plastilina. También habían pinturas, papeles de colores y brillantina para colorear a gusto de cada uno. Todos los compañeritos de Jimin escogen rápidamente materiales para hacer su gran obra de arte, mientras otros lloraban por querer ir a casa, en tanto otros se mantienen callados en su lugar. El pequeño rubio mira con los labios fruncidos todo lo dejado sobre la mesa central del salón, viendo como lo único que quedaban eran hojas blancas y un par de cartulinas verdes. Quería hacer a sus papi y mami, pero ya no habían nada de lo que quería usar.