25. Mi otra mitad. | Marco Reus.

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25.

advertencia: ninguna

género: romance

— ¿Estás segura? — pregunté observando ambas maletas con tristeza, iba a irse muy lejos de nosotros, no iba a verle jamás probablemente.

Asintió con seguridad, mis ojos se llenaron de lágrimas al instante, mi garganta comenzó a molestarme al grado de que si llegaba a pronunciar una palabra más, no sé qué pasaría.

— ¿De verdad tienes que irte, Mauri? — me sorprendí al escuchar la voz del pequeño amarrado a mi pierna, estaba igual que yo de triste.

— Maxi, tú sabes lo mucho que necesito volver a mi casa. — sonrió al niño colocándose a su altura. — Te quiero muchísimo, ¿lo sabes, cierto?

— No, no te vayas. — mi corazón se arrugó de ver como el inocente niño corrió a los brazos de Mauri y la abrazó fuerte.

— Te prometo que nos veremos muy pronto, sólo necesito desconectarme un poco de todo esto. Quiero ver a mis padres, mi hermana. — explicó la alemana. No quería verle al rostro, sabía que no necesitaba matarme más de lo que estaba con su viaje.

— ¿Entonces no podemos ir contigo? Mi papá si querría ir igual que yo. — le contestó con una voz temblorosa. La chica negó con la cabeza.

— Maxi, ella de verdad tiene que irse... — hablé llamando su atención. Giré mi vista a sus perfectos ojos azules. — sola.

— No olvides que te quiero demasiado, siempre pienso en tí mi príncipe. — acarició con ternura la pequeña mejilla de Max. Toda su despedida me hacía querer arrodillarme y suplicarle que no se fuera lejos. Tomó sus maletas y me sonrió de manera triste. — Adiós, Marco.

Ella salió de casa luego de aquellas palabras, mi corazón comenzó a acelerarse, necesitaba un desahogo rápido. Llorar era uno de ellos, y el pequeño Maximiliano ya lo hacía.

— Papá, no voy a verla de nuevo. — sollozó. Cuando estaba apunto de hablar me tomó de la mano y miró a mis ojos cristalinos. — Quiero a mamá.

— ¿A quién?

— A mamá. — dijo escondiendo su pequeña cabeza en mi cuello. Mauri era la mejor chica que yo pude haber encontrado en mis peores momentos, ella era una simple amiga que me ayudaba con Max desde que su verdadera mamá desapareció, entonces caí en cuenta de algo, esto no tendría porqué pasar, ella estuvo mucho junto a mí, a Maximiliano, en mi casa. ¿Y yo no noté algo diferente en ella?

Mi corazón comenzó a acelerarse, yo sentía que mi otra mitad era ella. No quería que se fuera.

— Max, anda, tenemos que ir por tu mami.

Tomé como pude el abrigo del sofá de ambos y las llaves del auto. Íbamos detrás de aquella chica por un capricho, Max acaba de decirle mamá y yo no sé como sería tenerla de esposa pero seguramente no tardaría nada en averiguarlo.

Ya en el aeropuerto, intente llamar a su teléfono móvil, no contestaba y eso me desesperaba demasiado. Bajamos del auto y busqué por todos lados con la mirada apresurada, no podía calmarme ni un poquito. Volví a teclear su número y fije mi vista en la pantalla, comencé a sentir temor pero no explicaba porque, de repente y sin avisar un par de lágrimas caían de mis ojos lentamente.

— ¡Papi allí está! — escuché la voz de mi hijo jalando mi mano. Subí la mirada y encontré las mismas maletas que llevaba apenas minutos y su suéter beige en el brazo.

Maximiliano corrió en cuanto me diera cuenta y gritaba...

— ¡Mami, mami, por favor no te vayas!

La gente al rededor tenía mucha admiración y ternura por mi propio hijo. No podia creer que era lo que decía. Mauri dio una media vuelta rápido y sonrió al ver al pequeño. Siempre tan cariñosa con él.

Me acerqué a paso lento, pues la gente que estaba presente conocía quien era yo, mi hijo, pero no a ella. La ojiazul dijo algunas palabras al niño y alzó la mirada hacía donde estaba yo.

— Entonces vino mi papi...

— Marco... — murmuró mi nombre. Dio una rapida mirada a mi cuerpo completo y observó al niño. — ¿Qué sucede?

— Estoy aquí para decirte algo muy importante. — seque rápido mis mejillas y la tome de las manos. Ella dejo que hiciera tal cosa. — Acabo de descubrir que yo sin tin, no puedo vivir.

Abrió los ojos con sorpresa.

— ¿Como dices?

— Exacto, no puedes alejarte de mí ahora. Porque quiero que seas sólo para mí, siempre.

— ¿Y si no soy la indicada?

— Estoy seguro que eres mi otra mitad.

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