Veintidós

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Empujó la puerta y fue escaleras arriba, se quitó los audífonos y se bajó la capucha

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Empujó la puerta y fue escaleras arriba, se quitó los audífonos y se bajó la capucha. Steven había estado pensando en qué excusa iba a darle a Adam, para defenderse de no haber ido a su boda, esa noche. Al principio, consideró decirle a Melany, animarla a ir, pero sabía que era una equivocación. Apenas podía alegrarse de que ella estuviera volviendo a ser su esposa, no podía abusar de ello.

Estaba desesperado por irse a duchar, había trotado por más de hora y media. La calle despedía ese olor a tierra mojada, justo después de una tormenta y salir a correr con buena música, lo relajó mucho. Sus hombros, llevaban la ligereza de la tranquilidad. Dejó las llaves de la casa sobre la mesa de la cocina y subió al cuarto.

Melany estaba sentada frente al tocador, alisándose el cabello. Su rostro estaba maquillado elegantemente y había aromas deliciosos y delicados flotando por todas partes. Steven dio un paso inseguro hacia adentro y ella lo vio por el reflejo del espejo unos segundos, causando que su corazón se acelerara.

—¿A... adónde vas? —Tartamudeó, torpemente. Ella se volvió hacia él, sin soltar la plancha y el cepillo.

—A la boda de Adam, ¿no irás? —Preguntó con inocencia. Hipnotizado hizo algo que pareció un asentimiento de cabeza y ella se volvió. Apretó los dientes cuando revisó su reloj de mano y corroboró que tenía apenas quince minutos para alistarse.

Melany había procurado, llevar tonos suaves que combinaran con el color de su vestido y se aplicó todo lo que recordó haber usado alguna vez, hace meses. Escuchó a Steven duchándose y pensó si él planeaba recordarle lo del matrimonio. Le restó importancia cuando él salió en toalla, buscando su traje en el armario.

Ella salió, buscando vestirse en el cuarto de Patrick. Steven se ajustó el traje, todo negro. Se perfumó y cepilló hasta quedar satisfecho con su presentación personal. Había comprado el regalo para Adam y su esposa semanas atrás y bajó para meterlo al auto. El rastro del aroma de Melany lo guio escaleras abajo. Se sentía nervioso. Quería observarla hasta saciarse. Ella estaba de pie frente a la encima de la cocina, llevaba un vestido un poco ajustado, de un rosa pálido. Su cabello caía como un velo sobre su espalda, dorado y perfectamente lacio.

Tragó saliva, respiró hondo y despidiendo imágenes reminiscentes de noches pasadas, musitó:

—Vamos.

***

La cabaña tenía una gran recepción de coches. La gran mayoría de invitados, eran de color, al igual que Adam. Steven y Melany estaban sentados solos en una mesa, que se había apartado para Eddard y su esposa, también. Un mesero pasó con una bandeja baja, repleta de copas con champaña.

—Aquí. —Dijo Melany estirando el brazo para agarrar dos copas. Steven, a pesar de que ella no le ofreció, se propuso no beber. Planeaba irse en su coche.

Melany bebió la champaña de un sorbo, Steven fingió no darse cuenta. La boda religiosa había sido interesante, jamás habían ido a un matrimonio realizado por una iglesia cristiana. Las coristas, eran mujeres negras con poderosas voces que entretuvieron a Melany, quien observó todo con fascinación.

UNA ROSA MARCHITA │COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora