4 o'clock.

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Un día le escribí una carta a la Luna, contándole sobre tu mirada, tu sonrisa y tu suave piel, pero sobre todo, de cuanto te extraño.

~•~•~

13 de octubre de 2022.

Hoy es un dia realmente importante. Si tan sólo estuvieras aquí para festejarlo conmigo.

Doblo la carta que escribí y la dejo en la mesita, a un lado de una vela blanca y una cajita de fósforos, y me acerco a la ventana.

Observo a lo lejos el cielo y pienso en como la vida puede cambiar en segundos. Intento apreciar cada pequeña cosa, tal como me has enseñado, pero en todo te veo a ti y tus largas charlas sobre la terraza en las noches.

Incluso hoy vivo moderadamente.

Tomo la botella y le doy el último trago que le quedaba. Siento el ardor de la bebida a través de mi garganta, pero poco me importaba ahora. Camino de nuevo hacía la mesita, prendo la vela. Agarro las llaves y salgo del departamento.

Exactamente a las 4 p.m.

Exactamente igual a los últimos 2 años.

Camino a paso lento, moderadamente desgastandome.

Camino hacia el parque observando cada detalle, desde niños riendo hasta autos bocinando en las calles, y como cada una de estas cosas influyen en nuestra vida. Al llegar al parque me siento en una de las bancas más alejadas y saco la caja de los cigarrillos.

Recuerdo que nuestro última charla fue aquí, en este banco hace 2 años, y sólo puedo pensar en que daría todo por repetirlo. Esa vez estabas distraído y hasta pensativo, pero nada fuera de tu forma de ser. Quién hubiese dicho que eso llevaría a tu muerte.

Veo como lentamente se hace de noche y el parque se vacía. ¿Por qué se van si este era el mejor momento? El sol dejaba de sofocarme y todo se tornaba azul.

El mundo entero es azul bajo la luz de la luna.

Me pierdo en mis pensamientos y en cada uno de mis recuerdos contigo. Cada una de tus palabras en susurros sobre mi pecho. Tu punto de vista de cada cosa era increíble. Es inimaginable la falta que me haces Moonchild.

No sabia cuanto tiempo llevaba perdido en mis pensamientos, pero derrepente, en medio de la noche, escucho algo, como un pájaro sin nombre con un dulce y extraño canto. Lo busco con la mirada aunque no lo encuentro.

¿Dónde estas?

Ese dulce y extraño canto parecía convertirse lentamente en un susurro, en sollozos, suaves y calmados, pero tristes a la vez.

¿Por qué estas llorando? Tu y yo somos los únicos aquí.

El sollozo se aleja, y tuve la necesidad de buscarlo, encontrarlo. Como si me llamara. Como si con sus susurros pidiera a gritos que vaya con él.

Tiro la colilla del cigarrillo y me levanto de la banca. Camino, al comienzo lento, para acelerar el paso con miedo a perder al pájaro. No había personas por la calle, cosa que facilitaba que corriera, pero de todas formas no me importaba nada, no quería perder lo que fuese que me llamaba.

Lentamente el azul de la noche se desvanece, dando paso al rojo del amanecer. A cada paso que doy se ilumina más el día.

El canto del pájaro desaparece, como si alguien se lo hubiera llevado. Cansado, desorientado y solo. No sabía dónde ir. En medio de la calle cuando en un segundo, de nuevo, todo cambió.

Todo se iluminó por un instante, con un dolor agónico que desapareció tan rápido como vino. No sentía nada, ni miedo, ni soledad, ni tristeza, era un vacío inimaginable.

Giro a ver a mi propio cuerpo arrollado, pero, de nuevo, no sentí nada. Como si la imagen que estaba viendo fuera totalmente ajena a lo que viví.

De nuevo, pareciera como que el pájaro sin nombre empezara a cantar. Mucho más dulce, guiándome de nuevo.

A lo lejos veo una figura que se mueve hacía mi. Con el cabello rubio, piel nívea y vestido de blanco. Entonces comprendí que era la única persona por la que esperaría una eternidad. Sentí una emoción que no había forma de describirla. Por un momento pensé que después de la muerte no hay emociones, pero después de eso, supe que era mentira. Me sonreiste, y te respondí igual. En un momento estábamos abrazados, besándonos. Lo único que necesitaba después de estos 2 años eras tú.

— Te extrañé.— Dijo. Su voz, su maldita voz que escuchaba en mis noches de insomnio.

—No te imaginas cuanta falta me hacías.— Respondí. De nuevo nos estábamos besando. Realmente me hizo mucha falta.

Nos agarramos de las manos y empezamos a caminar sin rumbo y charlar de cada cosa que nos había pasado. Después de todo, tenemos hasta el fin de los tiempos para amarnos.

El amanecer termina, y cuando la Luna se duerme la sombra azul que permanece conmigo desaparece.

Pero ya no me volvería a sentir sólo, no si estaba contigo.

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