Capítulo 10

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Por más que le daba vueltas, no encontraba la respuesta del porqué mi abuelo se había empeñado en proteger a Laura.

Si no, no me explico porqué diablos quiere llevarla a vivir a "Liebe".
De pronto, los recuerdos aparecen de mi infancia.
Allí fue donde conocí a Bianca, me acuerdo del primer día que vi a Alois y lo triste que se sentía porque quería estar con su mamá.

Durante mi infancia y parte de mi adolescencia pasé unos momentos hermosos, difíciles de olvidar.
De pronto, siento una pinchazo de nostalgia, algo  me empuja a querer ver a Bianca.

Me voy directo hacia su casa donde al tocar la puerta nadie responde.
Espero durante un buen rato hasta que por fin la veo aparecer.
Nada más verla mi corazón no tarda en galopar.
Mis ojos la miran dibujando una sonrisa de la dicha que me ha dado de verla.

— ¿Qué haces aquí Héctor?

— He venido a verte. Más bien quería disculparme contigo por lo que ocurrió la otra noche.

— No tienes que darme explicaciones Héctor. Ya estoy cansada de derramar lágrimas por tí, de seguirte a todos lados y tú te la pases rechazándome.
Tú has ido destruyendo todas y cada una de mis ilusiones. Y ahora solo necesito estar sola.

— Escúchame Bianca, pon tu mano en mi corazón y escucha los latidos que van dirigidos hacia tí. Si pudiera explicarte la razón por la que debo alejarme de tí estoy seguro que toda posibilidad que hay entre nosotros acabaría por desaparecer.

— El día que quieras contarme cual es ese motivo, estoy segura que te comprenderé.
Mientras, déjame en paz Héctor. — Bianca se deshace de mi contacto adentrándose en su casa.

Ya no hubo más palabras, todo me había quedado claro.
Bianca me había rechazado, su mirada ya no era la misma, y eso me hizo de sentirme culpable por no hablar y ser sincero con ella.
Por un lado quiero que se aleje de mí, y por otro lado, no sé si podría soportar verla en los brazos de otro hombre.

Abatido, fijé mi vista en su ventana buscándola, parado, apoyado en mi coche estuve mirando hacia el mismo punto durante un buen rato, hasta que abatido me monté en mi auto y me fui con una sensación de añoranza por ser tan estúpido.

Llegué a mi casa y lo primero que hago es servirme un coñac.
Tomo asiento en el sofá echando mi cabeza hacia atrás, dejando que el licor queme mi garganta echándome de nuevo la culpa sintiéndome como un perdedor.
Cierro mis ojos fuerte agarrando el vaso de la misma forma hasta que siento como el vidrio ha estallado en mil pedazos, tal y como ha comenzado a detonar mi corazón ante el rechazo de Bianca.
¿Qué he echo? ¿Porqué he tenido que ser tan cobarde para no dirigirme hacia Bianca y hablarle sobre lo que ocurrió aquella maldita noche que murió su hermano?

Me levanto dolorido, lloroso por no hacer las cosas bien y ver como cada vez voy perdiendo a la única mujer que amo y cual la se va alejando por mi necedad.

Después de curarme la herida, pienso que debería de hacer mi maleta e irme a "Liebe" allí por lo menos no estaré solo y podré saber cuál es el motivo por el que mi abuelo ha querido que Laura viva allí.
No me hace mucha gracia volver aquella casa, me trae demasiados recuerdos. Aún así necesito saber qué está pasando.

Anochecido llego a la casa.
Todo está como lo recuerdo, desde la forma cortada de los cipreses hasta la decoración. Nada ha cambiado en este hogar.
Después de hablar con Clotilde, me dirigí hacia mi antigua habitación.
Nada más pasar, miré para todos lados, todo estaba conforme lo dejé antes de irme.
Libros, maquetas de dinosaurios, puzzles, fotos...Todo está igual menos yo.
Aún puedo recordar la discusión que mantuve con Alois diciéndole que era solo un mantenido, el hijo bastardo de mi tío Alfonso.
Aún puedo recordar una a una todas las palabras que nos dijimos, por supuesto estaba dolido con él.
Me había llevado una decepción cuando lo escuché decirle a Bianca que la quería.
Nunca llegué a entender cómo Alois pudo fijarse en Bianca sabiendo que yo la quería.
Aquello me dolió tanto como cuando mi abuelo nos dijo que Alois formaría parte de la empresa y algún día junto conmigo dirigiríamos la empresa.

QUERER, NO ES OBLIGARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora