Prólogo

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Fue una mañana tan tranquila. Quien iba a saber que todo esto me pasaría de un día para otro. Un día era una estudiante viviendo felizmente en su departamento.

Había estado viviendo sola desde ya hace unos años a causa de un pequeño conflicto familiar.

El pan se había acabado y el hambre había llegado. Tenía que comprar ya que era mi comida vital. Cocinar no era lo mío, así que, con el dinero que mis padres me enviaban, iba a comprar diariamente.

El recorrido era tan simple como salir del departamento, cruzar el puente y llegar a la tienda. Sólo eso. Algo que se vive día a día no hace mal a nadie. Ver los mismos árboles grandes, sauces llorando a la orilla del río, y ver a las mismas personas en el camino era mi rutina. Ya estaba acostumbrada todo esto, y me gustaba.

Salí, compré mi pan y volvía a paso lento así contemplado el hermoso paisaje de árboles y el riachuelo que cruzaba por ellos. Iba cruzando el puente, cuando escuché un llanto. No era cualquier llanto, sino que de un bebé.

—Pobre crío —Murmuré e hice una mueca. No me gustaba escuchar a los bebés llorar. —Que le hace para que llore tanto... —Saqué la botella de jugo que había comprado hacía poco y la abrí. Me había entrado sed el caminar lento, además, eso me relajaba. El rico sabor a damasco era algo que me gustaba saborear mientras veía el paisaje que pocos suelen contemplar en sus vidas. Tener una paz como esta era difícil de encontrar en cualquier parte del mundo… bueno, si tenías un vecindario en donde solo vivían abuelos jubilados, tal vez podrías sentir algo parecido.

Me acerqué al barandal del puente para poder tomar mejor mi refresco. Si caminaba me darían nauseas ya que el sabor muy dulce de los jugos era algo que no solía probar todos los días al caminar. Hoy me había dado el lujo de comprarlo solo porque se me había antojado ya que vi a una chica comprando uno mientras yo esperaba en la fila para pedir mi pan.

—Un aburrido lugar… especial para tomarse un aburrido jugo…

Me llevé la botella a la boca y tomé un gran sorbo. Fruncí e ceño al volver a escuchar al bebé llorar. Miré hacia los lados para ver de dónde provenía el llanto, pero no era del puente. Este estaba desierto, solo yo estaba en él. Miré hacia abajo y mis ojos se quedaron fijos en una mujer.

—No puede ser... —Dije estupefacta. El refresco cayó de mi mano sin querer hacia el agua.

Una mujer que llevaba unas ropas muy sucias estaba dejando a un pequeño bebé a las orillas del río. Su cara estaba completamente mojada en llantos, al igual que la del bebé.

El sonido del pequeño era horrible, pero la madre no se inmutaba a consolarlo, sino más bien seguía llorando sin detenerse. Lo envolvió en una manta y lo dejó finalmente en la sucia arena que estaba mojada por el agua fría del riachuelo.

— ¡Eh! —Le grité. Me subí a las pequeñas rejillas que tenía el barandal para que ella me notara. — ¡Sí tú, la que está abandonando a ese bebé!

La mujer levantó la mirada asustada. Estaba segura que me había visto, pero eso fue algo malo. Dejó al bebé y se echó a correr.

— ¡Eh, no lo hagas! —Grité con desesperación, pero ella no se detuvo. —Menuda estúpida... -Dije con rabia. Me bajé del barandal y golpeé la reja con las manos.  ¿Cómo alguien podía abandonar a su hijo de tal manera?

Mi mirada se dirigió hacia el bebé el cual aún estaba llorando.

—Oh; no... —La mujer había dejado al bebé muy cerca del río y este lo estaba empapando completamente.

Tomé fuerte mi bolsa de pan y, sin saber cómo, corrí hacia los árboles, llegando rápidamente hacia su lado. Sé que quedé completamente sucia al bajar hacia el río ya que todo estaba cubierto por tierra y piedras.

El bebé lloraba demasiado. Cuando lo tomé este estaba completamente congelado. El agua lo había alcanzado.

—No, No, No... —Decía una y otra vez. No sabía que hacer ahora... el bebé se estaba poniendo azul frente a mis ojos y yo no podía hacer nada. Esta era la primera vez que tomaba a un bebé. — ¡Ya sé! —Dije fuerte, asustando el bebé, el cual se volvió a largar a llorar. —Perdón...

Me quité la chaqueta y desabroché mi suéter, dejando sólo mi delgada camiseta a la vista.

Destapé al bebé de sus mantas, las boté al suelo y lo coloqué contra mi cuerpo.

¡Estaba completamente congelado! El pobre no podía ni llorar por lo mucho que temblaba.

—Ya, ya... tranquilo... —Le murmuraba mientras lo abrazaba. Después de unos minutos entró en calor y así comenzó a llorar de nuevo.

Tomé mi bolsa de pan, con cuidado de no mover demasiado al bebé, y salí de ese lugar. Subí hasta el puente nuevamente, aunque con mucha más dificultad ahora mismo. Tenía que ir a la estación de Policía a entregarlo... no podía tenerlo por mucho tiempo. Quería que encontraran a esa mujer lo antes posible para que volviera con su bebé.

Miré en dirección por dónde vi a su madre por última vez. Me preguntaba en que habrá estado pensando esa mujer al dejar a su hijo. Qué problemas tan graves debió haber tenido como para abandonarlo de ese modo.

Miré al bebé. Este se había quedado dormido en mi pecho. Me dio una lástima ver como una criatura tan pequeña habida quedado de un momento a otro sólo. Aunque creo que ya había sentido algo familiar.

***

Al llegar a la estación de Policía lo expliqué todo. Ellos tomaron mi declaración y me mantuvieron junto al bebé un buen tiempo.

Él ya se estaba despertando. Su corta siesta había terminado.

Un rato después me trajeron las horribles noticias sobre la madre del bebé. Esta se había suicidado hace una hora atrás... lo que quería decir que lo había abandonado y luego inmediatamente se suicidó. La habían encontrado colgando de un árbol a las cercanías del riachuelo. Ella no llevaba nada consigo, excepto sus propias ropas y una bufanda, la cual usó para ahorcarse.

Los oficiales dijeron que ellos se encargarían del bebé, pero este al ser desprendido de mis brazos se puso a llorar incontrolablemente. Tuve que tomarlo nuevamente para que se calmara.

Y fue este acto el que dio inicio a todo.

 Me hicieron muchas preguntas... pero la más importante fue:

—Señorita, usted ya que es mayor de edad... —Me dijo una oficial con ternura. Yo asentí. — ¿Querría hacerse cargo de este bebé? Se nos ha informado que su situación económica es muy estable, además, no hay problemas con el bebé. Este parece haberse apegado a usted... en este corto periodo y no creo que soporte otro desprendimiento de esta manera.

Yo la miré sorprendida.

Pregunté por más familiares, pero dijeron que aquella señora era indigente desde hace mucho. No tenía más familia que ella misma.

No era un problema que lo tuviera ya que tenía cumplido mis dieciocho años. No sé si era porque querían deshacerse de él o sólo era algo del destino, pero yo era la única opción para aquel bebé, así que no quedaba de otra.

—Es la única opción ¿Cierto? —Dije débilmente mientras el bebé volvía a quedarse dormido en mi pecho.

Única opción ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora