Capítulo II

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En menos de veinte minutos Graham escuchó los inconfundibles golpes de Damon aporreando su puerta. Se apresuró a abrir, sin deseos de seguir oyendo el bullicio que siempre había caracterizado su llegada.

-Amor...- dijo Damon sonriente, avanzando para estrecharlo entre sus brazos en la intimidad de la sala.

Poco dispuesto a dejarse reconfortar por sus atenciones, Graham bajó la cabeza y se alejó de él.

-¿Qué sucede? ¿Me dirás qué es lo que te tiene tan preocupado?

-Siéntate- dijo soltando un hondo suspiro.

Damon obedeció sintiendo desvanecerse la calma que había traído al llegar. Habían estado juntos hacía menos de cuarenta y ocho horas y todo estaba bien entonces. ¿Qué pudo suceder en ese breve lapso?

Graham se sentó a su lado, jugando nerviosamente con su cabello. Comenzó a hablar.

-Anna...- musitó.

Damon odiaba ese nombre. Tanto como aborrecía a la mujer que lo portaba. La detestaba con las mismas fuerzas con las que alguna vez Graham había rechazado a Justine.

-¿Qué hay con ella?- respondió secamente.

-Anna...- repitió.

¿Por qué no podía decir simplemente ella? ¿Por qué rayos tenía que mencionarla? Odiaba oírlo pronunciar su nombre, aún si lo hacía con la misma indiferencia con que siempre lo había hecho. La figura de Anna Norlander parecía causar más efecto en Damon que en el propio Graham. Así había sido antes y así era ahora.

Él no la amaba y Damon lo sabía. Pero ella le había dado una hija. Lo más valioso en la vida de Graham, más preciado aún que su relación con Damon, provenía de ella. Esa mujer con la que siempre, lo deseara o no, sería familia.

-Anna me ha cedido la custodia completa de Pepper- soltó casi con urgencia, como quien se libera de una inmensa carga.

Damon respondió con una mirada llena de sorpresa seguida por una de sus luminosas sonrisas.

-¿Eso...eso era todo?- preguntó casi incrédulo.

-¿¡Te parece poco!?- protestó Graham.

Damon lo miró contrariado.

-¿Es que...es que no quieres a la niña?

Era poco probable que Graham hubiese solicitado la custodia completa pero aún así le costaba creer que pudiese rechazar a su propia hija. Por un momento, creyó desconocerlo.

-No es eso, Damon...es sólo que...todo se ha dado tan rápido. Anna ni siquiera me advirtió que tenía intenciones de hacerlo.

-Pero lo hizo. Alguna razón tendrá...- especuló.

-Bueno...en realidad los dos siempre hemos pensado que sería mejor que la niña se eduque aquí y no en Alemania. Y ahora que Pepper está por comenzar la escuela...

-Y si ya lo han hablado, ¿qué es lo que te sorprende entonces?- preguntó Damon confundido.

-¡Es que pensé que llegado el momento ella también vendría y no que me enviaría a la niña!

-Sigo sin entender qué es lo que te inquieta. Por favor, Graham. ¡La tendrás para ti sólo! En tu lugar, yo estaría brincando de alegría.

Pero Graham estaba lejos de brincar. Y Damon optó por recordarle un asunto más delicado.

-Ambos sabemos que aunque ella sea una buena madre, Pepper no está cómoda con su padrastro.

Era cierto. Graham no ignoraba que su hija se encontraba a disgusto con el hombre que hacía ya unos años acompañaba a Anna. Aún así, permaneció callado.

-Graham- dijo Damon con seriedad, incapaz de creer que no sintiera alegría alguna por la noticia- ¿en verdad...en verdad no te da gusto?

-Claro que me da gusto, Damon. No sabes cuanto me alegra saber que estará conmigo. Que desayunaremos juntos, que dormirá a mi lado, que no habrá horarios para que podamos ser padre e hija.

Damon sonrió complacido de reencontrar al hombre al que creía conocer tanto o más que a sí mismo.

-¿Entonces, Graham? ¿Qué es lo que te agobia?

-¿Te has preguntado si seré capaz de hacerlo solo? Porque yo sí me lo pregunto. Y créeme que da miedo. Tú sabes...tú sabes que he sido un desastre...lo sigo siendo. Sólo echa un vistazo. Mi refrigerador está vacío, la correspondencia se acumula, esto...esto es un caos- dijo señalando alrededor de la alborotada sala- hasta el gato ha huido...

-También yo huiría si me bautizaras "Bastard" y me pusieras una corbata roja cuando hay visitas. (1)

Graham rió y Damon pudo sentir su tensión aliviarse por un momento.

-Me aterra la idea de dañarla...de ser incapaz de darle lo que necesita. Tengo tanto miedo de no poder hacer esto solo- dijo clavando su vista en el suelo.

-¿Y quién te ha dicho que lo harás solo?- preguntó Damon.

-Te dije que Anna no vendrá. De hecho, Pepper viajará sola en avión por primera vez.

-¿Y quien necesita que esa mujer venga?- insistió.

-Pues créeme que algo de ayuda no me vendría nada mal...en especial si proviene de la persona que la ha criado durante estos seis años.

-¿Y quién te ha dicho que no tendrás algo de ayuda? ¿Para qué se supone que estoy yo?- dijo en tono triunfal.

Graham lo miró contrariado. ¿Qué quería decir con eso?

-¿Cuándo llegará Pepper?- preguntó Damon, diligente.

-El lunes.

-Sobra tiempo. Para entonces ya estaré instalado aquí.

-¿¡Qué!?- chilló Graham con los ojos desorbitados al punto en que Damon creyó ver una pizca de desagrado en su expresión.

-¿Qué? ¿No te agrada?- retrucó.

-No...no...es...eso- tartamudeó- es que tú tienes tu familia. Missy...Suzy...

-Estoy harto de viajar con Suzy. Y no es ella el problema. Soy yo. Estoy hastiado de África, del avistaje de animales salvajes, de vivir con el alma en la boca pensando qué rara enfermedad tropical podría contraer Missy- reveló turbado antes de agregar- creo que nada de esto...nada de esto se parece a la clase de familia que alguna vez imaginé.

Graham escuchó atónito su confesión. Damon jamás había dejado entrever el más mínimo atisbo de desilusión acerca de su vida familiar.

-No abandonarás a tu hija, Damon...

-Claro que no. Pero dejaré de viajar. Ya no lo soporto.

-Pero Suzy no dejará a la niña contigo.

-Lo dudo mucho- respondió- pero aún así no voy a negarle el permiso para que pueda salir con ella del país. Como madre es irreprochable y sé que la quiere a su lado. Soy yo el que no tolera esta vida nómade...soy yo el que quiere estar contigo a diario, el que ya no se conforma con los fines de semana...

Graham reparó en la expresión de añoranza que reposaba en su rostro. La ilusión de un nuevo porvenir asomando en su semblante. Y sonrió, aliviado.

(1) Es cierto que Graham tuvo un gato llamado "Bastard" al que solía adornar con una corbata cuando recibía visitas. También es cierto que el gato huyó. 

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