advertencia: ninguna
género: romance/drama
— ¿Váis a dejarme así? ¿Tienes esas ganas de irte de mí, ahora? — reclamó el español con una voz temblorosa pero fuerte. Había escuchado ya esas preguntas un par de veces más, y la verdad ya tenían respuesta.
— Por supuesto, vos no me necesitás acá, me ha quedado claro muchas veces. — respondí con mis brazos cruzados haciéndole ver lo enojada que estaba con él. Sus gestos cambiaron de inmediato, suspiró pesadamente y se derrumbó en la silla del comedor donde había comenzado todo.
— Entonces... ¿vas a regresarte a Buenos Aires? — preguntó luego de un rato de silencio, sin regresarle la mirada le contesté cortante, éste iba a ser mi última cena con mi prometido en su casa.
— Voy a llevarme a Sasha, empaqué todo lo necesario para los dos. — lo miré, llevé el tenedor con espaguetis a mi boca cuando me miraba con sorpresa. — Sólo te estoy avisando, él tiene que irse conmigo.
— ¿También él? ¿De qué es culpable él?
— ¿Gerard porqué no lo entiendes? El único culpable aquí eres tú, ¿que boludeces son esas de liarte con una menor de edad en un bar? ¡Explícame pues! — reclamé ahora con molestia, no era nada agradable volver acordarme el día que me avisaron de semejante problema, el español, gerard piqué fué descubierto por un par de periodistas en Ibiza charlando muy animadamente con algunas de las exuberantes mujeres dentro del local. Blah, blah, blah, no necesitaba exactamente problemas aquel día, luego de que meses antes naciera nuestro primer niño, ¿qué ejemplo iba a aprender el pequeño?
— Ojalá estemos en contacto. Adiós. — terminé lo que parecía una larga cena amarga con el español y salí de su departamento en Barcelona para pasar por el de mi hermano en la misma vecindad.
Estaba segura de que Gerard pensaba que nada de esto me importaba, me dolía dejarlo y separarnos después de tantos años juntos, lo iba a necesitar más por nuestro hijo, pero sentí que de alguna manera alejarme de él iba a ayudarle a pensar mejor sus acciones. Luego de que pasara ese trágico día, no paraban de hablar de nuestra relación, ¿él me había sido infiel de verdad? ¿yo tenía algo que ver?
Lo único que me preocupaba luego de ese incidente era que mi pequeño hijo no pensara nada malo sobre ninguno de nosotros. Gerard era un mal ejemplo como esposo y padre.
— ¡Meli, bienvenida! — saludó desde la puerta principal la esposa de mi hermano, mi mejor amiga, Sofi. Bajé del automóvil y me acerqué con los brazos abiertos a ella, necesitaba cariño, alguien que me apoyara si Gerard no lo hacía. Un par de minutos duró aquel abrazo, no quería llorar enfrente de ella, iba a parecer una cobarde por un problema en el que no tuve ver. — Venga, pasa.
— No, no... yo, sólo venía por Sasha, voy a llevarlo conmigo a Buenos Aires, tengo que seguir con mi trabajo allí. — hablé mientras aspiraba por mi nariz todos los moquillos molestos, miré con tristeza a mi amiga, no quería nada de esto. Ella asintió y entró para buscar al pequeño que jugaba con mi lindo sobrino.
¿Qué le diría a Sasha sobre irnos sin Gerard a Argentina?
Tres meses después.