Han pasado tres años desde que te conocí en aquel bar, te encontrabas al final de la barra con un vaso de whisky en tus manos y yo, titubeé en acercarme a ti. Eras una mujer hermosa de piel canela, cabello largo ondulado y de una mirada penetrante con unos ojos color miel. Tus dedos jugaban con la superficie del vaso, delineando su contorno, pero tu mirada estaba perdida entre la multitud. Vestías casual con un jean negro, botas del mismo color y una camisa tres cuartas de color azul cielo.
Al parecer, mi mirada te incómodo, pues volteaste a verme y cruzaste tu mirada con la mía, tal como si quisieras preguntarme algo; pero yo me sonroje producto de los nervios. Reaccioné apartando mi mirada, decidí enfocarme en el barman, un tipo mayor con barba, a quien le pedí un escocés con hielo para relajarme. No sé en qué momento mi corazón comenzó a latir con fuerza, mi respiración se tornó débil y mi visión borrosa. El escocés debió subirse a mi cabeza y por un instante, recordé que esa tarde no había almorzado. Aquella mujer castaña debió percatarse de mi repentino mareo, pues sentí su mano posarse sobre mi hombro haciendo una ligera presión.
—¿Te encuentras bien?—preguntó, con una dulce voz. Yo me quedé estática, observando su rostro tan cerca del mío, su aroma desprendía un olor a notas florales, típico del perfume de Carolina Herrera—¿Te encuentras bien? —insistió. Pero esta vez, la noté más preocupada.
Sin apartar mi mirada de la suya, asentí con un ligero movimiento de cabeza, mi visión había vuelto a la normalidad, aunque mis mejillas estaban rojizas por tu acercamiento. Mi cuerpo aún no reaccionaba, sentía que todo me daba vueltas, pero un remolino de sensaciones se instaló en mi interior, al sentir el suave contacto de tu mano en mi mejilla. Tu rostro refleja preocupación, noté que examinabas cada una de mis facciones, pero te detuviste en mis labios. Ese pequeño gesto me puso nerviosa.
—Soy Lorena —pronuncié, extendiendo mi mano.
—Un placer, Allison—pronunció, sin dejar de mirarme los labios—No deberías estar sola en un lugar como este —mencionó, al mismo tiempo que ingería un sorbo de su trago.
Ya me encontraba mejor, el mareo había pasado, saqué de mi bolsillo cinco rublos para pagar mi bebida. Quise incorporarme para salir del establecimiento, pero tú te negaste, te ofreciste a llevarme a mi hogar porque según tú, no querías ver en los encabezados de los periódicos que muere una chica por deambular en la madrugada. Sonreí ante tu comentario, realmente quería que permanecieras más tiempo a mi lado y dejé que me llevaras en tu auto BMW negro. Durante el camino me preguntaste a qué me dedicaba y el motivo por el que estaba en el bar. Yo respondí mirándote de reojo que trabajaba en el comercio exterior y esa noche quería relajarme. En uno de esos momentos donde no sabes qué más decir, me confesaste que eras lesbiana y trabajas hace veinte años de contratista, pero siempre ibas a ese lugar al caer la noche.
Te estacionaste frente a mi casa, tenía la loca idea de invitarte a pasar y ofrecerte algo de tomar, pero mi mente se bloqueó. Me bajé de tu auto con precaución y te di las gracias por traerme, me regalaste una sonrisa sincera, esperaste a que ingresara a mi hogar, cerraste la ventanilla y te marchaste del lugar. Dos meses después, te vi deambulando por las calles, estabas tan jovial y hermosa como siempre, pensé que no te habías percatado de mi presencia, por lo que continúe caminando. Sin embargo, una cuadra después escuché mi nombre y al girarme, te vi haciéndome señas. Al tenerte tan cerca volví a percibir tu aroma, me estremecí por recordar tan bien tu olor y me subí a tu auto para aceptar ese almuerzo al que me invitaste. Desde ese día, hubo más acercamiento entre nosotras, noté varias veces como te insinuabas, las miradas indiscretas que me dedicabas, empecé a sentirme más atraída por ti y me pregunté en más de una ocasión, si tú sentías lo mismo por mí.
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Jugada del destino
Short StoryCuando no sabes qué decisión tomar para continuar con tu vida, el destino de te pone ante ti, esa persona que rompió tu corazón. Y te preguntas, si realmente vale la pena perdonarla y continuar como si nada.