FRÍO INVIERNO

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Como todos los días, el niño se levanta al amanecer, justo antes de que las personas comiencen a transitar las calles a prisa, sin darse la oportunidad de mirar a su alrededor, se empujan, se maltratan, corren de aquí para allá y de allá para acá.
Toma sus pertenencias, unos cuantos periódicos con los que se arropa cada noche para aguantar el frío, camina hacia un parque, justo antes de llegar al mercado. Trata de limpiarse un poco la cara con el agua de la fuente para poder entrar, pero aunque lave su rostro mil veces su aspecto no cambiaría, todo desaliñado, sucio, andrajoso, entra.
—Hola, ¿no tiene un pedazo de pan que me de? —dice el niño con una sonrisa tierna en sus labios.
Es increíble que, viviendo cómo vive, aún tenga fuerzas para sonreír como lo hace.
—Hazte para allá, mugroso, me ahuyentarás a los clientes —responde la dueña del puesto de comida, una señora corpulenta de unos 40 años.
Pasa el día completo de puesto en puesto mendigando un pedazo de pan, deseando un alma caritativa. Algunos lo empujan, otros le gritan, ¡Quítate mugroso! ¡Busca a tus papás! ¡No molestes niño! ¡Mugroso ve a ducharte! Otros simplemente lo ignoran y hacen como si no lo vieran.

Diciembre, el mes más frío del año, comienza a atardecer, la nieve blanca comienza a caer y poco a poco cubre las aceras, el niño como cada noche, busca un refugio donde calentarse. Encuentra un rincón bajo unas escaleras de una casa de dos plantas lujosa, parecía un palacio, se sienta y se hace bolita mientras se tapa con los pequeños pedazos de periódicos que tiene.
Entre más oscurece, más frío se siente y la nieve no deja de cesar. Dando las siete de la mañana, con la nieve por los tobillos y que dificultan poder caminar, se abren las ventanas de la gran mansión.
—¡Señora Ana, venga! ¡Corra, por favor! —se escuchan estruendosos gritos dentro de la casa.
—¿Qué pasa Meche? ¿Por qué tantos gritos? —responde la señora al llegar agitada por haber corrido hasta la sala, donde Meche, la muchacha del aseo había pedido a gritos su asistencia.
Quedaron petrificadas al mirar a un niño como de cinco años de edad, cubierto de nieve por casi todo el cuerpo. Salen corriendo para tratar de auxiliarlo.
—Anda Meche, marca a una ambulancia en seguida —toma la muñeca del aquel niño sintiendo apenas un leve pulso.
Minutos después ya está rodeado de personas curiosas, lamentándose lo sucedido y que sólo murmuran, ¡Ay pobre niño! ¡Qué padres pueden dejar solo a su hijo en una noche tan fría!
Todos dicen algo pero nadie hace nada.
—Con permiso, dejen pasar —dicen los paramédicos quitando a las personas del camino.
Toman al niño, lo suben a la ambulancia y lo llevan al hospital.

"SAN JOSÉ " es un hospital privado muy caro, dónde se encuentra el doctor de la familia de la señora Ana. 
—¿Qué tenemos aquí? —dice el doctor Germán, un especialista en niños.
—Un menor que fue encontrado cubierto de nieve, al parecer paso la noche afuera —responde uno de los paramédicos.
Lo llevan a la sala de urgencias del segundo piso del edificio que corresponde al cuidado infantil, lo canalizan y tratan de que su pequeño cuerpo agarre un poco de calor.
—Vamos pequeño, lucha por tu vida, aún tienes mucho por vivir —le susurra al oído uno de los doctores.
—No te rindas —dice una de las enfermeras al otro lado.
En la sala de espera está Ana y su esposo, a la espera de cualquier noticia.
—Buen día, soy el detective Laine, a cargo del caso del infante. Quisiera hacerles un par de preguntas —dice el oficial corpulento de no más de treinta años.
—Buenos días, sí claro, ¿en que le podemos servir? —responde Ana, ofreciendo la mano como saludo.
Mientras en aquella sala de emergencia se encuentra un pequeño debatiéndose entre la vida y la muerte, en la sala de espera están siendo interrogados la familia que trata de salvarlo.
Un par de horas más tarde después de haber sido ingresado a aquel tétrico hospital, los ruidosos aparatos dejan de hacer escándalo.
—Hicimos lo que pudimos —dijo el doctor.
—Siendo las dos de la tarde del 18 de diciembre del 2015, el paciente infantil como de cinco años de edad, ha dejado de respirar —dice otro doctor, mientras anota algo en una hoja.
Todos conmocionados, cabizbajos, salen de la sala.
—Lo siento —dice el doctor a cargo al dar la noticia a la familia que se encontraba a la espera, la señora Ana se deja caer sobre los brazos de su esposo.
—¡No! Estaba tan pequeño —dice con lágrimas corriendo por las mejillas.

Se siente un ambiente muy tenso en el hospital, llanto y gemidos recorren los pasillos, la tristeza embarga a todos, a pesar de que nadie conocía a ese niño, siempre será doloroso que alguien sin siquiera haber vivido haya fallecido.
Han pasado dos semanas desde aquel incidente con el infante y aún por las calles se escuchan lamentaciones, los vendedores del mercado se miran y agachan la cabeza, saben que le negaron el pan a ese niño y se sienten culpables. Hay quienes aseguran que pueden ver al niño sentado bajo las escaleras. Y la gente ha comenzado a rodear esa calle al caer la tarde.
Al finalizar el mes, la gente comienza a actuar como siempre, andar a las carreras, a ignorar lo que hay a su alrededor, han comenzado a olvidar aquella tragedia, todos menos la señora Ana quien aún visita la tumba del niño todos los días a la misma hora.

Autoría de:WrittenPatterson

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