Capítulo 4

336 38 10
                                    

Geoff se hallaba en la cama. Tenía un libro entre las manos, pero no leía. Miraba a su mujer sentada ante el tocador, quien cepillaba su cabello. Karen contaba con cuarenta y siete años, pero estaba bella, tremendamente bella, si bien en aquel instante Geoff no contemplaba su belleza. Miraba la esbelta espalda de su mujer y no la veía.

Su mente se hallaba enfrascada en otros pensamientos. Por eso exterioriozo cuando menos lo esperaba él mismo.

—Algo ocurre.

—Así.

Con brevedad, pero diciendo mucho en dos únicas frases. Karen se volvió.
Su bata espumosa dibujaba un cuerpo perfecto. En otro momento cualquiera, el dueño de la empresa Geoff lo hubiera apreciado. En aquel no.

—¿Qué dices, Geoff?

—Me refiero a Liam.

—Ah.

—¿Tú también lo has notado?

Karen recogió su cabello, lo ató tras la nuca y avanzó por la lujosa estancia, hasta sentarse en el abordo del ancho lecho.

—Si, Geoff. Noto varias cosas. Primero, que Liam está entregado al trabajo más que nunca. Noto también que Zayn no viene a buscarla y noto, así también mismo, que sale con sus amigos alguna vez. Esto está ocurriendo desde hace aproximadamente quince días.

—Pues yo te diré lo que noto en la empresa. Liam se pasaba todo el día inspeccionando las demás dependencias de delineación. Ahora sólo. Entra por las mañanas y se encierra en su despacho y cada vez que necesita algo, en vez de salir, lo pide a su secretaria. Fué gentil en la comida con los alemanes. Inteligente como siempre, distinguido hasta para sonreír. Pero hallé en su en su sonrisa un vacío. Algo desaudado. Nunca fue muy comunicativo, ni muy hablador. Se diría que nuestro hijo es bien más frío. Pero... siempre resultó alegre, dinámico. Algo me está pasando por la mente hace varios días. Y se refiere a Zayn y Liam.

—Eso pienso yo. ¿Sabes, Geoff? ¿Te importa quedarte sólo un rato? Voy a la habitación de Liam, hace rato ví que tenía la luz encendida, que salía de bajo de su puerta.

—Le vas a... preguntar

—¿No es lo normal?

—Creo que si. Ve, ve. No te preocupes en volver, pero, por favor, procura saber algo cuando vuelvas.

—Te lo prometo.

Minutos después se hallaba en frente de la puerta de la recámara de Liam. Un rayo de luz se filtraba por debajo de aquella puerta. Tocó con sus nudillos. Unos segundos después volvió a tocar.

—Puedes entrar—dijo Liam con voz suave y lenta.

Karen pasó y cerró la puerta de la habitación. La habitación estaba casi en penumbra, con una tenue lucecita azulada saliendo de la mesita de noche. Liam en su cama, recostado entre almohadones, leía un libro.

—¿Te molesto, Liam?

—Claro que no, mamá. Pasa y siéntate. Creí que estabas dormida.

—Iba a acostarme, cuando recordé de repente tenía que preguntarte algo—dijo con estudiada indiferencia—. ¿Puedo hacerlo? ¿No tienes sueño?

—Siéntate aquí—dijo Liam sonriente-. No tengo mucho sueño. Leía.

—Liam...

Sí, ya sabía que deseaba saber. En la forma de pronunciar su nombre, su madre ponía toda su ternura y toda su ansiedad.

Liam extendió su mano por encima de la colcha y apretó los dedos de su madre.

—¿Qué ocurre, mamá?

No sufras por mi dolor »Ziam«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora